EL CLUB DE PARÍS COBRA, EL IMPERIALISMO DE FIESTA

Así “distribuye” la riqueza el Gobierno KK, “Nacional y Popular”

La presidenta Fernández de Kirchner anunció esta semana que saldará la deuda que le reclamaba al país el Club de París, al contado y en su totalidad, tal como hizo su marido con el FMI. Lo hizo en el marco del acto por el día de la industria, donde grandes empresarios, todos ligados a los intereses de capitales transnacionales (como parte o como socios menores), aplaudieron a rabiar la medida.
El Club de París, por si hace falta decirlo, es uno de los instrumentos de dominación del imperialismo, está conformado por casi una veintena de países y es hegemonizado por el G 7 (los siete países más poderosos de la Tierra ). La “deuda” que “honrará” el gobierno “nacional y popular” con semejante organismo –unos u$s 6700 millones, más de 20.000 millones de pesos- fue contraída, una parte, en épocas de la Dictadura Militar , y otra por el gobierno de De La Rúa y Cavallo, a través de un préstamo del gobierno español que sirvió para salvar el patrimonio de las empresas ibéricas en medio del derrumbe económico del 2001. Ambas razones son más que suficientes para considerar ilegítimos los reclamos. Y, por supuesto, ningún beneficio para el pueblo argentino.
Aunque algunos impresentables lo han intentado –como D’elía, Moyano o el banquero C. Heller-, resulta difícil defender esta nueva genuflexión kirchnerista ante la presión imperialista, ya no sólo desde un punto de vista de clase (de los trabajadores), sino también desde uno de defensa de los intereses nacionales. Ni qué hablar desde uno meramente humanista. ¿Cómo puede realizarse semejante erogación hacia los centros de poder foráneos, mientras existen enormes necesidades básicas insatisfechas en nuestro pueblo? Parece mentira que hace sólo un par de meses atrás, la propia presidenta, para defender la necesidad de la resolución 125 de retenciones móviles a la renta de la patronal agraria, nos decía que iba a utilizar ese dinero para la construcción de escuelas, hospitales y caminos. Aquello significaba unos u$s 1200 millones, y nunca se recaudaron; hoy se pagan u$s 7000 millones a un organismo de crédito multinacional, con las famosas reservas del Banco Central: ¿aquellas obras ya no hacen falta? Es evidente que para el oficialismo K las prioridades son otras, que están muy lejos de las necesidades de las mayorías populares.
Los que defienden la medida oficial esgrimen que era necesaria para poder tener acceso a créditos más baratos, “para no aislarnos del mundo”: lo mismo nos dijeron con el pago al FMI, con el Canje de Kirchner-Lavagna, con los Blindajes, los Megacanjes y los Planes Brady. Sin embargo, el problema del endeudamiento y el acceso a créditos blandos siguió siendo un estigma para la economía del país, cuyos efectos indeseables siempre los terminaron pagando con su propio sacrificio los que no participan de la fiesta de los acuerdos: las mayorías asalariadas y desocupadas. Lo que se desprende de las argumentaciones del oficialismo y sus cortesanos, es que nada estaba tan bien como decían. Y que para “estar bien”, habrá que tomar distancia de compañías “indeseables” (como lo es Chávez para los centros del poder mundial), y alinearse más claramente con los requerimientos del Imperio, fundamentalmente en lo discursivo, porque en los hechos está claro que el kirchnerismo hizo siempre todos los esfuerzos para ello, con los recursos que tuvo a disposición, montado en el sacrificio del pueblo argentino. Esa decisión ya está tomada por la presidenta K, por eso viajará en los próximos días a EEUU, donde volverá a tocar la campanita en Wall Street -lugar emblemático del capitalismo imperialista si los hay-; e insistirá ante las grandes empresas para que “se apiaden” de nosotros e inviertan en el país, a cambio de seguridad jurídica y de rentabilidad.
