El Anti-imperialismo es el camino más corto para arribar al Socialismo 

 

El movimiento socialista no deja de crecer

Las ideas socialistas que nacieron a comienzos del s.XIX europeo –Fourier, Saint Simón, Proudhón, Blanqui, etc – se instalaron en base a dos factores concurrentes. Uno, la expulsión de grandes conglomerados, de las bucólicas campiñas pertenecientes a la iglesia y los señoríos, con el correspondiente cambio de hábitos, sumergiendo a estas masas en el horror de las urbes mugrosas, es decir; amuchadas en un hacinamiento insoportable. El otro factor: los efluvios, todavía latentes y frescos de la Revolución Francesa, repercutiendo en sus memorias. Puntualizo este origen de carácter regional y numéricamente poco significativo, para evaluar ese corto recorrido, hasta hoy, de este movimiento cuya consigna inmanente a su trayectoria fue y sigue siendo: ‘a cada cual según sus necesidades y cada cual según sus posibilidades’.

Sin embargo, ese anhelo va sufriendo mutaciones, a medida que se despliega por distintas geografías y nuevos tiempos. El significante de socialismo cambia, para un significado que a veces se concretiza y otras se significa como utopía. Veamos:

A partir de que la revolución rusa hace su aparición, lo hace dentro de los marcos teóricos de la Segunda Internacional, que realmente era una internacional de masas, en las ciudades realmente industrializadas. La implementación de la Tercera Internacional, con sus cuatro primeros congresos de carácter fundante, no tuvo la misma acogida por parte de la clase obrera mundial, aunque exacerbaron las cuestiones nacionales, ya que la revolución era Internacional por su contenido, pero nacional por su forma. La burguesía mundial se reagrupo en la Liga de las Naciones, con lo cual aceleró su crisis irresuelta en la Primera Gran Guerra y prepararon el gran asalto, que efectivamente encuentra sola a la URSS. El pueblo ruso acertadamente la denominó ‘Gran Guerra Patria’.

A partir de aquí, quedó claro que el internacionalismo socialista quedó convertido en letra muerta, al expresarse fácticamente, una división de intereses, (temporales, al menos) entre los trabajadores de los estados obreros y los trabajadores de los regímenes capitalistas. La cuestión nacional se potencia en desmedro de la cuestión social. Esto no estaba contemplado en la teorética marxista del s. XIX o al menos, por estas playas nunca fue corregido hasta el día de hoy. Al punto tal, que las revoluciones subsiguientes: la china, como continuadora de la rusa, por ejemplo, de entrada nomás, se auto-caracterizó como  de ‘liberación nacional’.

¿Qué implica esto? Que desde la ‘Liberación Nacional’ al ‘Socialismo’ hay un largo trecho. ¿Por qué? Porque el comando del mundo lo sigue teniendo el imperialismo, en tanto comando unificado de la propiedad privada. No sólo en el campo económico, en el que se permite manipular los términos de intercambios, a su favor, sino también en el campo político, donde se vale de su capital colonial para imponer a través de los organismos internacionales y de sus propias leyes, más las no escritas, pero determinantes, imponiendo a través de una diplomacia punitiva, extorsiones de todo tipo. Esto determina que las liberaciones nacionales sean liberaciones relativas, que no escapan a la determinación general de la impunidad capitalista en su conjunto. Lo que no implica que a lo largo de estos dos siglos, la clase obrera mundial, en promedio, y con las abismales asimetrías existentes, no haya crecido, políticamente hablando. Estas aseveraciones indican, que las revoluciones del siglo XX, que significaron grandes saltos hacia adelante, aunque sus contenidos hayan sido apenas transicionales.

Superar al capitalismo, como modo de producción requiere al menos dos condiciones: uno: superarlo armamentísticamente en todos los planos, y dos, superarlo dentro de las mismas leyes de mercado, en el campo de la productividad. A partir de allí, puede afianzarse la economía de Plan, como modo de producción, con el conjunto de libertades políticas que a partir de allí pueden desplegarse, mundialmente hablando y partiendo de los desarrollos desiguales y combinados realmente existentes. De esta manera, la consigna: ‘a cada cual según sus necesidades y cada cual según sus posibilidades’ ha sufrido grandes transformaciones, por un lado, se ha vuelto lejana para muchos (temporalmente hablando), pero por otro, se ha vuelto una categoría universal.

 

La realidad y el concepto que la define

En virtud de las afirmaciones plasmadas en el punto anterior, se impone cuestionar algunas hipótesis argumentales, que en sí mismas entrañan un carácter contra-revolucionario desde las propias filas del movimiento revolucionario. A saber:

