Argentina hoy envidia a María…

 

Hace unos años una canción recorrió América Latina, en su estribillo decía “un pasito p’alante, María, un pasito p’atrás”.

Y así es al fin, la vida, avanzamos, retrocedemos y en el mejor de los casos luego volvemos a avanzar, como en un eterno reciclaje que a la vez nos permite ir desarrollándonos como seres humanos.

Sin embargo muchas veces ese pasito no logramos darlo y se nos va la vida en el intento causando muchas veces nuestra propia autodestrucción.

Todo indica que esa parece ser la situación de Argentina, un país riquísimo en recursos y empobrecido por las malas políticas que lo arrastraron barranca abajo hasta casi hacerlo tocar fondo y con un futuro que amenaza tormenta.

 

En diciembre de 2001 un fuerte estallido social hizo temblar las estructuras del poder. Un presidente inescrupuloso debió huir de la misma manera que huyen las ratas, una consigna, “que se vayan todos”, recorrió la geografía y trascendió tierras hermanas. Se había dado en el clavo, el pueblo estaba manifestando su disconformidad con las políticas y la corrupción instaladas hasta ese momento y los sectores sociales, unitariamente, lanzaron ese grito de guerra “que se vayan todos”.

 

Duró poco la consigna, la izquierda siguió fracturándose, el enemigo avanzando y se silenciaron las voces.

Ya no sólo que no se fueron todos, sino que se quedaron e irrumpieron en escena con más fuerzas que nunca.

Dieron prueba de ello las inmensas movilizaciones que convocó un hombre que salió a la palestra a partir del secuestro y posterior asesinato de su hijo. Un hombre conocido como el Ingeniero Blumberg, que comenzó convocando a cien mil personas bajo el argumento de la “seguridad” e instigando que se debía ejercer “mano dura” con la delincuencia, sin detenerse a pensar que para que ésta tome auge es porque antes fue instigada por alguien…

Luego cayó la imagen de ese señor, así como hace pocos días cayó sobre su anatomía el título de ingeniero que no era sino una mentira. El ex ingeniero al ver descubierto su fraude, trató de esbozar una explicación que no se creyó ni el mismo.

 

Llegó luego un nuevo presidente, que alcanzó su mandato con el 22% de los votos y a quien el mundo consideró un “progresista”.

Hubo desapariciones en medio de ese gobierno, represiones brutales, muerte. La mano dura estaba ya presente en cada movilización para alegría de muchos.

 

En junio de este mismo año, se producen las elecciones para jefe de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires, ayer conocida como Capital Federal.

Si bien fue alta la abstención, tal vez por la desconfianza que la clase dirigente logró sembrar en el escenario político argentino, quien llegó a la meta fue un empresario de la derecha más recalcitrante, presidente del club de fútbol que más copas intercontinentales logró: Boca Juniors.

Ese empresario es Mauricio Macri.

 

Los analistas políticos dieron su opinión acerca de cuales fueron las circunstancias que posibilitaron su victoria, que por otra parte fue un clarísimo revés para el presidente de los argentinos y para la izquierda en general.

 

Ya no se oye el “que se vayan todos”, ahora no sólo diríamos que se quedaron todos, sino que además llegaron los más duros exponentes del anti pueblo, pena que no se hayan dado cuenta de ello los que emitieron su sufragio tal vez hartos de todo lo conocido hasta el momento, así como por las onerosas prebendas ofrecidas en la campaña electoral.

 

Lo que sí estamos seguros es que la victoria nos habla de una fuerte recomposición de  las fuerzas de derecha, un avance de las mismas que hace 30 años anegaron de dolor las calles argentinas.

Y si nos desplazamos un poco más allá, vemos que este triunfo no afecta solo a Argentina, sino que puede convertirse en un muro de contención para el proyecto bolivariano de la misma manera que la firma del presidente aprobando la Ley Antiterrorista amenaza con un efecto dominó en países hermanos, que hasta el momento no la firmaron y sin dudas comenzarán a hacerlo luego del triste ejemplo celeste y blanco.

 

El fascismo se instala en la Ciudad de Buenos Aires, ya pasó de moda la canción que mencionamos al principio de esta nota, pero hay algo que no creo que se pueda minimizar al paso de las circunstancias actuales.

No hay pasito p’alante, Argentina, sino muchos pasitos p’atrás. Esos pasitos que pueden acarrear un gran dolor, nuevamente, en un país devastado y que llora sus desaparecidos con la misma fuerza con que los lloró cuando los arrancaron por cometer el pecado de atreverse a soñar un país diferente.

Incapaz de implementar un proyecto superador que permita que por fin los argentinos vean la luz luego de una oscura noche interminable, hoy Argentina envidia a María, porque no supo dar el pasito p’alante que tanto necesita ese pueblo…

 

Ingrid Storgen

 

Julio 2007

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