Breve historia y análisis de la degeneración de CCOO

 


Nos encontramos delante de la amenaza de un nuevo Pacto Social, “típical spanish”. Uno más de los muchos que se han venido “cocinando” a lo largo de todo este periodo, dos años después de la muerte de Franco. Pactos Sociales que en nada se asemejaban a los antiguos. Los del pasado, aunque a favor de los trabajadores, sus defensores, los reformistas sindicales, con el respaldo de los partidos socialdemócratas, tenían que aguantar las críticas del sindicalismo revolucionario, que les insultaban llamándoles social traidores, porque entendían que engañaban a los trabajadores con unas cuantas someras mejoras, desviándoles de la lucha por la emancipación de la clase obrera.
Los actuales, o sea, los que se comienzan a firmar en el 1977, a partir de los Pactos de la Moncloa, en este caso rubricados por los partidos políticos, desde la derecha de Fraga Iribarne, hasta la izquierda del señor Carrillo del PCE, más todos los que a continuación se fraguaron por los dos sindicatos principales, se les ha de señalar como hechos de traición a la clase obrera, con más razón, pues tienen el agravante de que no solo no se escriben las leyes a su favor, sino que por el contrario, uno tras de otro van en su contra.
El inconveniente de acceder a una democracia, no conquistada, (fruto de que el caudillo muriera, con el poder entre las manos, a pesar del pesado manto de la virgen, y de cientos de litros de transfusiones de sangre) no tenía por que obligar, y menos a una organización potente de cuadros que tenían el PCE y PSUC, para ponerse poco menos que de rodillas, peluca en mano reconociendo la monarquía, la bandera, el apoyo a la indivisión de España, y sobretodo, el compromiso de domesticar a sus muchachos de CC.OO.
De modo que, en el 81, CC.OO “pasa por el tubo” y se incorpora a firmar su primer Pacto Antisocial, que es como algunos los definimos en aras a las perjudiciales variantes que he señalado. La UGT, ya le llevaba dos por delante: Adolfo Suárez y Nicolás Redondo en el 79 sellaban el primer acuerdo, llamado ABI ( Acuerdo Básico Interconfederal) en los que se imponían los enunciados para el Estatuto, al que llamábamos, Contra los Trabajadores. De seguido, en el 80, los mismos, volvían a firmar otro pacto, donde se cambiaba básico por marco.
Tras del tejerazo del 23 f, en el 81, CC.OO, padeciendo el acoso de la dirección del PCE se somete a ser un sindicato “responsable”, según la definición concreta que le imprime su Santiago Carrillo, deseoso y angustiado, entre otras cosas, por sacudirse de encima la cara de Paracuellos que la extrema derecha se empeña en ajustarle. A si es que, cinco meses más tarde del “fracasado golpe”, Marcelino Camacho, Secretario General, presionado también por los barones y “marqueses” carrillistas, de la dirección del Sindicato, se ve obligado a firmar el Acuerdo Nacional de Empleo (ANE). Ya ven ustedes; un golpe de estado fracasado, pero magistral. Fue de chamba ó no, ¡vete tu a saber! Pero vistos los resultados, a Tejero, tras de haber estado en prisión, tendrían que haberle hecho un monumento.
A partir de aquí, el sindicalismo de resistencia, de acción directa, de transformación social que definía su carácter sociopolítico, emprendería la ruta de un declive hasta llegar a la escandalosa degeneración sindical en que hoy se encuentra.
Lo cierto es, que este declive, consecuencia anterior del invento del eurocomunismo, en un determinado momento pudo haber sido frenado. Sin embargo, de nuevo, los errores cometidos por la gente, que se puso al frente, dieron al traste con esa posibilidad. Me estoy refiriendo a las inevitables y necesarias escisiones que se produjeron en el seno del PSUC y del PCE en el 82, de donde surgieron el Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC) y PCPE a nivel del Estado. Gracias a estas escisiones, CC.OO se vio en la obligación de mantener ciertas posiciones, hasta el punto de tener que convocar la primera huelga general, en junio del 85, contra la ley de pensiones. Una huelga que tuvo enfrente, no solo al Gobierno y a la patronal, sino también a la UGT.
