La candidata a presidente está un rato con Chávez y otro con el Consejo de las Américas
Por: Emilio Marín (LA ARENA)
 

 

Para amplios sectores que detestan la política de Washington, el gobierno muestra el rostro de sus vínculos con Venezuela. Pero, sin solución de continuidad, la candidata presidencial trata de seducir al clan Rockefeller y sus inversiones.

Para ser exactos no hay que cargar las tintas sólo sobre Cristina de Kirchner, si bien lo suyo fue más grave pues cerró como primera figura del gobierno el seminario del Consejo de las Américas en el Alvear Palace Hotel. Antes habían disertado Alberto Fernández, Julio de Vido, Miguel Peirano y el titular del Banco Central, Martín Redrado.

En primera fila los examinaban el embajador estadounidense Earl A. Wayne y un numeroso grupo de empresarios norteamericanos y de compañías argentinas de primerísimo nivel, todos capitaneados por la titular de la entidad organizadora, Susan Segal.

Para los despistados es necesario aclarar que el Consejo funciona habitualmente en Nueva York, donde fue fundado por David Rockefeller, dueño del Chase Manhattan Bank (actualmente fusionado en el JP Morgan Chase) y de varias compañías más. De esas entidades bancarias es el director del Consejo, William Rhodes, quien presidió el comité de bancos que negoció la deuda externa con nuestro país y en 1994, plan Brady de por medio, fue condecorado por la dupla fuerte de entonces: Carlos Menem y Domingo Cavallo.

De esa misma procedencia -Morgan y Chase- es la señora Segal, que se preció en el Alvear de ser amiga de Cristina de Kirchner. De todos modos habría que ver cuán importante o no es tener de amiga a Segal. En abril de este año entregó una distinción al ex presidente peruano Alejandro Toledo, un monumento a la corrupción y al fracasado ALCA que terminó su mandato con una imagen positiva de 8 por ciento. A quienes lo premiaron no les importó ese triste récord sino el hecho de que había adjudicado varias áreas petroleras en Perú a las firmas de ese rubro de la familia fundadora de la Standard Oil de California.

Es el segundo año que el Consejo de las Américas delibera en Buenos Aires. Y por la asistencia masiva y puntual de los ministros enviados por Néstor Kirchner cabe deducir que en 2008 se repetirá esa moda. Segal ya avisó que recibirán a CFK en setiembre próximo, cuando agasajen en Nueva York a la delegación argentina que concurra a la Asamblea General de la ONU. En la ocasión volverán a darle a la senadora el estatus de presidente en funciones.

Conviene subrayarlo: la sociedad fundada por David Rockefeller y capitaneada hoy por Rhodes y Segal, nuclea a las principales trasnacionales con casa matriz en EEUU y filiales o inversiones en Latinoamérica. Allí hacen lobby o cabildeo para sus negocios. Algunos de los antecedentes de los Rockefeller son citados por ellos mismos, como el haber sido ideólogos de la 'Alianza para el Progreso'. Otros son menos glamorosos y son dejados en la penumbra, como que Nelson Rockefeller fue uno de los fundadores de la CIA, definida recientemente por Fidel Castro como la 'máquina de matar'.

'Buena oportunidad'

En su mensaje ante un auditorio tan clasista y trasnacionalizado, la candidata oficialista invitó a que sumen inversiones. 'La Argentina es una muy buena oportunidad para hacer negocios', dijo en tren de seducción, como si sus oyentes no estuvieran ya haciendo una buena diferencia. Las multinacionales ganaron más de 4.300 millones de dólares en 2006 en nuestro país de modo que no hacía falta que les avisaran de esos buenos dividendos, ya girados en su mayor parte al Norte.

Una de las opiniones más elocuentes sobre el sentido del mensaje lo dio Alfredo Coto: 'fue un discurso impecable, pro empresarial, para que sigamos invirtiendo', dijo el que dos años atrás era acusado por el presidente Kirchner de extorsionarlo a él y a todos los argentinos.

Otro de los que se retiró muy satisfecho fue el embajador Wayne, que en virtud de la procedencia de los líderes del seminario y los capitales que representan, hacía casi las veces de local. Otro tanto con los integrantes de la Cámara de Comercio Americana, Amcham, presidida en Buenos Aires por Juan Brochou, del Citibank, otro que sabe mucho de excelentes negocios en la plaza local y fuga de capitales.

