Fenomenal campaña mediática mundial contra Cuba

 


En febrero murió un delincuente común cubano en huelga de hambre y comenzó una hipócrita campaña contra Cuba pretextando los derechos humanos. La Casa Blanca mueve los piolines del operativo.
Orlando Zapata Tamayo era un preso común reincidente que la campaña internacional contra Cuba vistió de “mártir” cuando murió al cabo de una huelga de hambre. Los medios lo habían presentado como un “preso político o de conciencia”. Cuán poca conciencia política tenía el sujeto que su obstinación suicida se plasmó en un programa muy poco revolucionario: quería cocina, televisor y teléfono celular en su celda, elementos de los que carecen los demás presidiarios.
Los médicos cubanos hicieron todo lo posible para salvarle la vida, como lo reseñó el presidente Raúl Castro, quien lamentó el deceso de Zapata.
Esa muerte no podía ser imputada al Estado cubano pero el grueso de la prensa mundial aseguró que era prueba de que aquél viola los derechos humanos. Así se reinició una campaña que nunca había finalizado, con la dirección política en Avenida Pennsylvania Nº 1600, Washington, Casa Blanca.
La secretaria de Estado Hillary Clinton, que fue Primera Dama mientras su marido ordenaba bombardear a Irak en varias oportunidades, a Sudán y a Yugoslavia, hasta destrozarla, hizo varias declaraciones atacando a Cuba como supuesta violadora de los derechos humanos.
Barack Obama hizo otro tanto el 24 de marzo pasado. En un comunicado oficial pidió “el fin de la represión, la puesta en libertad inmediata e incondicional de todos los presos políticos de Cuba y el respeto a los derechos básicos al pueblo cubano”.
Ya el 11 de marzo el Parlamento europeo había votado por mayoría una moción que exigía a Cuba no sólo cuestiones humanitarias sino directamente un cambio de sistema político. La resolución instaba a “las instituciones europeas a que den apoyo incondicional y alienten sin reservas el inicio de un proceso pacífico de transición política hacia una democracia pluripartidista en Cuba”. ¿Si eso no era injerencia imperial, qué era?
El suicida Zapata Tamayo ya tiene sustituto. Guillermo Fariña Hernández retomó otra huelga de hambre (van 23). Al menos este fue un poco más político que el chorro muerto y dijo que reclamaba la libertad de 20 “presos políticos” que estarían mal de salud.
Ese señalamiento es falso, pues el gobierno cubano ha optado por liberar en el pasado a presos de salud quebrantada, casos del mercenario Raúl Rivero y otros detenidos, juzgados y condenados en marzo de 2003. Ellos se beneficiaron de la benignidad del sistema político y penal. Si Fariña muere, dirán que los médicos cubanos no lo atendieron. Pero el promocionado ayunante declaró el 20 de marzo a un corresponsal de DPA: “aquí tanto el personal médico como el paramédico está dándome un trato de excelencia. Recuérdese que yo he estado ingresado en otras ocasiones aquí en esta sala. Ya me conocen de otras huelgas de hambre”.

Como Goebbels

Las autoridades estadounidenses y sus poderosos medios de comunicación repiten muchas veces por día, todos los días, que en la isla no hay democracia. Que se persigue y encarcela a los “disidentes”. Aplican la máxima de Joseph Goebbels, jefe de la propaganda nazi: “miente, miente, que algo queda”.
La verdad es que en la patria de José Martí se respetan todos los derechos humanos: los de primera generación (civiles y políticos), los de segunda (sociales y económicos) y los de tercera (ecología).
Un dato sobre el primer tópico: en abril habrá elecciones municipales en Cuba y casi el 80 por ciento de la población ha participado de las reuniones de base, de donde han surgido democráticamente los candidatos a las asambleas municipales. Habrá de dos a ocho candidatos para todos los puestos, y quien gane debe contar al menos con el 50 por ciento de los sufragios, depositados en urnas custodiadas por niños pioneros.
En esas campañas austeras no hay gastos millonarios ni fraudes, no votan los muertos y si el electo no cumple su mandato es revocado. No ocurre como en EE UU y tantos otros países donde hay mayoría de millonarios en el Congreso y éstos erigen una plutocracia o gobierno de los ricos.
En La Habana tampoco hay una Corte Suprema de Justicia como la de Washington, que no quiso hacer el recuento de votos cuando el escandaloso triunfo, fraude de por medio en La Florida, de George Bush sobre Albert Gore.
En salud y educación, Cuba marcha a la cabeza del mundo. Pese a sufrir los duros efectos del bloqueo estadounidense, no registra desnutrición infantil; su tasa de mortalidad infantil es de 4,6 por cada mil nacidos vivos, inferior a la de su mal vecino. Con ayuda de especialistas cubanos, Venezuela y Bolivia han podido erradicar el analfabetismo, y a esa meta se acercan Ecuador y Nicaragua.
Respecto al medio ambiente, Cuba está a la vanguardia de políticas específicas y su cumplimiento, desde que en 1992 Fidel Castro plantó esas banderas en la Cumbre Eco-Río. Desde entonces y hasta la reciente de Copenhague, tiene una brillante foja de servicios ecológica.
¿Entonces por qué lo atacan tanto? En el fondo, porque protagonizó una revolución social, que devino en socialista, la única victoriosa en el hemisferio occidental y contra la cual se han estrellado más de 50 años de bloqueo y agresión. Al imperio no le gusta el sistema cubano y le reprocha que hay un solo partido, el comunista. Pero en EE UU hay sólo dos que se alternan en el poder, republicano y demócrata, que son sólo uno, al menos en las grandes cuestiones. En noviembre de 2007 en Argentina había 716 partidos políticos reconocidos. ¿Acaso eso indicaba que la democracia local era superior a la caribeña?