Después de esta huelga, el sindicalismo de clase se va diluyendo poco a poco hacía una practica interclasista y de corrupción hasta transformarse en características irreconocibles. De este hecho tuvieron gran culpa los aparatos de dirección de las escisiones que se produjeron en el 82, cuyos dirigentes mostraron una vasta incapacidad de análisis marxista, que se manifestó muy tempranamente, cuando no fueron capaces de comprender la necesidad de constituir una alternativa sindical, aún sin que se hubieran producido los atropellos antidemocráticos, apartando sindicalistas opositores, sustituyéndolos por correveidiles tal y como sucedió en la federación del metal de Catalunya. También se modificaron las normas de elección de delegados al segundo Congreso de la Comisió Obrera Nacional de Catalunya, para poder ganarlo. Todo un proceso de trampas y de desvergüenza, donde J. L. López Bulla, S. G. de la CONC, ni siquiera se sonrojó cuando a determinado dirigente político del PCC le amenazó con romper el sindicato en mil pedazos: “lo prefiero antes de que caiga en manos de tus amigos”.
Por todo ello de haberse organizado, en aquellos oportunos momentos, una alternativa sindical, además de que hoy se mantendría, con más fuerza, su carácter de clase, también habría servido para el factor político. En todo este recorrido, CC.OO y UGT, no hubieran podido hacer tanto daño a los trabajadores.
La huelga aparentemente más contundente (vivida en 1988, El 14 D contra el Plan de Empleo Juvenil, convocada conjuntamente por CC.OO y UGT) a fin de cuentas no fue más que una venganza, por ataque de cuernos del Sr. N. Redondo, S. G. de UGT. Felipe González debió llegar a pensar que con todo lo que les había untado, ya podía tratarles de cualquier manera. Los máximos exponentes de los dos sindicatos, eran subvalorados y constantemente ninguneados.
La huelga que paralizó el país el día 14 de diciembre de manera aplastante, tubo a su favor considerable participación de la derecha más definida. El PP, arrimó el hombro, pues era una oportunidad para debilitar al prepotente PSOE, que cada vez más se parecía al PRI, Partido que se había eternizado en el poder del Estado de México y en la corrupción.
Para F. González, que hasta ese momento no le había hecho falta ese eslabón en la cadena, tubo que incorporarlo para relanzar, incluso con más fuerza, el rodillo por el que había venido pasando a todo el mundo. A si es, que aquella importante demostración del conjunto de los trabajadores y trabajadoras, les sirvió a N. Redondo y A. Gutiérrez para confabularse con el Gobierno e incorporarse de pleno derecho al reparto del pastel. A partir de aquí, aumentaron las burocracias de los dos sindicatos, se intensificaron sus métodos verticales y sobretodo la corrupción. Continuaron firmando penosos pactos, permitieron peores decretos y para justificar su desvergüenza delante de la clase obrera, se vieron obligados a convocar cada cierto tiempo falsas huelgas generales; siempre de un día o medio, tal y como sucedió en el 92, en el 94 y en el 2002.
Con este panorama, los empresarios encantados,(haciendo caso al Ministro de economía, Sr. Solchaga, explotando sin cortapisas a los trabajadores y “dando pelotazos”) se hacían ricos de la noche a la mañana. A los/as currelas se les hizo flexibles como goma de mascar: ahora para aquí, ahora para allá, eliminaron los topes de horas extraordinarias y equipararon su precio al de la hora normal; las travas para despedir desaparecieron y con menos costos; para la adquisición de nuevos asalariados los empresarios sólo tienen que “tocar las palmas” a una ETT, y como en un restaurante les traen la carta y eligen a su gusto. Mientras que los trabajadores/as pierden todos los derechos, los sindicatos colaboran pidiendo más y más “patrimonio sindical”, más dinero para las madrigueras de formación, más comisiones para enchufar burócratas en la administración, en las mal llamadas Cajas de Ahorros… ¡daba igual! Ya podía ser para diseñar los trajes que habrían de estrenar, cada año, los niños que cantan la lotería de navidad. ¿Por qué sería que el Sr. Anasagasti llamó mafia a CC.OO y a UGT? al calor de uno de los repartos de prebendas en el País Vasco?
