02 octubre 2007

 

 

Quién mató al Che Guevara
las tensiones del mito


por Armando de Magdalena


Este año se cumplirán 40 años del fusilamiento del Che. Por esa especie de culto a los números redondos es probable que el tema resurja con fuerza, y es probable también que el Che sea sometido nuevamente a los más diversos intentos. Intentos de todo tipo... intentos por reivindicarlo, intentos por actualizarlo, intentos por cambiar de contenido el icono que es y por ende (como no podía ser de otro modo) el mito que encierra.

Cuál es ese mito? Qué representa? Sobre que bases se sustenta? Por qué, en definitiva, el tiempo no ha logrado deteriorarlo?... a eso arribaremos al promediar estas líneas, pero para conocer el mito hay que conocer primero al hombre, y es aquí justamente, donde comienzan los intentos de volver al Che en algo “conveniente”, en algo que “convalide” o que se “avenga” a determinadas actitudes políticas, culturales o sociales y hasta filosóficas. Por eso, para entender de qué estamos hablando, habría que empezar diciendo quien mató al Che.

Mucho se ha dicho (y por eso estas líneas) pero el hecho concreto es que el Che fue muerto, fue fusilado, por soldados bolivianos después de haber sido herido en combate... claro podemos decir que estaban los rangers y obviamente también detrás de ellos la CIA y el Pentágono, pero nada de eso cambia nada, es decir, nos lo podíamos imaginar (es obvio de tan lógico), el tema es que también hay quien dice que el Che murió a manos de los partidos comunistas de América con la complacencia de la Internacional... y ahí ya la cosa se me ocurre un poco más temeraria, más peligrosa y hasta provocadora... entramos (quizás sin saberlo) en el terreno de las medias tintas y de las verdades que por parciales se vuelven engañosas y al cabo se convierten en mentiras. Por qué? Porque si el Che murió a manos de los partidos comunistas (o con su consentimiento) es muy probable que el Che no haya sido comunista (o haya dejado de serlo en algún momento)... y si el Che no era comunista (o en algún momento se convirtió en otra cosa) no sería loco pensar que hoy, después de 40 años de su muerte, pueda empezar a ser peronista, trotskista, chavista, populista, socialdemócrata, nacionalista, rockero o drogón, kirchenrista o cualquier otra cosa (... en la campaña electoral de Ecuador en un panel organizado por CNN con los candidatos, Novoa, candidato de la derecha más reptante que nos podamos imaginar, terminó su intervención diciendo: “hasta la victoria, siempre”, faltó solamente el “patria o muerte, venceremos”, y lo mismo ya había hecho Duhalde mucho antes cuando era presidente en un discurso televisado). Claro, es aquí donde entra el mito, (por suerte) y no el mito en el sentido genérico y convencional (Roland Barthes dice con razón que, en última instancia, todo lo que habla de algo es un mito) sino en el sentido americano del mito, es decir como hierofanía... es decir, como era en lo antiguo... es decir: como narración de lo sagrado. Y lo sagrado en América no necesariamente es metafísico (como veremos) sino un hecho augural ocurrido en un tiempo augural y que tan augural es (en ambos casos) que termina siendo mitológico y fuera del tiempo.

Decía, que era aquí donde entra el mito, porque sino a esta hora el Che ya estaría vaciado y convertido en solo remera.

El Che tiene todas las características de esos mitos originales y creacionistas y es por eso que hoy el Che es, para ese mismo pueblo que asistió a su drama último y aparentemente no lo comprendió, una entidad de lo sagrado... San Ernesto de la Higuera es una entidad sincrética pero no por ello menos inmemorial, arcana y vigente al mismo tiempo. Y eso no le resta nada del modernismo que tiene para nosotros, sino que más bien explica su potencia.
Esta doble entidad no solo es fascinante sino que, esta elevación del Che a la categoría de mito compartido y polisémico, es lo único que explica la supervivencia del Che a todo este largo proceso de manipulaciones al que ha sido sometido durante 40 años.

La manipulación (que siempre ha existido como fenómeno) cobra, en esta frontera de los siglos, una importancia inusitada y una envergadura que jamás tuvo. La realidad de los medios a creado eso que Baudrillard llamó “el gran simulacro”, es decir la fusión entre el arte y la realidad volcada a los medios masivos y monopólicos de comunicación, que ha generado el espejismo y la dictadura, de una realidad más real que la realidad misma. La imagen se ha independizado de sus contextos y ha derrotado en cierta forma al pensamiento. Igual que la época anterior a la escritura, ha cobrado una importancia casi excluyente, pero con el agravante de que ahora los iconos operan sobre la subjetividad sin la mediación de los sacerdotes y shamanes que eran en definitiva quienes los contextualizaban y los alineaban en el pasado, en función de cosmovisiones y proyectos civilizadores específicos que eran nada más y nada menos que los que generaban cultura. Los mitos actuales son tal cual los describe Bhartes en sus “Mitologías”... son el modo subliminal de condicionarnos (sin que nos demos cuenta siquiera) de una pandilla de brujos que no les interesa revelar sus fines últimos. Bueno es por tanto poder discriminar (ya que los mitos parecen que siempre han de acompañarnos) estos nuevos mitos de la posmodernidad, de aquellos otros mitos verdaderos que acompañaron al hombre desde siempre. Unos tienden a disgregar ethos social, los otros a cohesionarlo.

De esto se deduce fácilmente que estas operatorias son inherentes al sistema capitalista en esta fase donde ya ha logrado la dominación material (política y económica) y donde aspira a la dominación total (es decir, material y espiritual). Su propia pretensión de erguirse como escatología es lo que lleva a enfrentarse con los mitos verdaderos ya que la posmodernidad es clausura, por un lado, de la voluntad del hombre como motor de la historia, y punto de llegada por el otro, en tanto escatología. Sin embargo dado que la humanidad no cesa ni ha cesado nunca para poder ser “eterno presente” necesariamente a de negar todo futuro.

