CRISIS FINANCIERA: EL COMUNISMO CAPITALISTA

 

 

 por Hugo Azcurra

Y finalmente parece que se desató el vendaval financiero. Desde hace como mínimo dos años se advertían síntomas de inestabilidad en las operaciones de las finanzas privadas mundiales, en especial, en los EE.UU. y desde mucho antes aún (década de los 90) distintos países y regiones habían sufrido sacudones por la volatilidad de los movimientos mundiales del capital. Nouriel Roubini, economista, profesor de la Escuela de Negocios Stern de Nueva Cork, se permite afirmar sin sombras de dudas que lo  desencadenado en estos últimos días constituye “el comienzo de la declinación del Imperio Americano”, y señala además que “el rescate financiero del Tesoro (FED) a Freddie Y Fannie es socialismo para los ricos, quienes tienen contactos con Wall Street. Es la continuación de un sistema corrupto en el cual las ganancias se privatizan y las pérdidas se socializan”.

 

Ya no caben dudas que por esta crisis habrá pérdidas crediticias millonarias; el precio de las acciones seguirá cayendo; cientos de bancos pequeños en EE.UU. y Europa quebrarán; la Corporación Federal de Seguros de los Depósitos Bancarios (FDIC por su sigla en inglés) no podrá socorrer a todos los bancos porque no dispone de la magnitud descomunal de dinero necesaria para esta ocasión; los próximos bancos que caerán son el Morgan Stanley y Goldman Sachs; que esta crisis es y continuará siendo severa, durará varios años creando una situación de aguda iliquidez y escasez crediticia. El resto del mundo no quedará inmune a esta nueva quiebra de la economía y finanzas de los EE.UU.

 

Lo que muy bien señala Roubini respecto de que el rescate y las medidas de la Reserva Federal y el Jefe del Tesoro son procedimientos de salvataje socialista para los capitalistas como clase es, económica y sociológicamente, una apreciación certera. Pero no es nueva. Ya Karl Marx había mostrado y demostrado en “El Capital” esta conducta de los capitalistas, que se basa en una relación estructural de funcionamiento del modo de producción capitalista: en el proceso de inversión de capital y explotación de la fuerza de trabajo asalariada, los diversos capitalistas se comportan como meros accionistas de una sociedad por acciones, en la que las participaciones en las ganancias se distribuyen equitativamente por cada 100 unidades dinerarias de inversión realizada, diferenciándose entre sí, 1)  por la magnitud del capital invertido por cada uno de ellos en la “empresa conjunta” (la rentabilización de la inversión mediante la explotación de la fuerza de trabajo), 2) por la rivalidad competitiva en mercados y productos. Marx llamaba a esto el “comunismo capitalista” nacido del proceso objetivo mismo de producción y cambio capitalista. Situación ésta que se extiende al terreno político, mucho más claro y elocuente que el anterior, cuando arrecia el conflicto de clases y los trabajadores se mueven contra el capital, ya que aunque “en su mutua competencia se revelen como falsos hermanos, constituyen (los capitalistas)  no obstante una verdadera cofradía francmasónica frente a la totalidad de la clase obrera”.

 

Se puede entender, pues, que el comportamiento “socialista” de la burguesía financiera americana cuando acude por medio de “su” Estado a “salvar” a los banqueros privados y a sus negocios a costa de los dineros públicos (administrados privadamente por y para el capital) está dictado por relaciones sociales estructurales poderosas que le imponen la adopción de políticas para salvar el barco común de la clase capitalista financiera a costa de perjudicar a las clases populares y a la sociedad toda.     

 

Lo puntualizado anteriormente se vuelve importante en términos de análisis político. Se multiplican los artículos, opiniones, etc. en los cuales se dejan ver exposiciones de estilo admonitorio hasta de carácter moral: la situación de crisis se ha precipitado por los enormes errores de administración de los negocios inmobiliarios de los bancos, ayudados por las imprevisiones de las oficinas y/o organismos gubernamentales de supervisar tales operaciones; también se suele añadir la, ahora, “mala administración de la FED por Alan Greenspan”  que con su política de bajísimas tasas de redescuento fomentó irresponsablemente no sólo el surgimiento sino la permanencia de la burbuja especulativa que se difundiría con insólita rapidez por el mundo de las finanzas. Se achaca, pues, a impericia, desaprensión y desmanejo de funcionarios quienes tenían en sus manos los instrumentos necesarios y la autoridad correspondiente para evitar caer en tales desmadres.      