El PSOE, dueño de la batuta desde el principio, dirigió la orquesta en clave estéreo y abrió la espita del desmantelamiento del patrimonio público: petróleo, energía, teléfono, transporte, bancos, pensiones… ¡que hermosura! Todo para ellos. Para los capitalistas. ¡Y eso que son de izquierdas! No me cansaré, y en esto coincidimos muchos, en recordar que la derecha histórica nunca va a defender mejor los intereses del capitalismo que esta mal llamada izquierda. Si además le sumamos el equivalente sindical, nos aproximarnos a poder comprender, no sólo lo que ha sucedido, sino lo que está por suceder. El trío del terrorismo laboral y antisocial (Gobierno, CC.OO-UGT y CEOE) ya están trajinando otra acometida contra los de siempre.
Hace pocos días en una reunión estatal, en Valencia, donde participaron diversos grupos políticos, sociales y sindicales, con la finalidad de denunciar y luchar contra quienes han provocado la crisis; en los debates sobre propuestas de medidas alternativas a la crisis, lógicamente apareció la de oponerse a que se firme otro pacto ó reforma… Al hilo de los razonamientos y la discusión, con el sano criterio de mantener la unidad de todos los grupos, uno de los participantes en el evento intentó segregar de esta contienda este punto. Argumentó que no abría acuerdo para la firma de un nuevo pacto , ya que el sabía de buena tinta que los sindicatos CC.OO y UGT estaban asombrados del paquete que pretendían colar la patronal. Como anillo al dedo, pensé yo. Con gran fluidez vino a mi memoria, cosa rara en mi, multitud de debates de cuando estuve en CC.OO y en sus órganos de representación máxima a nivel de Catalunya. Cargábamos con imposiciones por Decreto, firmas de Pactos, etc. Algunos ya no sabíamos como argumentar para echar el freno a aquella sangría. “No os dais cuenta, nos tienen la moral comida, nos toman el pelo igual que a criaturas”. “Resulta que la CEOE nos amenaza con cortarnos los dos brazos, nos asustamos, forcejemos; al final solo nos amputa uno y encima lo presentamos como un éxito de la negociación”. Era desolador ver como esas “mutilaciones” se repetían en nosotros, una y otra vez, igual que si “fuéramos el ave fénix de la estupidez”.
Durante 14 años, en la legalidad, que yo aguante y me aguantaron en CC.OO, pude, junto con otros compañeros y compañeras, discurrir en razonamientos, con ó sin metáforas, que los hubieran comprendido hasta niños de ocho años. ¿Como era entonces posible que experimentados activistas del sindicalismo no rectificaran y retomaran una seria y consecuente defensa de los intereses de quienes representaban. Llegué a pensar que tal vez es que no daban más de sí; que a lo mejor de verdad, rayaban la tontuna. Una cosa era que no adoptaran bases radicales de sindicalismo revolucionario; pero, desde posiciones reformistas, cuanto menos; cortinas nuevas para los trabajadores. Pues nada, ni siquiera eso: las moscas nos han venido comiendo.
Poco después de los primeros pactos, pude comprobar con gran decepción, que de todo había y mayormente falta de honestidad y de conciencia. Dirigentes que flojeaban frente a los trajes de los ejecutivos, encantados con los flases y la televisión. Formaban un coctel de impostura, mediocridad, irresponsabilidad y corrupción: individuos que no nos podían dirigir a ningún otro lugar que no fuera a esta ciénaga de desorganización, división, confrontación y sobretodo de confusión en el seno de la clase obrera.
Todos ellos, han colaborado de tal modo con el capitalismo y sus gobiernos; que el daño causado a los trabajadores/as y también a otras capas sociales, va a ser difícil de reparar. Algún día se tendría que poder sentarles en el banquillo de los acusados para juzgarles. Sólo al desastre, podían llevarnos dos de sus claros exponentes: Antonio Gutiérrez, de S. G. de CC.OO del Estado, en la actualidad es Diputado en las Cortes y asesor del PSOE. Idéntica responsabilidad la de J. Mª. Fidalgo, ha sido fichado por IE Business School (empresa privada) como experto para dirigir negociaciones interclasistas. Se necesitarían muchas páginas para poder escribir el nombre de todos los que, desde posiciones de responsabilidad sindical, han delinquido traicionando a quienes representaban.
De cualquier forma que se mire, la cuestión no sólo está en comprender la vorágine política y sobre todo sindical que nos machaca, sino en meterse de lleno en una actividad crítica e intensa contra los culpables, y a la vez, proponer alternativas claras frente a la aberración del libre mercado y la competitividad.

J. Estrada Cruz

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