Chico Mendes: un luchador social en defensa de la humanidad y de los bienes comunes


A VEINTE AÑOS DE SU ASESINATO

Hace veinte años caía asesinado por la bala de un hacendado el sindicalista y militante ambiental Franciso Alves Mendes Filho, más conocido como Chico Mendes. Tenía entonces 44 años y una venturosa militancia ecologista en contra de las empresas explotadoras de los bienes naturales.
Nacido el 15 de diciembre de 1944 en Xapuri, una pequeña ciudad de la región de la Amazonía brasileña, desde los nueve años se dedica a ser seringueiro -trabajador rural en la extracción de caucho hevea. Con la ayuda de militantes comunistas, se alfabetiza a los 14 años y en 1975 logra crear el Sindicato de los Trabajadores Rurales de Brasiléia (municipio de Acre), en el que se desempeñará como secretario general. Dos años más tarde, también contribuye a gestar el Sindicato de Trabajadores Rurales de Xapurí, del que será presidente desde 1981 hasta su muerte. Es que para Chico la ecología sí o sí debía ser ecología política, por lo que la protección de los bienes comunes que cobija la selva no podía jamás desligarse de la necesidad de dotarse de una organización sindical y política propia, para transformar de raíz la realidad. Coherente con esta forma de pensar y actuar, será además uno de los que aliente a comienzos de los años ochenta la creación del Partido de los Trabajadores en el noroeste del país.
Asimismo, como vocero de los siringueiros impulsa la defensa de sus derechos laborales y de la Amazonía, fomentando el despliegue de los llamados "empates" (movilizaciones y acciones directas no violentas protagonizadas por hombres, mujeres y niños, que impedían la tala o el incendio de áreas aprovechadas por los recolectores de caucho). Mediante este tipo de iniciativas, los trabajadores rurales y pobladores nativos evitaron la deforestación de 1,2 millones de hectáreas de selva, convirtiendo a estas regiones en Reservas Extractivas protegidas -sin título de propiedad individual y sobre la base de una organización cooperativa- contra el avance del despojo capitalista. Ello no supuso solo la defensa de sus fuentes de trabajo, sino esencialmente la reivindicación de un modo de vida antagónico al mercantil, en la medida en que contemplaba una agricultura familiar y comunitaria, así como una caza y una pesca no predadoras, gestionadas en forma colectiva y apostando siempre a una relación armónica con la naturaleza. Para dotar de un mayor nivel de coordinación a estas luchas, Chico promueve en 1985 la conformación del Consejo Nacional de los Siringueiros.
Poco antes de morir, en el tercer congreso nacional de la Central Única de Trabajadores de Brasil, argumenta en favor de una tesis presentada por el Sindicato de Xapuri bajo el título de "En defensa de los pueblos de la selva", en la que insta a la confluencia de comunidades indígenas y trabajadores siringueiros en pos del resguardo de la Amazonía. La originalidad y contundencia de su propuesta va cobrando proyección mundial, al punto de obtener en 1987 el premio internacional de la Naciones Unidas "Global 500", que junto a otros reconocimientos externos permite visibilizar el conflicto social y ecológico que se vive en el norte de Brasil, el cual había dejado como saldo el encarcelamiento de cientos de activistas y la muerte de varios de ellos a manos de grupos paramilitares amparos por el poder político.
Frente a la creciente amenaza que representaba Chico, los hacendados del estado de Acre -aglutinados en la reaccionaria Unión Democrática Ruralista- motorizan su asesinato, temerosos de la capacidad organizativa y la creatividad que despliega para impedir tanto el avance de la deforestación en la selva como la explotación de los trabajadores del caucho. Es así como el 22 de diciembre de 1988 muere en su propia casa, producto del disparo de una escopeta gatillada por terratenientes. Su crimen, como el de tantos otros activistas sociales, aún continúa impune.
Sin duda la Amazonía constituye un emblema de lo que la humanidad se propone defender: el mayor pulmón del mundo que alberga además uno de los núcleos de biodiversidad más importantes, cuna de una infinidad de especies animales y vegetales así como de cientos de comunidades indígenas y campesinas que resisten el desmonte y la voracidad empresarial por el saqueo de la naturaleza. Y Chico Mendes ha sido el precursor de dos luchas que hoy cobran cada vez mayor centralidad en el engranaje del proceso de acumulación capitalista: la precarización de la vida y el despojo de los bienes comunes. Sus banderas fueron tanto la defensa de los derechos humanos y la reforma agraria integral como la del cese de la degradación ambiental a escala global. De ahí que su propuesta no reconozca fronteras y resulte sumamente actual, como él mismo llegó a declarar: "Al principio pensé que luchaba para salvar los árboles del caucho. Más tarde pensé que lo hacia para salvar la selva amazónica. Ahora sé que estoy luchando para salvar la humanidad".
Pero Chico no se propuso ser un mártir. Semanas antes de ser asesinado alcanzó a expresar: "las manifestaciones y los entierros masivos no salvarán la Amazonía. Quiero vivir". Sin embargo, los cobardes terratenientes de Acre se encargaron de que esto no ocurra. A la vuelta de la historia, lo importante es reapropiarnos de su espíritu insumiso, que vive día a día en la infinidad de resistencias cultivadas a lo largo y ancho de los cinco continentes. Por ello quizás valga la pena concluir con dos joviales ejemplos que amalgaman precisamente su lucha con este anhelo. El 1º de octubre de 2005, el Movimiento de Trabajadores Sin Techo -organización con presencia en la periferia urbana de Brasil y surgida a instancias del MST- decidió instalar un gran campamento en Taboao da Serra, a 25 kilómetros del centro de Sao Paulo, al que bautizaron "Chico Mendes". En él han llegado a convivir más de diez mil personas. Por su parte, vecinos y activistas de diferentes colectivos y movimientos de la ciudad de Buenos Aires han refaccionado, durante 2007 y lo que va de 2008, la sala de un antiguo edificio "recuperado" por la asamblea barrial del Cid, para crear allí una videoteca y un centro de documentación centrado en las luchas contra el saqueo y la contaminación, al que decidieron ponerle el nombre de Espacio Chico Mendes. Semillas de rebeldía como éstas nos demuestran que su ideario sigue latiendo en el subsuelo de nuestras sociedades. Será cuestión de esparcirlas hacia otras latitudes y regarlas de una nueva militancia.

Hernán Ouviña-Prensa de Frente

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