1952, Bolivia. La revolución que no fue revolución.

Era claro que si había en Bolivia un proceso revolucionario en la década del 50´, el sector de la clase obrera con las características para llevarlo adelante eran indiscutiblemente los mineros. Sus condiciones de trabajo y de vida eran deplorables; en ésta década la expectativa de vida de un minero era de 35 años. Mientras tanto, millonarios como Simón Patiño tenían ingresos más altos que los del Estado Boliviano entero. Este empresario de la minería llegó a abastecer, él sólo, al 10% de la industria minera del mundo entero.

Para comprender por qué este sector llegó tan lejos desde el punto de vista revolucionario, es necesario partir desde la década del 40´ para analizar su crecimiento y desarrollo. En 1942, se ejecuta una matanza de obreros mineros en una mina en la ciudad de Catavi, en manos del entonces presidente Peñaranda. Tras movilizaciones y huelgas de los mineros, éstos reciben la noticia de que se les iba a suspender el salario, provocándoles más bronca y la decisión de continuar la lucha, mientras el gobierno tomaba la decisión de reprimir, perseguir y encarcelar a los dirigentes más combativos. Algunas fuentes hablan de 400 muertos en esta represión de los días de diciembre de 1942, conocida como la Masacre de Catavi. Si bien en lo inmediato esto va a ser una derrota para la clase obrera, desgastará al gobierno del nada popular Peñaranda, que recibirá un golpe de Estado liderado por un sector del ejército que se consideraba nacionalista y popular, la Razón de la Patria (RADEPA). El que encabeza el golpe y se hará cargo del poder ejecutivo es Gualberto Villaroel, que recibe apoyo de un partido con una postura también nacionalista, pero con un discurso un poco más orientado a la izquierda o a lo popular, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), creado en 1940.

El nuevo gobierno militar llevará adelante una serie de medidas que apuntaban a mejorar las condiciones de los trabajadores, particularmente de los mineros. Impulsó leyes que daban aumento de salarios, presionó para que se cumplan efectivamente las leyes de trabajo y para que la oligarquía pague los impuestos que acostumbraba evadir. Va a convocar, también, a que se realice el Primer Congreso Indígena. Lo importante en este período, desde el punto de vista gremial, es la fundación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) en el año 1944, que desde un principio estará influenciada por la presencia de un líder sindical llamado Juan Lechín, dirigente que tendrá una indudable influencia (lamentablemente) en la historia de la clase obrera boliviana. Desde un principio este gremio estará influenciado por el Partido Obrero Revolucionario, de tendencia trotskista.

En 1946 es derrocado Villaroel por la Unión Democrática Boliviana y colgado en la plaza principal de La Paz, después de ser destituido y tildado como fascista. A raíz de la caída de Villaroel, la FSTMB convoca a un Congreso Extraordinario en la ciudad de Pulacayo. De aquí surgirá la “Tesis de Pulacayo”, un programa que plantea la nacionalización de las minas y el control de las mismas por parte de los trabajadores, un sueldo acorde al estándar de vida, 40 horas semanales de trabajo, pero principalmente que:

“El proletariado, aún en Bolivia, constituye la clase social revolucionaria por excelencia. Los trabajadores de las minas, el sector más avanzado y combativo del proletariado nacional, define el sentido de lucha de la FSTMB.”

Y reconoce sobre el final de las Tesis la importancia de la unidad proletaria, planteando:

  “¡Contra la rosca coaligada en un solo frente, contra los frentes que a diario viene ideando el reformismo pequeñoburgués, forjemos el FRENTE ÚNICO PROLETARIO!”