El mito, por el contrario (aquel de los pueblos antiguos), es justamente lo opuesto, ya que le mito no es lineal sino circular (su principal cualidad y calidad es la de reciclarse en el tiempo) y esa sola estructura mental que el mito arcano plantea, excluye, por su mismo esencia, cualquier escatología o teoría finalista. Por eso la incomodidad ante el Che o ante cualquier otro mito, que como dicen los andinos, promueva el vuelco de la tierra (es decir del tiempo)
Si tuviéramos que graficarlo ( ya para terminar de entenderlo) el tiempo para occidente es como una cinta métrica y el tiempo para todo lo que no sea occidente, es como un reloj de arena al que hay que dar vuelta una vez discurrido para que vuelva a funcionar. Por eso el capitalismo posmoderno necesita licuar los contenidos profundos de la cultura, sus creencias, sus mitos, sus mandatos y cosmovisiones... licuación y vanalización y también travestismo (no sincretismo) que conduzca justamente a la desacralización que es la muerte de la hierofanía. En que sentido? En el sentido que el mito considerado como signo es una relación entre lo cotidiano y lo trascendente, entre lo profano y lo sagrado, entre el tiempo inaugural y arquetípico, y el tiempo real y cronológico.

Todos habrán visto alguna vez a CQC... un programa que se exporta al mundo y que entre otras cosas se caracteriza por irrespetar y “poner en aprietos” con sus preguntas a personajes “importantes” (no siempre por lo que son sino al menos por lo que representan): presidentes, políticos, personalidades diversas... todos recordarán incluso aquel programa donde Marcelo Tinelli hizo salir en cámaras por el lugar equivocado al presidente De La Rúa. Ahora bien, a pesar de la calaña del personaje, no podemos dejar de pensar que ese que era ridiculizado en uno de los programas más vistos de la televisión argentina... ese, era justamente el presidente de la Nación... cuando vino Fidel a Bs. As el notero de CQC quiso hacer lo mismo que siempre hacía, y hasta creo que hubiera sido simpático para todos los argentinos que Fidel hubiera bromeado con el notero, pero eso, simplemente, nunca sucedió porque ni bien el notero se aproximó, la custodia de Fidel le pegó tal trompada que ni se dio cuenta cuando cayó entre los pies de la multitud... será que la custodia de Fidel es una excepción? es decir, está integrada por cubanos que no tienen ese típico humor que le conocemos a los cubanos?... o será que Fidel es un icono, un mito que lo excede como persona y que ha sido fundamental para la resistencia de la humanidad (o al menos para una parte de ella) ante la hegemonía escatológica de la contrarrevolución mundial? Si nosotros pudiéramos bromear con cualquier cosa... si todo pudiera ser vanalizado[1]... si los hombres pudieran ser relativizados (no humanizados), si se pudiera hablar de ellos impunemente desde el cómodo lugar de la inoperancia, la apatía social y el más frívolo de los individualismos... si se pudiera en definitiva especular con cualquier cosa, nada sería verdadero ya que el ser humano es solo una posibilidad, y si nos quitan esa posibilidad, es decir, si nos quitan la posibilidad de pensar nuestra vida como un viaje a lo sublime y realmente trascendente, el mundo no sería distinto a esos chicos que se tiran en la puerta de los quioscos para que por favor les peguen una patada en el culo. Todo necesita un continente y el hombre no es la excepción. Ese continente es el horizonte que el hombre se pone a cada paso y hacia el cual se dirige... si no hay horizonte, o si ese horizonte es una línea tan ancha tras la cual no hay nada, pero por donde se puede caminar eternamente, el hombre ya no sería humano sino solo animal.

Por eso hablar del Che como mito, no es negar la naturaleza humana del Che, sino muy por el contrario, resaltar aquellas cosas que sobrepasaban esa condición en el sentido de que pueden ser universalizadas, convertidas en paradigma y en arquetipo, justamente porque son las que lo llevaron a buscar lo mejor de sí y brindarlo a los demás y así consumarse a sí mismo hecho de sus propias manos. El Che es un mito no una leyenda. Un mito verdadero acechado por un montón de mitos (en el sentido bartheano) que muchas veces lo quieren prostituir, degradar, disolver. Lo más lindo de todo esto (y volviendo a nuestro ejemplo), es que los conductores de CQC festejaron la trompada y dijeron que “con el comandante está todo bien” que es lo mismo que la hormiga le diga al cerro que no se haga problema que no lo va a correr de lugar. Esta es la entidad del Che y por eso es que no puede ser destruido como icono, no obstante si puede ser tergiversado o invocado o esgrimido (en tanto mensaje simbólico) de manera interesada y oportuna.
A eso me refería al inicio de estas líneas y esa es la importancia también de conocer a carta cabal de que materia está compuesto este mito tan inobviable para nosotros. Porque sabemos (y lo veremos mejor más adelante) que el Che funciona como mito pero la caracterización del Che persona (saber quién era el Che en realidad) es lo que hace que ese mito opere en un sentido o en otro.

Ya dijimos al principio quien lo mató, veamos ahora quien era y seguramente (por ese camino) sepamos por qué murió, y si son o no ciertas las leyendas que se tejen en torno a su muerte.

Cualquier persona que se tome una pocas horas de trabajo podrá descubrir que el Che siempre fue un marxista leninista... y en esto hay cero posibilidades de equivocarse... lean (escuchen) al Che Guevara y siempre les va a decir lo mismo. El Che era un revolucionario pero no cualquier revolucionario, ni era un revolucionario en un sentido impreciso, vago (tan vago que pudiera dar lugar a interpretaciones). El Che era un comunista en el sentido que Marx le daba a la palabra comunista en el mismísimo Manifiesto. Y en eso también hay cero posibilidades de interpretación. Ahora que tipo de comunista era el Che? Eso sí es interesante y, seguramente, altamente pedagógico. El Che no era un comunista en un sentido también vago y genérico, el Che era un comunista (como lo somos todos) en un sentido preciso y esa precisión estaba dada por su propia concepción de lo que era el comunismo en tanto ideología, y por las propias circunstancias y el modo en que esa ideología es asimilada y tomada como propia por una persona particular llamada Ernesto Guevara de La Serna.

