LA CRISIS ALIMENTARIA EN AFRICA.

UNA ALERTA PARA EL MUNDO

Al hablar de la crisis alimentaria en África Subsahariana muchos autores mencionan los conflictos armados como primera y, muchas veces, única causa del fenómeno. Sin embargo, históricamente África ha sido el territorio más afectado por la hambruna y la inseguridad alimentaria. La responsabilidad, desde la esclavitud hasta nuestros días recae sobre los colonizadores europeos y Estados Unidos de Norteamérica.
Múltiples son los factores que han llevado a que los Estados al Sur del Sahara hoy sientan con más rigor los efectos del hambre:
Durante la colonización europea, muchos agricultores y pescadores africanos fueron despojados de sus hogares y llevados como esclavos al viejo continente; cuestión esta que incidió negativamente en la seguridad alimentaria de los africanos y tiene sus primeros vestigios en la década de 1960. Esta situación se agudiza en dos momentos, en 1974, y a partir de 2005 hasta la fecha.
Como resultado del dominio colonial y el lugar asignado en la División Internacional Capitalista del Trabajo, a los países subsaharianos se les impuso transformaciones en los modelos de producción agrícola y en la cosecha de los cultivos tradicionales.
Los cultivos tradicionales de amplio consumo popular como el ñame, la yuca y otros tubérculos, fueron reemplazados por aquellos productos que reportaban un mayor nivel de beneficio para los países capitalistas desarrollados, como el algodón, el café y el cacao; que son importados como materia prima al Primer Mundo y reexportados para el territorio subsahariano con valor agregado y con el consiguiente intercambio desigual.
Desde entonces África, a pesar de ser una región eminentemente agrícola, se convirtió en importador de alimentos del Primer Mundo.
Entre las décadas de 1970 y 1980, los Estados al Sur del Sahara comenzaron a buscar nuevos mercados, pero carecían de créditos suficientes para desarrollar las políticas económicas. Se vieron obligados a aceptar los programas de Ajustes Estructurales Neoliberales que forzaron a los gobiernos a abandonar la producción nacional de alimentos.
La imposición de estos programas se manifestó en la compra a gran escala por extranjeros de amplias parcelas de fértiles tierras agrícolas y en la producción y exportación de granos por parte de los oligarcas nacionales e inversores extranjeros, aumentado la internacionalización de la economía.
Al perder el Estado el control casi absoluto sobre la tierra y sobre los principales recursos naturales y minerales, los nuevos propietarios extranjeros comenzaron a tener influencias en la toma de decisiones fundamentales.
La bancarrota de los productores de alimentos devino en desplazamientos masivos de granjeros y trabajadores agrícolas a las ciudades y en la concentración de la tierra en las manos de propietarios de plantaciones comerciales que se concentraron en la producción de cultivos para la exportación.
Otra de las causas que agudiza la crisis alimentaria en África y pone en peligro la vida de millones de seres humanos es la demanda, cada vez más alta, de producción de biocombustibles.
Los europeos, EEUU y Brasil tienen en África las tierras, el agua y la fuerza de trabajo para la producción de biocombustibles.
Mozambique destinará 3 millones de hectáreas a la siembra de caña de azúcar para la producción de etanol. Esta extensión terrestre necesitará la fertilización de las tierras con urea, amoniaco, potasio y superfosfato triple; cuyo precio en el mercado se elevó considerablemente en los últimos cinco meses. La urea, de 537 dólares estadounidenses ($ USD) la tonelada el costo actual es de $885 USD; amoniaco de $370 USD aumentó a $950 USD; potasio de $574 USD se elevó a 960 dólares y el superfosfato triple de $426 USD se cotiza la tonelada actualmente a 1300 dólares.
Estas tierras necesitarán desde 0.8 toneladas hasta 4 toneladas de fertilizantes por cada 13.4 hectáreas, dependiendo la cantidad de fertilizantes a utilizar del estudio de las necesidades del terreno.
Los ideólogos del etanol y los políticos africanos (por ignorancia) no se han ocupado del estudio de la fuerza de trabajo, que tiene que cortar la caña manualmente. Investigadores brasileños sostienen que un cortador manual de caña, debe cortar diariamente 12 toneladas que equivale un poco más de mil arrobas.
El corte de caña está clasificado como excepcionalmente intensivo para un peso corporal de 65 kilogramos y edad de 18 a 60 años. Esta actividad tiene un gasto calórico entre 4520 y 4410 kilocalorías (según el Instituto de Nutrición de Cuba).
Para satisfacer las imperiosas necesidades en alimentos una persona necesitará ingerir 130 gramos de proteínas, 141 gramos de grasas y 678 gramos de carbohidratos. El costo de su alimentación está cerca o por debajo del salario a destajo que percibe y apenas alcanzará para el mantenimiento de su núcleo familiar, quienes ayudarán al intenso esfuerzo del padre, alzándole la caña cortada.
Al trabajo intensivo se sumarán las enfermedades devastadoras como la malaria, tuberculosis y VIH/SIDA; pero siempre habrá la rotación de la fuerza de trabajo para el relevo de los muertos.