Es importante remarcar que este programa va a regir las acciones políticas de los mineros en los años siguientes. Desde el golpe que derroca a Villaroel hasta abril del 52´, Bolivia vive en un estado de permanente conflicto entre la burguesía y el proletariado. Durante todo el año 47´ hay conflictos, movilizaciones y huelgas en las minas de Llallagua y Catavi. Los mineros pedían aumento de salario y lo único que les daba la policía de Patiño eran golpes y cárcel. En 1949 hay otra masacre en la mina de la ciudad de Catavi, con un saldo de dos mil muertos, intervención del sindicato de los mineros y el POR fuera de la ley. Más adelante va a explotar en la mina llamada “siglo XX” lo que se conoció como la masacre blanca. Dentro de este proceso de ascenso de las luchas obreras, la izquierda experimenta un crecimiento en su influencia en la clase trabajadora, sumando también puestos en las elecciones parlamentarias de 1949. En estas elecciones, el MNR va a aparecer como la segunda fuerza política. A fines de año este partido va a intentar llevar adelante un proceso de insurrección, tomando algunas ciudades pero quedando luego sin rumbo y fracasando. Lechín desde el exilio convoca a que los mineros tomen las armas, y se dará la tercera Masacre de Catavi. El movimiento será aplastado, pero a partir de este momento la sociedad boliviana queda polarizada: por un lado la oligarquía terrateniente y minera respaldada por la mayoría del ejército, y por otro lado los sectores populares acaudillados por el MNR. La década del 50 se inicia entonces con el ascenso de la lucha de masas que va a ser canalizado en votos por el MNR, que gana las elecciones presidenciales de 1951. Víctor Paz Estenssoro era el candidato presidencial que había triunfado. Esto no dejaba tranquilas a las capas más reaccionarias de la sociedad boliviana y las elecciones serán anuladas, haciéndose cargo del poder las Fuerzas Armadas Bolivianas. Esta medida terriblemente antipopular va a provocar el crecimiento de la bronca de las masas bolivianas.

El 3 de abril de 1952 se va a iniciar un levantamiento armado del MNR, recibiendo apoyo de parte del ejército. Los “insurrectos” del ejército boliviano van a ser encabezados por el General Saleme, que facilitará a los mineros el acceso a las armas. Evidentemente va a haber divisiones entre los altos mandos del ejército de Bolivia, entre los que apoyan al golpe y los que no. Los primeros tres días fueron favorables para el ejército boliviano, que no dudaba en atacar directamente a los barrios obreros, llegando a matar alrededor de 1500 trabajadores, sólo en la ciudad de La Paz. A todo esto el valiente general Saleme, después de dar todo por perdido, se refugió en la embajada de Chile, mientras el vicepresidente electo del MNR Hernán Siles Suazo y  el sindicalista Juan Lechín buscaban conciliar con el ejército. Mientras tanto los mineros demuestran su potencial revolucionario; van a tomar el cuartel militar de La Paz y luego subirán los cerros cargados con dinamita, en búsqueda del ejército refugiado en el “Alto de La Paz”.  El movimiento había rebasado los límites de lo que pretendía el MNR. La ciudad de Oruro había caído en manos de los trabajadores, y de allí llegaron, traídos por los ferroviarios, mineros y campesinos armados, que unificados con los trabajadores de La Paz atacaron al ejército por dos frentes y lo vencieron. Las fuerzas armadas bolivianas fueron liquidadas por las fuerzas populares, que gracias al aporte de los mineros de Oruro y Milluni, hicieron desaparecer por completo al ejército regular y fue reemplazado por un ejército de milicias obreras de 40.000 hombres, dirigidas por la Central Obrera Boliviana (COB), fundada el 17 de abril tras la toma del poder político por parte del MNR. En este momento Bolivia vive una situación de dualidad de poderes, representados por la Central Obrera Boliviana y el Movimiento Nacionalista Revolucionario. La COB tenía como columna vertebral los mineros, agrupados en la FSTMB. El secretario general electo en 1952 fue Juan Lechín, que “democráticamente” ocupó ese cargo por 35 años.