En ese sentido podemos decir que el Che fue un marxista autodidacta por un lado, lo cual lo salvó seguramente de manuales e interpretaciones y también, de la no siempre beneficiosa lógica y cultura propia de muchos partidos y organizaciones tradicionales de la izquierda revolucionaria. En realidad el Che se fue haciendo marxista casi al mismo tiempo que se fue haciendo revolucionario, lo cual ya desde el vamos tiene que haber favorecido una percepción del marxismo como “herramienta” (un hombre que hace la revolución y que busca en el marxismo soluciones, elementos, puntos de anclaje y de partida)... el Che era un joven... el Che leía a Jack London... leía algunos poetas... era burgués... antiperonista... era médico... era un enfermo crónico... era argentino... creció escuchando relatos de la Guerra Civil Española... le gustaba el tango, el golf, el rugby y el fútbol... no bebía... no bailaba... tenía familia (madre, padre, hijos, mujeres, hermanos, amigos) y muchas cosas más, igual o distinto que todos nosotros... es decir, todas estas cosas (algunas más algunas menos otras nada) tienen que haber tenido que ver de manera indefectible, junto a sus propias circunstancias, con su modo de ser marxista y revolucionario. Es la formación intelectual y cultural que todo hombre tiene (incluido, por cierto, los marxistas), incluido, por cierto también, el Che Guevara. Este no es un tema menor ya que hasta el orden en que se asimilan los conocimientos condiciona el resultado: todo lo que sabemos y lo que somos es el a priori con que vamos a lo desconocido... todos lo que sabemos y lo que somos (y también lo que no sabemos) “condiciona” lo que aprendemos... actúa a manera de filtro, de prisma, de antídoto o abono de lo que se nos presenta nuevo... incluso nuestra base cultural y hasta nuestra estructura psicológica favorece o desfavorece la aprehensión de determinados contenidos en detrimento de otros. Y un análisis del Che en estos términos es muy recomendable para entender que su excepcionalidad o su singularidad no debiera parecernos tan sorprendente o metafísica ya que estaba en cierto modo preanunciada en ese sumario vital y cultural que todos somos y que por ende también él era.

Hay quien ha querido presentar al Che como un idealista y un romántico... y creo que, efectivamente, el Che era un idealista y un romántico (hasta se lo puede documentar) pero no hay duda alguna, también, que el Che era un marxista a carta cabal... y alguien puede estar pensando en este preciso instante que eso es imposible, que hay incompatibilidad en tal formulación (no se puede ser idealista y marxista)... y yo digo que ese es un problema del que así lo piense y sobre todo ese es un problema propio de cierta interpretación del marxismo como una filosofía al margen de la filosofía, como una ciencia al margen de la ciencia, como una religión al margen de la religión. Fue el otro gran marxista americano (J. C. Mariátegui) quien aseguró que una epistemología materialista y dialéctica podía generar valores espirituales y de hecho el mito del Che Guevara y su paradigma del “hombre nuevo” no solo lo corrobora sino que lo lleva al límite de lo posible, es decir, quizás a su máxima expresión. Eso sí, hay que ver la totalidad del fenómeno no solo la parte que más nos gusta o nos conviene.

Ese Che noble y romántico, puro... que justamente por noble, romántico, y puro, puede ser “perdonado” de su enfermedad juvenil: el comunismo, es una de las primeras operatorias a que fue sometido... el Che es en esta versión un mito ético, pero bastante singular, (en consecuencia) poco aplicable, poco alcanzable y por sobre todo poco práctico en el sentido de sus posibilidades paradigmáticas y sus contenidos subvirtientes. Tal peso tiene esta lectura que hasta sus enemigos participan de ella. Por tanto no hay que descartarla en el sentido de su veracidad y vigencia (es decir, como mito ético), simplemente, este mito es la cáscara del mito verdadero... como iremos viendo, precisamente la fuerza del mito del Che es que en él concurren un sin número de otros mitos. Mitos muchas veces verdaderos pero que vistos de manera aislada no solo no explican la totalidad del ente sino que hasta pueden llegar a ser su negación.

Rodolfo Kusch habla del Che como el mito de la burguesía por excelencia, y a pesar de que esto puede resultar en primera instancia, chocante, no hay nada más cierto, ya que no hay nada tampoco más moderno (en el sentido iluminista) que el Che... él es la prueba incontestable de lo que es la voluntad y la espiritualidad humana... la fuerza de la inteligencia puesta al servicio de la creación... del hombre como motor de la historia y también del largo camino del ser hacia lo sublime... un camino lleno de renunciamientos y sacrificios por el cual (al mejor estilo evangélico o alquímico) el alma del hombre va destilando sus impurezas hasta hacerse ancha y perenne... el Che, en ese sentido, nada tiene que envidiarle a los apóstoles, nada tiene que envidiarle a los jacobinos enciclopedistas, y nada tiene que envidiarle tampoco a la mitología griega y a su fascinación por el ideal heroico de sus dioses humanos... la famosa carta a su madre es harto ilustrativa. La metáfora que elige es la del quijote y el quijote a su vez es una manera de desdramatizar el mito heroico, lo cual no quiere decir que por esta operatoria, por esta especie de pudor, el Che no se vea a sí mismo como un caballero de rampante blasón y ferruginosa heráldica. Recuerdo también una anécdota de sí que él mismo levanta en “Pasajes de la Guerra Revolucionaria” cuando se queda con la mejor arma capturada al enemigo (privilegio del que más se ha destacado en el combate) a pesar de “haber parado la más de las balas con el culo” (más o menos sus propias palabras) ya que su arma se atascó y debió pasar la mayor parte de la acción acurrucado en una zanja... quien pudiera cuestionar por eso a un hombre, que como confesó Fidel alguna vez, por temerario (no ya por valiente) era muy probable no hubiese sobrevivido a aquella guerra sino hubiera habido una política (como la hubo) por preservarlo[2]. Sin embargo en el Che hay tanta afectación, propia de quien se sabe parte de lo trascendente, como desmitificación de sí mismo: el quijote no por simpático, por patético y hasta a veces ridículo, deja de ser ni por un instante heroico, de contener el ideal caballeresco tan enraizado en la ética occidental. El Che en consecuencia (y como bien afirma Kusch) es moderno por histórico (por motor de esa historia) y también lo es, como bien dicta el buen manual de la Orden de Caballería que escribió el mallorquino Ramón de Llul hacia el 1200, por condolerse de los desprotegidos e indefensos, por las doncellas y causas perdidas. El Che es un mito moderno por excelencia y por ende un mito (incluso por impronta) del mejor cuño occidental.