Hipótesis primera: Sobre las burocracias traidoras

Dado que la realidad no coincide con nuestros parámetros ideológicos. La respuesta primera, la impresionista, digamos; refiere a traición de los dirigentes. A poco andar la revolución rusa podía tener alguna credibilidad, aunque no comprobaciones acabadas, tomando el proceso socio- histórico de conjunto. Pero, transcurrido cerca de cien años y con varias revoluciones nacionales en su haber, el movimiento socialista necesita nuevas explicaciones. ¿Todas las dirigencias de revoluciones triunfantes son traidoras? ¿Todas? ¿A qué se debe?  ¿Los puestos pervierten a los funcionarios? ¿Llegan al poder y se achanchan, asimilándolos con los liderazgos propietarios? O los límites de desarrollo que son más complejos de explicar, como por ejemplo: Imposibilidades en los términos de intercambios apuntalados por los bloqueos, a veces combinados con tasas bajas de productividad. Vivir acechados por la continua amenaza de sabotajes, invasiones, etc. que condiciona  el horizonte productivo hacia la defensa antes que al bienestar. Últimamente ha aparecido el modelo Yugoslavo, como ejemplo de ‘Socialismo verdadero’. Un ejemplo que lo define todo. El mejor socialismo es el socialismo aplastado. Hay en este razonamiento un fetiche de la revolución local. Si bien los estados obreros tienen menos límites que los estados subordinados, pero continúan con limitaciones estructurales, es decir; de carácter mundial.

Hipótesis segunda: China, ‘el otro imperialismo’

Esta adjetivación tiene por lo menos un componente ahistórico. El imperialismo en su ejercicio real ha sido la fase culminante de procesos de desarrollo, consolidación y decadencia del modo de producción esclavista. El imperialismo fue esa fase culminante del proceso greco-romano, con una etapa de conquista, otra de república y otra, por fin, de imperialismo. Por extensión, le llamamos imperialismo, a la fase que a partir de hace setenta años atraviesan luego de un derrotero comparable al clásico, a los E.U.A.

China aún no llegó a una toma mundial del poder y anticipadamente ya la estamos tachando de imperialista. Una afirmación temeraria, por lo menos. Lo que se supone que nos quieren decir ‘estos marxistas críticos’ es que cuando se afiance una economía de Plan. Al estar, la conducción del Partido ‘burocratizada’, la idea última que estos -los burócratas- tienen es ‘regresar’ a la economía privada, como si esto fuese históricamente posible. Este razonamiento implica un desconocimiento de las leyes de la historia, Se puede en determinados contextos manipular algunos pueblos, nunca a todos. La historia no es manipulable por las voluntades individuales. Ocurre lo siguiente: cada salto adelante, determina los subsiguientes, aunque en el medio haya retrocesos, prolongados inclusive, dado que el oponente también juega, pega y a veces pega fuerte. Por el contrario, nada nos dicen ‘estos marxistas’, en la mayoría de los casos, compañeros de ruta, en referencia a la ‘burocracia’ china, como una transición, en tanto no hay conformada una clase, por fuera del P.C.Ch. y condiciones materiales mediante, ‘avanzar’ hacia una sociedad socialista. En todo caso, puede ser en un sentido ó en el otro. Pero apostar anticipadamente por otorgarle un carácter estratégico a los repliegues, adelantados y explicados por el partido, sin contradicciones fundamentales con sus propios postulados –los del PCCh- que no son ni los de la Primera, Segunda ni Tercera Internacional, indica miedo y nada más.

Hipótesis tercera: el sujeto revolucionario como único y siempre el mismo

La revolución es una instancia última de regeneración de las relaciones sociales. Ningún pueblo desea los costos de un Vietnam o de un Irak, para desalojar al imperialismo. Esto no quiere decir, sujetarse a los parámetros de una democracia representativa. Las distintas formas de lucha, siempre en consonancia, con las reales relaciones de fuerza -no con las imaginarias- van configurando las herramientas, los métodos y formas de lucha. Un factor a tener en cuenta esta dado por el hecho de que las transformaciones sociales, a veces se producen desde abajo hacia arriba, de forma insurreccional y otras veces de manera reformista de arriba hacia abajo y de alguna manera existe, una relación combinada entre reforma y revolución. Las revoluciones en una región generan reformas en otras y viceversa. Es un movimiento combinado de las relaciones sociales. La unilateralidad en este punto, también genera frenos en el desarrollo de la clase obrera en el ascenso a su emancipación. Ejemplo: el frente popular en determinados contextos, como en la des-industrializada latino-américa puede ser útil, en otros como el Asia super industrializada, no.

El proceso que atraviesa Venezuela mirándolo con esta lupa, tiene un claro carácter revolucionario, especialmente contrastándola con su antagónica histórica: Colombia.

Dado que esta conversación está destinada a polemizar con algunos ‘marxistas creyentes’, la idea es cerrarla recordando otra gran polémica: la que el joven Marx, protagonizó con su compañero Bruno Bahuer, sobre la cuestión judía: allì ‘El Moro’ explica que hay una liberación política y otra humana. Yo lo leí en ‘La liberación humana’, donde están las dos ponencias, (la de Bahuer y la de Marx) Ediciones RyR, Buenos Aires. En esta idea – la de Marx- lo que hasta ahora estamos protagonizando, en estos dos siglos, no es más que una ‘liberación política’. Para la ‘liberación humana’, que es la que los anarquistas nos han reclamado desde siempre, todavía falta, pero… vamos en camino a conquistar primero una, después la otra, y solo si se puede las dos. ¿Porqué no?

 

Oscar Herrero

(la nota no expresa necesariamente el pensamiento del PCT)