Lo que vuelve a ocultar el oficialismo es la verdadera razón de la medida, que son los compromisos asumidos para el pago de la deuda: sólo el año que viene habrá que erogar casi u$s 20.000 millones, y como no hay medios a poder hacerlo en su totalidad, necesitan refinanciar una parte, lo que según ellos, después del pago al Club del París, se podrá hacer con menores costos. De todos modos, habrá que esperar nuevas presiones para satisfacer las demandas de los acreedores que no entraron en el Canje del 2005 (los que hoy representan u$s 30.000 millones). El kirchnerismo, como muchos sostenemos desde hace años, no ha venido para garantizar el bienestar popular después de la hecatombe del 2001, sino a recomponer la gobernabilidad y las instituciones del sistema capitalista. “Implementar un capitalismo serio” y “recrear la burguesía nacional”, como dijo Néstor Kirchner en su discurso de asunción allá por el 2003, aunque todos sabemos que en este mundo globalizado no hay posibilidad de una burguesía que no sea socia menor del capital transnacional. Si no pudo ir a fondo desde el principio, no fue porque no haya querido, sino porque el humor popular se lo hubiese impedido. Hoy está claro que va camino a congraciarse con el establishment mundial.
Por supuesto que para el caso, como lo han hecho todos los gobiernos “democráticos” que lo precedieron, las decisiones se toman entre gallos y media noche, encerrados entre cuatro paredes, sin consultar la opinión popular al respecto, y sin, mucho menos, informar las formas y las consecuencias del camino elegido. Lo concreto es que la deuda pública ha sido –y por lo visto seguirá siendo por muchos años, a menos que el pueblo en su conjunto tome una actitud digna y soberana de defensa de sus intereses- el centro de la política argentina. Todo gira a su alrededor. Ése es el escenario que nos han impuesto el imperialismo con sus cómplices-lacayos locales. Por eso sabe a poco el enjuiciamiento de los ya seniles genocidas de la última dictadura, porque ellos fueron instrumento de los que hoy se benefician de su trabajo sucio. Los verdaderos ideólogos hoy están libres de culpa y cargo, y determinan la política a seguir. Son los mismos que festejaron ruidosamente el anuncio del pago en la Casa Rosada. Y el gobierno kirchnerista-peronista es parte de ello.
La muletilla de los que aprueban el pago tanto de ésta como de toda “deuda” reclamada por el poder económico transnacional es que “no podemos aislarnos del mundo”. Para ellos, no importan las maniobras fraudulentas que hayan ejercido los acreedores, ni los sufrimientos y penurias que hayan provocado a millones de seres humanos. “Hay que pagar” nos dicen. La cuestión medular, entonces, es preguntarse a quién o a quiénes beneficia estar relacionados con “el mundo” en estos términos. Lo que nos ha demostrado la historia reciente es que seguramente a las mayorías populares seguramente no. Nunca recibieron más que promesas incumplidas de futuros bienestares, mientras el presente fue siempre de penurias.
Si estar relacionados con “el mundo” en los términos que “el mundo” (gobernado por el Mercado inhumano) produce la infelicidad de la mayoría del pueblo, entonces habría que replantearse esa relación. La voracidad de las burguesías en todo el mundo modela la dolorosa realidad que vivimos. Las pretensiones de la patronal agraria en el actual conflicto agrario en nuestro país es un ejemplo de lo antedicho: a ellos no les importa el hambre de sus compatriotas, sino quién les puede pagar el mejor precio por sus productos. Esa es, en esencia, la concepción capitalista de la realidad.
Al pueblo en su conjunto se le sigue negando la posibilidad de influir en este imprescindible debate. Así le está vedado, el comenzar al menos, a solucionar verdaderamente los problemas de nuestro país. Seguramente si empezamos por contemplar las necesidades de cada habitante de nuestro suelo en vez de las ambiciones de los centros del poder mundial, abriremos una etapa distinta y mejor para nuestra sociedad. Y no pagaríamos lo que estamos pagando. El discurso pasa a ser una simple anécdota cuando lo concreto es lo contrario de lo que se declama. Y lo cierto es que, con gobiernos como este, a los dueños del mundo no les hace falta el FMI.
La verdadera solución de los acuciantes problemas del pueblo está en las antípodas de lo que pregona el kirchnerismo: plantear la ilegitimidad de la deuda pública del Estado argentino, desde una postura digna y soberana, haciendo centro en la socialización de la riqueza que producen los trabajadores, para utilizar los recursos en beneficio de la sociedad toda, sería sólo el comienzo.
Pero para ello hace falta una herramienta política que hoy no existe en nuestro país, y que es obligación de todos los que soñamos una sociedad distinta contribuir a hacer realidad.

Gustavo Robles-P.C.T.

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