Lo realmente singular (y hasta sincrético) es que también es heroico en términos de “sacrificio”, y es este “sacrificio” lo que lo conecta no solo a lo sagrado, sino más específicamente a la hierofanía americana. Es en suma (y este es el territorio que comparte) el diferente que no vive para la diferencia sino para elevar al resto y ese es ya su premio, aquello que lo coloca en otro peldaño y por ende lo realiza como individuo en toda su significación, pero también lo hace parte del todo de la comunidad. No obstante no me quiero adelantar sobre este aspecto que lo conecta a lo americano y lo hace puente entre dos mundos, y si apuntar, que esa faceta moderna del mito del Che (como hacedor de la historia) debe ser tomada por verosímil, por correcta, pero en cierta forma también, tributaria de la anterior (la del mito ético y romántico) y por ende solo una parte.

Hay otra seguidilla de aproximaciones que, aunque menores, también complementan o son aleatorias de las que planteamos: la del Che “traicionado”, la del Che “incomprendido”, por ejemplo. Acá el Che es el propio Cristo (lo cual no es un tema menor para occidente)... un Cristo enfrentado a Roma no por Roma sino porque Roma es la constatación de todo lo malo que el hombre puede albergar (el plano va de lo filosófico a lo político social) y en ese sentido el “hombre nuevo” tiene mucho de bienaventuranza, de “sermón de la montaña” (es innegable), pero el punto es que hay quienes insisten en que sean los comunistas los judas iscariotes que lo llevan al madero y al escarnio. Para colmo esa cara del Che con los ojos abiertos, tendido sobre la pileta de la escuelita, bien pudiera ser la piedad de algún nuevo Da Vinci o Buonaroti que quisiera seguir retrazando el icono de la indefinición, de lo realmente humano llevado al paroxismo de la disolución.

Estoy sin embargo totalmente convencido que ninguno de estos aspectos (por sí solos) pueden explicar la enorme potencia del Che ante otros mitos de igual envergadura (anteriores y posteriores) que conviven con él.
La clave sin lugar a dudas tiene que estar en ese puente del que habláramos hace un instante, y que conecta al Che con la intemporalidad del mito, entendido este como relato de lo sagrado... como hecho real ocurrido fuera del tiempo (o mejor dicho en un tiempo que luego será sagrado) y que tiene la cualidad de reciclarse, de repetirse, de convertirse en una especie de plantilla mandálica que puede cambiar su forma (sus personajes) pero no su contenido. Esta es la verdadera entidad de los mitos arcanos: su calidad paradigmática, su calidad de ser arquetipo (de archomai: estar atravesado, poseído por la totalidad). Dentro de esa categoría de mitos este del Che parece responder a uno de los más poderosos y extendidos... Mircea Eliade lo llama “el mito del eterno retorno”, un mito de los más comunes de la cultura universal y que habla básicamente de aquello que se sacrifica para que lo demás pueda vivificar. No por casualidad esa foto del Che (de la que ya hemos hablado) nos remite al Jesús del madero, y es simplemente porque responden al mismo exacto molde. El caso es que ese molde no era desconocido en lo absoluto para el indio y por eso, “el blanco estrafalario”, que más allá de su intención, les hablaba desde afuera de su mundo y su cultura, haya sido convertido en “san Ernesto” por la sola mediación del sacrificio. Mediante él el Che se incorpora a la historia de una tierra que discurre en un tiempo fuera del tiempo y por ende empieza a participar de los mandatos profundos de la cultura.

Bien podemos ver entonces que no estamos hablando de algo menor... estamos hablando de un personaje polisémico, un personaje de una densidad y de una concentración simbólica que parece inconmensurable y es por eso que tanto celo le debemos a su figura ya que en realidad (y de manera objetiva) el Che es un mito donde se cruzan dos mundos: el de su vida que empuja las ruedas de la historia y el de su muerte que lo ingresa al tiempo intemporal de lo sagrado americano.

Todo esto es tan claro como la luz de la mañana. El Che es un mito y como tal ha resistido, por mito ha sido también combatido (por su potencial paradigmático y civilizador) y por mito no ha podido ser derrotado... porque cierto es que muchos mitos se reconvierten o son remplazados por la cultura cuando ya no responden a una necesidad objetiva, y es en ese sentido que la sola vigencia del Che como mito pone en evidencia la irresolución de América como una realidad tangible, como proyecto en perspectiva, algo en definitiva totalmente moderno por un lado (no posmoderno) y americano por el otro. Esto, nada más y nada menos, que en un continente no sintetizado culturalmente donde conviven ambas cosmovisiones y todos los subproductos resultantes de su mezcla e interacción.

Ahora bien esto solo explica la potencia del Che, el lugar que ocupa hoy en el imaginario y en la afectividad al menos de nuestro pueblo, pero para poder fundamentar lo que planteábamos al principio, acerca de la posibilidad de que el Che este siendo operado de manera permanente para reconvertirlo de manera conveniente e interesada, habría que decir quien era en verdad el Che, no ya como mito, sino ahora como persona, como personaje concreto, involucrado en un tiempo concreto, con un rol determinado que el mismo se había impuesto y con un desenlace y una herencia que, por lo que vemos, está en disputa.

Esa disputa, como no puede ser en los hechos (ya que la historia pude ser interpretada pero no cambiada objetivamente)... como no puede darse tampoco en el plano espiritual, en el plano ético, o de las motivaciones (ya que el mito es generalmente un gesto, una actitud, una afectación que sacude y conmueve más allá de su resolución en términos de éxito o fracaso ), tiene que ser indefectiblemente (y por descarte) en el plano de las ideas. Queda por disputar que es lo que hay detrás del mito, la filiación del hombre que es elevado por las masas al plano de lo sagrado, de lo esencial trascendente... de todos modos sabemos que esa filiación no mermará la potencia del mito sino que simplemente lo habrá obrar hacia una u otra dirección. Nace así la posibilidad de un Che anarquista, trotskista, maoísta, nacionalista, o lo que haga falta y a su tiempo... es decir: un Che “a la carta”, resorte siempre efectivo (en tanto mito ético, liberador y profundo), a disposición de los que generalmente no solo no lo imitan sino tampoco se han tomado la molestia (ni aunque más no fuera por vergüenza) de conocerlo. Eso por un lado, después sabemos incluso que existe la mala intención lisa y llana.