Esta sintonía fina de la representante del gobierno con lo más granado del capital estadounidense ya se había verificado con los de origen europeo, en oportunidad de su viaje a España. Allí departió con Antonio Brufau (Repsol), Gerardo Díaz Ferrán (Marsans), César Alierta (Telefónica) y otros ejecutivos con intereses en Argentina.

Salvo una discusión con Francisco González (BBVA), el tono de esos diálogos fue muy amigable, una situación que se repitió cuando la viajera recaló en México junto con su esposo y se reunió con dueños de grandes firmas como Carlos Slim, que según publicaciones estadounidenses especializadas en finanzas habría desplazado a Bill Gates como el potentado número uno del mundo por fortuna personal.

En 2003 el gobierno de Kirchner no atribuía tanta importancia a la inversión foránea. ¿Estará padeciendo el síndrome del justicialismo al final de sus mandatos? El fundador de ese movimiento buscó explicar el cuestionado contrato con la 'California Argentina de Petróleo' -en rigor, estadounidense, de los Rockefeller- en estos términos: 'queda un tercer recurso como único viable en estas circunstancias. Se trata de la inversión de capitales extranjeros' (J.D. Perón, mensaje al Congreso presentando el convenio con la California, Diario de Sesiones CDN, 11 de mayo de 1955).

El péndulo

Como el capital financiero más concentrado (léase imperialismo) es insaciable, ni aquellas concesiones del general Perón ni éstas de sus sucesores en la Casa Rosada colman completamente su apetito. Los monopolios siempre quieren más. Por eso el banquero del BBVA quería más y varios de los asistentes al coloquio del Alvear Hotel, sin identificarse, dejaron trascender que querían más precisiones del plan de gobierno.

Esas reticencias tienen que ver con las demandas del FMI y bancos comerciales que no quedaron satisfechos con la quita que el PEN hizo a los viejos títulos de la deuda y que dejaran sin arreglo a una parte de los bonistas.

Los dueños de privatizadas también quieren más, como los ganaderos de la Sociedad Rural, según se plasmó en el pliego de reivindicaciones leído por Luciano Miguens.

Ese conglomerado de intereses locales y trasnacionales toma con una mano la carta del menú de concesiones preparadas por el gobierno y con la otra presiona por más ventajas.

El regateo del peronismo con aquellos lobbies, y ciertas reivindicaciones que sus sucesivos gobiernos hicieron a la clase trabajadora y a los empresarios nacionales, está en el fondo de la crítica que el establishment económico mantiene contra Kirchner. A nivel periodístico e internacional eso se plasmó en un reciente editorial de 'El País' de Madrid, que apuntó contra sus vínculos con Hugo Chávez quejándose de una 'diplomacia pendular'. El gobierno español de 2002, de José María Aznar, fue uno de los primeros en reconocer diplomáticamente al gabinete golpista de Pedro Carmona que había depuesto por la violencia a Chávez.

Repitiendo los argumentos del diario madrileño, Joaquín Morales Solá opinó ayer en La Nación sobre 'los efectos negativos de la relación con Caracas'.

Según esa óptica de la derecha, ese péndulo le hace daño al país 'cuando se detiene más en una orilla que en la otra'. O sea que permanecería más de la cuenta en el campo gravitacional chavista.

Parece una exageración, de las tantas a que acostumbran esos medios conservadores. Que los Kirchner tienen anudada una relación comercial y política con Chávez, está a la vista, y hasta ahora es de mutuo beneficio para Argentina y Venezuela. Pero de allí no debe inferirse en que las autoridades locales sigan al bolivariano en lo más mínimo de su 'socialismo del siglo XXI'.

Para desmentir esa presunta afinidad bastarían dos ejemplos. En la Faja del Orinoco manda la estatal PDVSA y en nuestro territorio Repsol. En su conferencia de prensa en Buenos Aires el venezolano criticaba al 'Drácula' norteamericano, mientras en el Alvear Hotel Cristina F Kirchner pedía más penetración de capitales norteamericanos en la economía doméstica, tal cual ofertó su marido al Consejo neoyorquino en setiembre de 2003.

Si hay péndulo, la mayor parte del tiempo está en el terreno amistoso con el clan Rockefeller. Chávez vino, puso 500 millones de dólares y se fue sin que lo despidiera Cristina, ocupada en mejorar la relación con los monopolios.

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