En un principio las masas mineras van a presionar desde la COB al gobierno para que se nacionalicen las minas, acompañado de la creación de organismos de gestión obrera, que más adelante se conocerán como “Controles Obreros”. A la COB se le va a conceder el poder de nombrar y destituir a tres miembros del gabinete del presidente Paz Estenssoro. Los sindicatos campesinos van a crecer políticamente al punto que comenzaron a apropiarse de tierras antes de que se efectúe una reforma agraria. En Oruro, los mineros destituyeron al alcalde y pusieron uno nuevo que era obrero, elegido por la democracia popular. La COB llegó a controlar de manera directa algunas municipalidades. Se vivía una situación en algún punto similar a los meses de febrero a octubre de 1917 en Rusia, incluso algunos trabajadores llegaron a plantear:“Todo el poder a la COB”. La gran diferencia entre los dos contextos es la ausencia de un partido como lo fue el Partido Bolchevique. Si uno analiza mínimamente el grado de descontrol social, puede suponer que con más organización por parte de la clase trabajadora la revolución estaba muy cerca, teniendo en cuenta también que no había aparato represivo, ya que había sido exterminado en las dos semanas de enfrentamientos armados. Pero la COB no se va a constituir como un organismo capaz de derrocar al gobierno reformista, sino que va a conciliar con él. En realidad, la dualidad de poderes va a existir hasta que se consolida en la dirección de la COB una burocracia que se aferró a la postura reformista del MNR y negoció con el presidente Víctor Paz Estenssoro. A partir de que en la COB se instala una burocracia sindical traidora a los intereses de la clase trabajadora, ésta y el MNR representaran los mismos intereses de clase.

El MNR se hace cargo del poder en una situación muy delicada. Como movimiento reformista que fue, su interés en definitiva fue salvar al sistema capitalista y evitar una posible revolución social. Para solucionar este problema va a tener que maniobrar especialmente frente a cuatro factores: los obreros mineros, el movimiento campesino, la presencia de Estados Unidos y la ausencia de un ejército regular, y por lo tanto de un aparato represivo fuerte.

Si bien es cierto que el gobierno de Paz Estenssoro va a nacionalizar las minas, lo hace por que no le queda otra alternativa que crear la COMIBOL (empresa estatal a cargo de la explotación minera) frente al avance revolucionario de los mineros. Es que era imprescindible que el Estado se haga cargo de este recurso para contener al potencial revolucionario de este sector de la clase obrera. La nacionalización de las minas fue por supuesto con indemnización a estos magnates dueños de las minas, conocidos como los “barones del estaño”: Patiño, Aramayo y Hoschild. Por más que se hubiese pretendido nacionalizar sin indemnizar, para hacerlo tendría que haber tomado una postura antiimperialista, ya que Bolivia no tenía fundiciones de metal propias y trabajaba con extranjeras -principalmente de Liverpool- que le plantearon al gobierno de Paz Estenssoro que si no indemnizaba a los propietarios de las minas dejarían de comprar la producción minera boliviana. No le quedaba otra alternativa (dentro de los marcos de sumisión al imperialismo) que indemnizar, después de las bestiales ganancias que habían obtenido los barones del estaño, tras mínimas inversiones y una explotación inhumana a los trabajadores. Hay que aclarar también que estas minas ya no tenían la riqueza que solían tener 20 o 30 años atrás. Los registros de 1929 indican una exportación de 47 millones de toneladas de metal, cifra que no volvió a ser alcanzada en los años siguientes. En definitiva, conciliando de esta manera el gobierno reformista va a calmar a las masas mineras.

Con respecto al campesinado, Paz Estenssoro apuntó a conformarlo con el fin de evitar una alianza con entre campesinos y mineros. El 2 agosto de 1953 se transforma en ley el proyecto de reforma agraria que buscaba erradicar al latifundio. Los propietarios fueron indemnizados con bonos a 25 años. Por otro lado, las propiedades que se modernicen por medio de la inversión de capitales no serían consideradas latifundios y por lo tanto seguirían en manos de sus dueños. No se incluía en la expropiación de tierras a los ganaderos de hasta 50.000 hectáreas, y en definitiva sólo cambiaron de dueño el 25% de las tierras cultivables. Para 1961, después de 9 años de “revolución” del MNR,  la cantidad de hectáreas repartidas era de 3.5 millones. Si lo comparamos con Cuba (país mucho más pequeño en cuanto a superficie) en tres años de revolución cubana se repartieron más de 5 millones de hectáreas. Con esta reforma agraria, Paz Estenssoro se gana el apoyo de aquellos campesinos que tienen acceso a la tierra, y lo hace tomando una medida que en su esencia es capitalista y que ni siquiera la lleva a fondo ya que se les respetó a muchos terratenientes sus propiedades. De esta manera consigue la adhesión del campesinado, alejándolo del principal miedo del MNR, la alianza obrero-campesina.