Volvamos a repetirlo: “Cualquier persona que se tome una pocas horas de trabajo podrá descubrir que el Che siempre fue un marxista leninista a carta cabal” y el que crea o pretenda lo contrario no le queda otra que discutir con el propio Che ya que eso es lo que el dice de sí mismo a cada paso. Ahora bien, dijimos que podíamos discutir que tipo de marxista era el Che y que eso si que pudiera ser interesante y hasta pedagógico.

El marxismo (debiera ser lugar común decirlo) es sólo una herramienta de análisis de la realidad y también de transformación de la misma (nada más y nada menos). La famosa tesis 11 sobre Feuerbach del propio K. Marx (“los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”) parece confirmar esta manera de ver el marxismo. Y si esto es así el Che fue una alto exponente de este precepto: “lo primero que necesita un revolucionario es una revolución” dijo alguna vez y eso se refiere (creo yo) a que el marxismo es algo más que un elemento extrínseco que nos pueda insuflar identidad y sentido. El propio Marx sería el primero que (según sus propias palabras) se negaría a ser marxista, porque el marxismo visto desde Marx no pueden ser más que preocupaciones, movimientos de su mente y de su vida, y desde nosotros solo experiencia acumulada. Y esto tiene que ver (y también debería ser lugar común decirlo) que lo elaborado por Marx no era una verdad irrefutable dicha de una vez y para siempre, ni tampoco un fin en si mismo desvinculado de sus propias circunstancias y las de su época (pretensión, por otra parte, que en toda la historia de la filosofía ningún filósofo a tampoco expresado). Esas mismas ideas de Marx, como ya hemos dicho otras veces, estaban en permanente movimiento... hay evolución (no solo contradicción) en muchos de sus postulados iniciales... pensemos solamente que si el Manifiesto Comunista necesitaba ser actualizado en cada nueva edición (a veces de uno o dos años de diferencia entre una y otra), en cada nueva traducción a la lengua de un pueblo en particular (con una historia y una realidad particular), como es que alguien pueda pretender tomar a los clásicos del marxismo (ya no solo a Marx) y seguir interpelándolos como a un oráculo 150 años después (incluso por fenómenos que ni existían ni imaginaron).

Si aceptamos esto no creo que pueda haber dudas en que el Che era “marxista”, porque si hablamos de marxismo tenemos que hablar también de una historia del marxismo, y de una historia del marxismo enmarcada en la historia del movimiento revolucionario mundial, y en una historia de la humanidad también... la revolución cubana fue la constatación empírica de que todo lo que decía la ortodoxia de la Internacional Comunista, allá a finales de la década del 50, era totalmente inoperante para América, y esta constatación empírica (de lo que el mismo Che ayudó a provocar) es el más grande capital (y quizás también la mayor limitación) del marxismo del Che.

El marxismo de aquel entonces (en casi todas sus vertientes) seguía impregnado de positivismo, de darwinismo social... era metafísico en cuanto había seguido un línea de razonamiento que terminó en la religión de la materia... un marxismo que miraba por arriba del hombro a la ciencia misma, a la filosofía, a la historia, a la cultura (ni hablar de lo que no fuera occidente). En el caso del así llamado “marxismo leninismo”, era el marxismo oficial de un mundo bipolar, no ya en lo ideológico, sino en lo fáctico. Había dos superpotencias que se enfrentaban y el mundo se “alineaba”, se “enrolaba” en uno u otro bando esperando la conflagración total y final. Por consiguiente las políticas de los partidos comunistas de todo el mundo, ya sea por acción o por el peso específico de la URSS en el movimiento revolucionario mundial, eran arrastrados a las posiciones del PCUS y no pocas veces terminaron siendo sus meras sucursales (con todas las excepciones que confirman la regla). Esto no tiene nada que ver, no va en desmedro, ni relativiza, el accionar heroico de esos partidos (sobre todo de sus militantes, de sus dirigentes de base) ni el compromiso con el ideal socialista ni con la lucha de clases en sus países... es simplemente que el triunfo de la revolución mundial estaba erróneamente homologado en cierto punto, al triunfo, al engrandecimiento y fortalecimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que a su vez era “el sitio” y “la experiencia” socialista por excelencia: el país donde “se hizo la revolución”, “la experiencia más dilatada”, “la primera”, la más sentida.

Sin pretender siquiera plantear este tema (que ya desde el propio comienzo de la revolución de octubre tuvo ribetes ideológicos), está claro que el Che tuvo desde siempre reparos con las políticas del PCUS y con la URSS como modelo de sociedad. Están ahí sus escritos sus discursos y polémicas (nada invento yo al decirlo). Cuba, como ya dijimos, era la demostración empírica de la incorrección de un análisis y por ende también de una política.

Estas son las circunstancias del Che, el trasfondo, la coreografía y las dimensiones del escenario donde representó su drama.

Ya en junio de 1929, en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires, el Partido Socialista del Perú había presentado el “Punto de vista antiimperialista” y también “El problema de las razas en América” ambos de Mariátegui y que constituían un golpe demoledor tanto al positivismo y al darwinismo social como al liberalismo político de la ortodoxia. Allí se demostraba ante los representantes de los demás partidos y de la propia Internacional, que si bien se verificaba en América la supervivencia de relaciones feudales de producción, nuestras economías eran netamente capitalistas y en consecuencia la revolución debía ser de carácter socialista y no democrático burguesa como decía la Internacional a través de su secretario Vittorio Codovila. Milciades Peña entre otros muchos historiadores explica bastante sobradamente (y polemizando con los historiadores no solo de la cultura oficial, sino también del revisionismo de derecha y de la izquierda tradicional) que desde el inicio la conquista de América fue una empresa capitalista ya que siempre, más allá del modo y de las relaciones de producción, esa producción estuvo orientada al mercado mundial. Vivián Trías también habla de lo mismo, (incluso del desarrollo distorsionado funcional al colonialismo y al imperialismo que no es lo mismo que subdesarrollo)... o Lipschutz cuando habla de que ese feudalismo de los conquistadores era un “feudalismo a contrapelo” ya que en la península se vivía el proceso inverso, es decir, fue introducido aquí (incluso a contrapelo de las propias Leyes de Indias) porque era funcional a la explotación capitalista para el mercado mundial, del mismo modo que había sido introducido en África y en Asia sin modificar las estructuras preexistentes que le eran funcionales.