 

Estas y parecidas posiciones y/o argumentaciones de censura yerran en lo fundamental: no advierten que rentistas, banqueros, financistas, empresarios, gerentes, directores, etc. junto con el funcionariado del Estado, no son otra cosa que la personificación de las relaciones capitalistas de producción que constituye la estructura de funcionamiento en las cuales ellos se desenvuelven. El capital como unidad de todo el sistema es el sujeto que “dicta”, por las leyes que lo rigen, la finalidad (ganancias) y los medios (explotación del trabajo y especulación) de los individuos que lo representan, les dicta cómo deben “comportarse”, cómo deben “decidir”, para alcanzar la valorización de la inversión: encarnan como personas al capital que es su amo y deben hacer lo que éste “exige” y no lo que el funcionario o el empresario individuales quieren o “creen” que debe hacerse. Actúan, pues, cómo autómatas cuando creen hacerlo con libertad y discernimiento propio; y el capital se desempeña como “cosa” que piensa y decide por sí pero a través de ellos. La cosa se personifica y las personas se cosifican: es el mundo  fantasmal pero existente de la enajenación de la sociedad capitalista. ¿No son racionales entonces? ¡He aquí lo notable! ¡Sí lo son! Y por serlo y tal como lo son se producen las crisis. ¿Contradicción en el argumento? No, contradicción de la realidad: la racionalidad del capital individual (obtener ganancias) llevado a su límite máximo a la explosión como irracionalidad (crisis) del capital total. El capital es así un ámbito en el cual lo racional y lo irracional se cruzan e interpenetran, lo cual convierte al propio capitalismo en una sociedad que se sobrevive y a sus crisis en una evidencia de desequilibrio y fragilidad.  

 

Pero tampoco son mejores aquellas posiciones que se asientan en una denuncia moral como “Docenas de miles de millones para salvar a los bancos; nada para salvar a las personas” título de un artículo de Juan Torres López (Rebelión), en el cual con una indignación honesta se denosta la conducta de banqueros privados y funcionarios públicos, los primeros porque se mueven en espacios opacos, en los que pululan los chanchullos, los engaños, la corrupción, pero que son muy rentables para ellos; y los segundos por ser corresponsables de la crisis al tener una actitud permisiva y hasta de complicidad con los bancos. Todo lo señalado es justo e irreprochable, forma parte de los sucesos tal como se han dado. Pero ¿acaso está en el fundamento del sistema capitalista, sobre todo el financiero, ocuparse de los pobres, de los hambrientos, de los sufrimientos, etc. de millones de hombres, mujeres, niños y ancianos del pueblo trabajador? ¿Es acaso serio creer que el capitalismo tiene, y si no lo ha temido, “debe” tenerlo como fin resolver aquellas calamidades? ¿Y si no lo hace pero discursea entonces éste es un discurso cínico y criminal? El dominio del capital no es tal para “solucionar” aquellos problemas sociales ¿por qué? Pues porque aquellos “problemas” son el resultado del funcionamiento mismo del capital: las asimetrías sociales (desigualdades) son “su” producto no son “errores”; no son “casualidades”; no se deben a “impericias” ni a “insensibilidad”, son inevitables bajo este sistema. Claro que tener conciencia profunda de esto no significa “justificar” de ningún modo ni tales situaciones ni aquellas conductas, pero a fuer de verdad hay que subrayar que el discurso cínico y criminal del capital lo acompaña desde su nacimiento.

 

Pero hay algo de la mayor importancia sobre la cual llamar la atención: la función del Estado que, representante sí de las clases propietarias, en particular capitalistas y de sus intereses, se ve “obligado” en las presentes circunstancias a asumir en nombre del conjunto social decisiones que “mitiguen” en parte las consecuencias más funestas para la economía, como un todo, mediante el establecimiento de controles y regulaciones que serán en lo inmediato de “emergencia”, pero que tendrán un impacto mayor en la tan postergada erección de un nuevo sistema multilateral de pagos, seguros y respaldo de carácter internacional, eliminando aquella legislación permisiva de tipo “casino” plagada de tahúres y granujas vestidos de solemnes financistas y empresarios. Las fuerzas productivas se “desbordan” hacia su socialización bajo administración de la sociedad que primero pasa por la concentración estatal para culminar en las formas asociadas de producción y distribución. Aquí es donde debe advertirse el camino de la política futura y de la actividad de masas para las organizaciones marxistas: dentro mismo de las contradicciones sistema se encuentra la llave de su superación. El capitalismo grita de dolor; hagamos todo lo posible para que muera rápido.  

 

 

   

 

 

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