Otro de los factores con que tuvo que maniobrar el MNR fue el imperialismo norteamericano. Entre 1953 y 1958, Estados Unidos envió en concepto de “ayuda” 98,4 millones de dólares en alimentos que ya se producían en Bolivia, por lo tanto que competían con la producción local. Hay que aclarar que los productos que enviaba Estados Unidos eran excedentes de superproducción agrícola que tenía, y se favorecía al quitarlos de su mercado interno ya que así sostenía los precios internos. Queda claro que el imperialismo nunca regala nada, pero el que si regaló fue Paz Estenssoro, que en 1955 abrió las puertas al capital norteamericano para la explotación petrolera y gasífera. Se beneficiaron con esta entrega del MNR la Tennesse Gas Company, la Monsanto Chemical Company, la Murphy Oil Corporation y la Union Oil and Gas of Louisiana. Al año siguiente Paz Estenssoro termina su mandato, reemplazado por Hernán Siles Suazo, primer presidente electo en Bolivia a través del sufragio universal. El MNR va a aprovechar este cambio de presidente para “derechizar”, aún más, la postura del partido. Los alineamientos a Estados Unidos van a ser más fuertes todavía. A raíz de la creciente inflación que afrontó el gobierno anterior, el nuevo presidente va a aplicar un plan de estabilización económica dictado por el Fondo Monetario Internacional. No es necesario aportar muchos datos más para confirmar el carácter capitalista y obediente del imperialismo del MNR, que en la segunda presidencia de Paz Estenssoro (1960-64) va a rechazar un ofrecimiento soviético de instalar una refinería de estaño, mientras se regalaba al imperialismo yanqui, hundiendo aún más a Bolivia en la dependencia económica.

Por último, Víctor Paz Estenssoro va a rearmar el ejército, ya que para sacar a flote un país capitalista era necesario un ejército capitalista, y el único que existía después de las jornadas de abril del 52´ estaba formado por milicias obreras. Muestra una vez más su carácter de clase en 1953, cuando reabre el Colegio Militar, empezando la recreación de las Fuerzas Armadas Bolivianas.

Para la finalización de la primera presidencia de Víctor Paz Estenssoro su misión de piloto de tormenta ya estaba cumplida. Había contenido al movimiento obrero, lo había transformado en furgón de cola del Movimiento Nacionalista Revolucionario y había rearmado el ejército, mientras contenía al movimiento campesino con una reforma agraria que ni siquiera erradicó el latifundio y mantenía relaciones cordiales con Estados Unidos. El golpe final al movimiento obrero se lo dará la presidencia de Hernán Siles Suazo entre 1956 y 1960, que se nutrirá del aporte del burócrata Juan Lechín, que disminuirá el tono combativo de la COB y limitará la actividad sindical a la lucha económica. Se siguieron afianzando las relaciones con Estados Unidos iniciadas por Paz Estenssoro, enterrando los principios e ideales de soberanía por los que muchos combatieron y murieron en abril de 1952.

Con respecto a la izquierda, el único partido que hubiera podido estar cerca de incidir dentro del proceso era el Partido Obrero Revolucionario, ya que llegó a tener 6 de los 13 miembros de la dirección nacional de la COB. La incidencia del trotskismo en el movimiento minero (y por consiguiente dentro de la COB, ya que la FSTMB era el eje organizativo e ideológico de la COB) fue importante, pero no tuvo la fuerza suficiente como para tener el control total de la Central Obrera Boliviana y sacar de la dirección a la burocracia que se formó, especialmente a su líder Juan Lechín. La burocracia sindical y la del MNR se encargaron de adormecer a las masas, mientras el POR no tenía la incidencia suficiente como para torcer ese destino; es que no pudo llegar a convertirse en un partido con la capacidad de conducir a las masas hacia el socialismo.

Hoy en América Latina y en nuestro país enfrentamos la misma carencia: una organización revolucionaria de masas. No parece quedar otro camino que recorrer que el de la construcción de esta herramienta política.

Federico Avellaneda.

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