Lo importante de esto (y por eso lo traemos a cuenta) es que ese análisis incorrecto de la Internacional (y por ende de los partidos que la integraban) tenía varias implicancias... implicancias culturales y civilizatorias y en consecuencia también políticas, sociales e ideológicas: América, su cultura y sus sociedades milenarias, eran vistas como la prehistoria de la humanidad, como algo que había que superar lo más rápido posible para acortar la brecha con el mundo desarrollado. Nada, por ende, se podía aprovechar de esa larga experiencia histórica de más de 40000 o 50000 años, eran los bárbaros, en definitiva, y por ende (al igual que dijo Marx del colonialismo inglés en la India) hasta el propio capitalismo, con todo lo cruento, era “superador”, era “civilizatorio”; el mundo como decía Comte, Morgan y Taylor, tenía que pasar indefectiblemente por los mismos estadios hacia la evolución... había por tanto un desarrollo desigual no ya del capitalismo sino de la civilización humana, y el marxismo al ser introducido en América tenía que ayudar a acelerar esas etapas, suprimir la brecha, para llegar al socialismo, que dicho sea de paso, era visto como escatología.

Este enfoque no puede más que negar la revolución burguesa en América (esa de la primera independencia) y por eso asume como principal tarea la de impulsar dicha revolución... la consecuencia: el seguidismo a la burguesía, el apoyo de sus políticas reformistas y lo que es peor, la aceptación de su rol civilizatorio y su hegemonía cultural. La revolución vista así iba a suceder por “saturación”, por infiltración de cuadros e influencias dentro de las superestructuras, y por empujar ese horizonte democrático y de reformas cada vez más allá, hacia el socialismo. Claro, no casualmente esto a su vez coincidió en algún momento con el browderismo (nacido del reparto del mundo en Yalta) que pregonaba la “coexistencia pacífica” y la posibilidad de construir el socialismo “sin destruir” al capitalismo. En lo filosófico encontraba sustento en un “determinismo” (extrapolado de la física de Newton) emanado de una legalidad (como buen positivismo) que decía que el mundo “giraba” de manera “indefectible” hacia el socialismo, y en todo caso (y por esa lógica evolucionista) había solo que darle una manito a la historia. El socialismo sucedería al capitalismo de la misma manera que el día sustituye a las sombras, la única diferencia es que el socialismo era una especie de sol definitivo. Tal era la legalidad, el carácter científico de esta supraciencia llamada marxismo por algunos.

Ahora contrapongamos a este relato cosmogónico de la religión de la materia aquella frase del Che que decía que las “condiciones objetivas” ya estaban (en aquel tiempo... década de los 60, siglo XX) “hace mucho dadas en América”, pero lo que hacía falta era que la masas tomaran conciencia de la “necesidad y de la posibilidad” cierta del triunfo de la revolución. Ya esto solo explica porque el Che fue llamado “aventurero” por los partidos comunistas americanos. Esta revalorización de la subjetividad, del hombre como motor de la historia, condicionado sí por el medio pero siempre con una actitud culturadora de la realidad, es lo que entró en contradicción con la filosofía del socialismo realmente existente. Cuba demostró (como dice otro discurso) “que se podía hacer la revolución” y el siglo XX y lo que va del XXI demostraron a su vez, que el único “giro indefectible” que realiza el mundo es sobre su propio eje y al tiempo en torno a su estrella, todo lo demás es pura mitología (pero de un tipo distinto a la que venimos haciendo referencia).

Así nace la primera tensión, la de la Internacional con una revolución hecha por unos jóvenes estudiantes burgueses, muchos campesinos, algunos trabajadores, nucleados todos en organizaciones sui géneris y no en el partido de la internacional (que justo es decirlo también se sumo al proceso). Cuba siempre fue una excepción aunque cierto es también que en muchos órdenes no pudo escapar a las generales de ley, a las deformaciones, a los errores del campo socialista en general y es esa en todo caso su mayor virtud, lo que le ha permitido sobrevivir y seguir desarrollándose, porque si Cuba se rectificó (o se sigue rectificando) es simplemente por que había cosas que rectificar.

Ya desde el inicio Cuba busca su lugar en el nuevo mundo (el segundo mundo, el campo socialista) y es el propio Che quien visita no solo la URSS sino también China, Corea, Yugoeslavia... el Che compara, analiza, critica cada una de esas experiencias, y es en esa actitud del Che (casi ecléctica) y de la revolución cubana, donde hay que ver esa singularidad de la que hablábamos... Cuba no acepta recetas acriticamente sino que busca su lugar en el mundo, cuando las acepta, como en el caso de la industrialización del país (con el Che al frente del Ministerio) los resultados no son nada alentadores. El Che atento a esto, empieza a estudiar, empieza a polemizar con los soviéticos, con los economistas cubanos que los representan, con los cuadros del viejo Partido Socialista (miembro de la III Internacional) y particularmente con su secretario Escalante que cada vez parece cobrar más protagonismo a la par que la dependencia a la URSS se acrecienta. El Che polemiza en lo económico y en lo filosófico y no faltará mucho tiempo para que lo haga también en lo político e ideológico.