Otro fenómeno que golpea la producción de alimentos en África Subsahariana es el cambio climático.
En Lesotho, Sierra Leona, Ghana, Malawi, Zambia, Kenia, Chad y Swazilandia disminuyeron las producciones de alimentos agrícolas debido a la intensa sequía.
En el 2000-2002 Malawi sufrió una sequía que provocó unas 20 mil muertes de inanición y en años posteriores, fuertes sequías también han afectado los cultivos y alrededor de 4 millones de personas han sufrido escasez de alimentos.
En Sierra Leona y otros países de tradición pesquera, el pescado es cada vez más caro, no solo por los altos gravámenes que deben pagar los pescadores, sino también por la insuficiencia de peces.
Otro aspecto a tener en cuenta es el alto precio de los hidrocarburos.
El continente africano, aunque tiene importantes productores de petróleo como Nigeria y Angola, es uno de los más afectados con la inflación del monto de los hidrocarburos y sus derivados; en tanto más del 30% de la actividad económica fundamental de la mayoría de los países emana de sectores primarios como la agricultura, la silvicultura y la ganadería.
También los conflictos civiles en África Subsahariana provocan un impacto negativo en la inseguridad alimentaria porque: se arruinan las cosechas; se hace imposible labrar los suelos porque la población emigra hacia otros sitios, se incorpora a la guerra o es muerta en la contienda; se destruyen las infraestructuras rurales y muchas personas emigran en busca de paz y comida. En el Este de la República Democrática del Congo han muerto 5 millones de personas, las de mayor riesgo como niños, mujeres y ancianos, en los últimos 10 años, por las causas mencionadas.
El alza del precio de los alimentos ha repercutido en la clase media urbana africana; no teniendo igual incidencia para el campesinado pobre.
Los campesinos, aunque están subalimentados y desnutridos no sufren el alza de los alimentos, pues se nutren de tubérculos que son cosechados por ellos, hojas de plantas, insectos, roedores, gusanos y, los que viven cerca de ríos y lagos añaden el pescado, a la dieta. Sólo las intensas y prolongadas sequías o inundaciones fluviales pueden dar al traste con su cosecha y poner en grave peligro de muerte por hambruna, a cientos de miles de personas
La clase media urbana, en cambio, que acude habitualmente al mercado, tiene otros hábitos alimentarios y los productos de la canasta básica son casi todos importados y el alto precio que tienen les impide a muchos, tener limitado acceso a ellos.
En Zambia el 75 % de la población vive con menos de un dólar diario. El alimento fundamental es la harina de maíz que tiene un precio en su mercado nacional de 0.53 dólar estadounidense ($ USD) el kilogramo (Kg.), el pescado $5.41 USD el Kg., la leche $1.37 USD el litro, los granos $2.33 USD el Kg., las carnes de res, cerdo, carnero y pescado oscilan entre 4 y 5 dólares el kilogramo.
Precios similares se registran en Burkina Fasso, Cabo Verde, Kenia, Mozambique y en el resto de los países africanos.
El salario promedio no solo les impide a la población tener acceso a los productos fundamentales para su alimentación, sino que no pueden consumir la cantidad de calorías (aproximadamente 2,600 calorías diarias) necesarias para mantenerse nutridos, si la actividad física es ligera. El hombre africano, por lo general, realiza una actividad física de moderada a intensa y necesita de 3000 a 3350 calorías diarias.
La crisis alimentaria es expresión del agravamiento de la crisis de la economía internacional. Este retroceso de la economía mundial trae aparejado consecuencias negativas para los países subsaharianos:
1) aumenta el hambre, la desnutrición y los niveles de pobreza;
2) los Estados importadores de alimentos tendrán que destinar mayor presupuesto para la compra de los mismos, lo que puede ir en detrimento del desarrollo de otros sectores sociales, como la educación y la salud;
3) se encarece la producción nacional de alimentos;
4) aumenta la inflación,
5) disminuye la exportación de mercancías destinadas al consumo alimenticio, en tanto se hace necesario utilizarlas en el consumo nacional
y 6) genera disturbios sociales que pueden provocar el derrocamiento de los gobiernos.
En países como Mozambique y Burkina Fasso han ocurrido violentas acciones de protesta contra el encarecimiento del costo de la vida. Estas manifestaciones tienen como denominador común ser un estallido social espontáneo que el gobierno no esperaba, sin líder alguno, ni previa organización.
El Derecho a la Alimentación es reconocido en la Carta Internacional de los Derechos Humanos y regulado como un derecho fundamental en la Constitución de muchos países. Sin embargo, una gran mayoría de las personas no sólo no ejercen el mencionado derecho, sino que ni siquiera conocen de su existencia.
África es un ejemplo de lo que puede pasar en el mundo con la crisis alimentaria.

Dr. Rodolfo Puente Ferro
MSc. Yanila Reyes Paret.
Departamento de Relaciones Internacionales CCPCC

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