En lo económico contrapone su “sistema unificado de presupuesto” a la contabilidad por empresas que propone la URSS, esto lo lleva a meterse en discusiones acerca de la supervivencia o no de la “ley de valor” en la etapa socialista de la revolución y por esa vía llega al convencimiento de que no se podía construir la nueva sociedad con “las armas melladas del capitalismo”. Tales armas eran los criterios mercantilistas, eficientistas, los incentivos materiales, la desigualdad prolongada en el socialismo de las áreas más rentables de la producción en detrimento de las que no lo son. Ahí es donde despliega al máximo su “hombre nuevo” que es en definitiva (y una vez más) una respuesta filosófica a un problema aparentemente solo económico... Fidel dice en “Un grano de maíz”: “Mi admiración y mi simpatía por el Che crecen en la medida en que he visto todo lo que ocurrió en el campo socialista, porque él era rotundamente opuesto a la construcción del socialismo utilizando las categorías del capitalismo”. Esa rotunda oposición nunca se vio más clara que en el Discurso de Argel ante la Tricontinental, donde el Che acusa a la los países socialistas de comerciar en los mismos términos que los capitalistas con aquellos que inician su camino a la liberación... el Che dice que esos nuevos procesos le tienen que “costar” a los países que ya emprendieron su camino al comunismo, porque es en su beneficio también que otros se liberan, porque cada nuevo país que rompe sus cadenas es un nuevo golpe al capitalismo y es otro tramo ganado hacia la cumbre de un mundo sin fronteras ni alienación. Es aquí donde entramos en la parte que nos interesa... el Che nunca dejó de reconocer el papel de la URSS y del campo socialista como contrapeso, como favorecedor incluso, del surgimiento de nuevas experiencias liberadoras, pero una cosa era ese papel y otra cosa eran esas experiencias como modelo de sociedad o como aliados en su estrategia de crearle “dos, tres, muchos Viet Nam” al imperialismo.

Eso es lo que no terminan de aprender los que aún hoy confunden la política exterior de las revoluciones con las revoluciones en sí como modelos de sociedad poscapitalistas, en transito hacia el socialismo o hacia el comunismo, o como actores (por acción u omisión) de una estrategia global anticapitalista y por el socialismo: una cosa es lo que aun proceso revolucionario le conviene (su diplomacia), otra cosa es una revolución en sí como experiencia histórica concreta, y otra cosa muy distinta es una revolución como modelo de sociedad, como paradigma de la utopía. Confundir eso es confundir todo. Una vez más (y aunque nadie lo diga) estamos en la vieja polémica acerca de si el socialismo es posible en un solo país y también de si el deber primordial de los partidos comunistas es la solidaridad con tal o cual proceso (más allá de lo importante y gravitante que sea) o si el deber primordial es hacer la revolución en su país como la más alta expresión que se puede dar de un internacionalismo proletario, entendido este como mancomunión de esfuerzos orientados hacia la derrota de un enemigo universal. Solo por este tipo de mecanismos confusos se puede llegar a comparar a Fidel con Perón, a Evita con el Che, a lo cual yo agregaría: mi abuela con San Martín. Este también es un ejemplo de licuación, y de como las categorías del capitalismo pueden penetrar a los propios revolucionarios.

Cuál es entonces la verdad del Che Guevara?
Acá no hubo una pelea entre el Che “y” los comunistas, porque eso sería lo mismo que decir que el Che se peleó con sí mismo. Acá hubo una pelea “entre” comunistas. Una pelea que al igual que al dividir el átomo produjo una reacción en cadena que no solo dividió a cada uno de los partidos de la III Internacional y a los partidos entre sí... que produjo muchas veces la ida de sus juventudes, la formación de nuevos partidos (ahora llamados guevaristas o maoístas) de nuevos modos de organizarse, que generó “virajes” y “rectificaciones”... que impactó también en la IV Internacional y produjo que muchos trotskistas se pasaran a la lucha armada (MIR de Chile, ERP Argentina, Tupamaros de Uruguay y así de corrido en casi todos los países del continente) que produjo fracturas en los propios partidos burgueses que vieron radicalizarse a muchos de sus miembros, e incluso produjo fracturas en una institución tan retrógrada y conservadora como la Iglesia Católica al punto que se vieron proliferar los curas obreros como Mujica o guerrilleros como el mismísimo Camilo Torres en Colombia... ese Che sin duda fue quien conmovió no solo al campo revolucionario sino a una época y su imagen nunca más se ausentó de la rebeldía mundial desde el Mayo francés a la Primavera de Praga, pasando por todas y cada una de las luchas y protestas de los pueblos más impensados hasta nuestros días... Hubo aquí una lucha consecuente acerca de cual era la estrategia, el curso que tenía que tomar la revolución mundial, y esa lucha llevo a que el campo revolucionario y los comunistas dentro de ese campo, tomaran diferentes posiciones ante el desafío de la revolución. Es por eso que el famoso no apoyo de los comunistas bolivianos no es tal porque tanto Inti como Coco Peredo (y todos los que el Che mandó de nuevo por no haber condiciones) eran no solo comunistas sino (muchos de ellos) miembros de la dirección del Partido Comunista Boliviano. No importa que porcentaje se fue con uno o con otro, eran comunistas todos los que estaban con el Che, estuviesen o no estuviesen en tal o cual partido y el más comunista entre todos ellos fue herido en combate por haber elegido como siempre no salvarse... el Che vuelve a auxiliar al chino Chang que venía sin anteojos y es ahí donde lo hieren... cómo no va a ser un mito el Che Guevara?

Este es el gran fraude, la última gran operatoria (y seguramente la más importante) la del Che traicionado por su propia ideología, reducido a un mero quijote, heroico, digno, pero sin más compañía que su lanza, embistiendo los molinos de la indignidad humana ante el silencio cómplice del mundo y muy en particular ante la traición de los que tenían que acompañarlo.

Nada de eso es cierto (es demasiado burdo para ser verdad); el Che como uno de los máximos líderes de una revolución, como uno de los más notorios hombres del siglo XX, protagonizó una lucha en el seno del movimiento revolucionario mundial porque también estaba dando una lucha definitiva contra el imperialismo. El llamado “foquismo” del Che y todas las críticas al estilo Debray (o las que se han ido sucediendo en el tiempo) son las críticas de los que ahora quieren explicar sus vacilaciones en un tiempo en que se podía vencer al imperialismo porque justamente estaba malherido, estaba casi derrotado en lo ideológico, estaba totalmente derrotado en lo cultural, estaba siendo vencido militar y moralmente en Viet Nam. Estaba perdiendo todas sus colonias en África, en Asía y ahora en Cuba a escasas millas de los propios EEUU... era el tiempo de los países “no alineados”, de líderes nacionalistas que se sentían cada vez con más ganas, más apoyados y motivados a enfrentar a las superpotencias... era en ese preciso instante donde la URSS jugaba su juego personal y la “crisis de los misiles” en 1962 fue lo que terminó de convencer a la revolución cubana de que no eran solo diferencias, sino de que era imprescindible contar con nuevos países, con nuevos procesos abiertos en que apoyarse, para romper la hegemonía política y económica de la URSS en el campo socialista ya que siempre sus propios intereses terminaban primando sobre los de la revolución mundial. La instalación de los misiles en Cuba era un reclamo permanente (ya desde los inicios) de la nueva revolución (confirmado en Cochinos y en todos los intentos anteriores y posteriores al hecho en sí) y el caso es que Kruschev negoció su desmantelamiento de manera secreta y sin la participación de Cuba. Esto fue lo que les hizo terminar de comprender que solo eran una pieza más en el juego de las superpotencias que solo buscaban ventajas, negociar desde posiciones de fuerza para arrancar concesiones o sumar influencias... ya había pasado en Yalta con Grecia y con Italia, porque no iba a pasar de nuevo con una islita en el Caribe?

Así nace el proyecto del Che... que no es el del Che sino el de la revolución cubana (“yo puedo hacer lo que te está vedado a tí por tu responsabilidad al frente de Cuba...”) y tal es así que en junto al Che en Bolivia hay 16 cubanos, algunos miembros del Comité Central del Partido como Juan Vitalicio Acuña y Eliseo Reyes Rodríguez, otros ex viceministros y funcionarios como Alberto Sánchez o Gustavo Machi, todos cuadros de primerísimo nivel, todos hombres de la más absoluta confianza elegidos personalmente por el Che, que en definitiva no hacen más que confirmar el compromiso de la revolución con la supuesta “aventura personal” del argentino.

No hay foquismo, hay un proyecto continental cimentado por años, un proyecto que ya no involucraba solamente a los partidos comunistas de la órbita soviética, a los que quiso sumar de manera oficial hasta último momento, un proyecto que incluía a sectores de la iglesia (tan importante en América) que incluía a los dirigentes obreros y campesinos, a los sindicatos, a los jóvenes y no tan jóvenes que se habían apartado de sus organizaciones a la luz de la gesta del pueblo de Cuba, a los sectores nacionalistas consecuentes y demócratas honestos... porque bueno es decirlo de una vez: el Che pensaba que para el caso del tercer mundo (con el que estaba a esta altura totalmente comprometido) la vía al socialismo pasaba por la liberación nacional... no una liberación nacional en abstracto sino en el marco de un movimiento “no alineado” en alza, sumamente fuerte en el cual incluso militaban revoluciones como las de China y Yugoeslavia, y en el marco también de todo lo que relatamos más arriba... de la guerra de Viet Nam y de los movimientos insurreccionales en África, Asía, y del surgimiento de los líderes nacionalistas como Ben Bella en Argel, Modivo Keita en Malí, Alphonse Masemba Deba y Gastón Soumialot en Congo, Kwame Nkrumah en Ghana, Nasser en Egipto y también de los jóvenes latinoamericanos dispuestos a hacer de la Cordillera de los Andes “una gran sierra maestra”... que no era otro el proyecto, el de una revolución continental... dos, tres, cientos de Viet Nam hasta que la capacidad de reacción político militar de las superpotencias, sumado a las luchas sociales en sus propios territorios los hiciera colapsar... solo se puede hablar de foquismo si se ve a Bolivia como un episodio aislado... e incluso el argumento de que el Che violó sus propias leyes, sus propias tácticas es incorrecto. Como incorrecto es pensar que su estrategia y sus métodos estaban equivocados. Basta leer el diario del Che en Bolivia para darse cuenta la serie de sucesos (algunos hasta fortuitos) que convergieron y precipitaron su muerte... desde la delación a la indiferencia pasando por lo fundamental que fue, no solo la detección prematura del foco combatiente, sino el empezar a combatir a contrapelo de lo planeado. Fidel lo dijo claramente, el éxito o el fracaso de una acción no determina el éxito o el fracaso de una política, y pasa a dar el ejemplo del desembarco del Gramna y de los 11 que quedaron... si hubiéramos muerto en ese momento (dice) no hubiera querido decir que estábamos equivocados. No hubo por tanto ni equivocación ni incomprensión, hubo toma de posiciones ante una realidad, la de aquellos días... el propio Mao (a quién visitó antes de la empresa) lo prefirió en Cuba por creerlo más afín a su política y en consecuencia también lo vio en el marco de su partida de ajedrez con la URSS y los EEUU. Lo concreto es que el Che encarnaba un proyecto y por el murió... ese proyecto era el de la liberación de los pueblos, el de la revolución mundial en una guerra abierta y sin cuartel contra el imperialismo, ya que la dominación no puede estar ajena sino que más bien es lo que explica la lucha de clases en los países periféricos expoliados por las potencias.

Que quede bien claro entonces que el Che murió como lo que fue, no un “guerrillero heroico” sino un cuadro revolucionario integral y excepcional, un comunista que no solo combatió al imperialismo hasta las últimas consecuencias sino que conmovió al mundo y regeneró el pensamiento revolucionario abriendo las puertas incluso a un marxismo americano o, en un sentido más amplio aún, un marxismo para los países pobres y oprimidos del mundo. En el se conjugaron todos los mitos y todas las ensoñaciones de los hombres más puros y decididos. No fue un tira tiros sino un hombre de acción, y como tal (en el mejor sentido leninista) un intelectual agudo, inquieto y visceral. Las circunstancias de su muerte, su propia personalidad, el modo y los códigos que eligió para vivir, lo llevaron a ser visto como un mártir no solo ya en el sentido judeocristiano, sino en el aquello que se inmola para que los campos florezcan y las mieses se multipliquen, por eso su figura no solo es icono de la rebeldía, de la racionalidad creadora y transformadora, sino también de la emotividad, de la afectación de los pueblos originales de nuestro continente que lo ven en términos arcanos donde el mito no es mera leyenda sino algo paradigmático que siempre regresa bajo formas diferentes pero con los mismos contenidos inaugurales y subvirtientes.

Quién mató al Che Guevara? El Che Guevara no ha muerto.


[1] Adolfo Colombres dice en su “teoría transcultural del arte” “ se sabe que el ridículo mata, por lo que desatar el poder de la risa sobre alguien constituye un asesinato simbólico”
[2] Video “Cuando pienso en el Che”

volver