Los Quisling

Históricamente se conoce como “quintacolumnistas” a los nacionales de un país que se coluden con una potencia extranjera para la derrota y ocupación de aquél. Uno de los mayores ejemplos lo proporcionó el militar noruego Vidkun Quisling, que operó a favor de la ocupación alemana de Noruega, en la II Guerra Mundial. Cuando se juzgaba a los jerarcas nazis en Nuremberg, uno de los fiscales leyó documentos relativos al militar y comentó: “(para dar un golpe de Estado) Quisling da cifras del número de tropas alemanas requeridas que concuerdan con los cálculos alemanes”. Y culminó: “puede que el Tribunal piense que no hay palabras suficientemente fuertes en el diccionario de insultos como para describir ese grado de traición”.
Salvando las distancias, ese rol de entregador de su propia nación es el que cumplen los mercenarios cubanos, que complotan en la Sección de Intereses de Norteamérica (Sina) en el Malecón habanero y cobran por eso.
El rol de esos mal llamados “disidentes” está expuesto en numerosos procesos judiciales y documentación del gobierno cubano, de cuyos servicios de inteligencia no se puede decir que no sean eficientes. El libro “Los disidentes” de los periodistas y escritores Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez desnudó con datos, fotos y documentación la labor de los mercenarios detenidos en marzo de 2003.
En esa fecha, coincidente con la invasión a Irak, cabezas calenturientas de la administración Bush pensaban invadir Cuba. Y el gobierno afectado tomó medidas efectivas contra los “Quisling” y le importó un rábano la protesta mundial del imperio, aún cuando había tenido impacto en viejos amigos de la revolución. José Saramago declaró: “hasta aquí llego, Cuba seguirá su camino, yo me quedo”.
Ex profeso, hoy la campaña mediática antisocialista quiere confundir dos términos que no aluden a la misma categoría: disidente y quintacolumnista. Alguien puede disentir con aspectos de la sociedad cubana y entre los 11 millones de cubanos hay muchas críticas a determinadas políticas. Pero otra cosa muy diferente es pactar con los enviados del Departamento de Estado en cuándo y cómo atacar al gobierno de Castro, y cobrar por esa actividad tan poco patriótica.
Los disidentes son respetados al punto que en la isla no hay ningún preso por pensar distinto al presidente. Sí están en gayola los que han cometido delitos comunes, como era el caso de Zapata, o han sido pescados con las manos en la masa de los dólares, celulares y equipos de radios provistos por la CIA para atacar desde adentro a la revolución.
Esa autodefensa no sólo la ejercita Cuba; todos los países lo hacen. El Código Penal de EEUU, dentro del Capítulo 115 titulado “Traición, Sedición y Subversión”, en la Sección 2381 dictamina que “ha cometido el delito de traición cualquiera que debiéndole fidelidad a los Estados Unidos, le hace la guerra o se asocia a sus enemigos, ayudándolos, dentro o fuera de los Estados Unidos”. La persona que traiciona “puede ser sentenciada a muerte o encarcelada por no menos de cinco años, y multada por no menos de 10 mil dólares; y estaría inhabilitada para asumir cargo público alguno en los EE UU”.
¿Por qué se juzga de modo tan opuesto lo que dictaminan coincidentemente las leyes norteamericana y cubana en cuanto al mismo delito? La razón es sencilla: los que traicionan en la isla obedecen al imperio.

Emilio Marín

 

Defenderemos la verdad con nuestra moral y nuestros principios

 


Editorial del Periódico Granma

El imperio y sus aliados se han lanzado a una nueva cruzada para intentar demonizar a Cuba. Su poderosa maquinaria política y mediática ha puesto en marcha una colosal operación de engaño con el objetivo de desacreditar el proceso revolucionario, desestabilizar el país y provocar las condiciones para la destrucción de nuestro sistema social.
En la febril campaña usan a sus mercenarios al antojo. Para obtener bochornosos dividendos políticos, los lanzan a la muerte, sin importarles un ápice verdaderamente esos seres humanos; como no les ha importado nunca tampoco la muerte de más de 3 mil cubanos por actos terroristas organizados y financiados desde Estados Unidos, ni el destino de los más de 2 mil compatriotas mutilados por esos actos abominables, ni los ciudadanos que han perecido en el Estrecho de la Florida al lanzarse en infaustas aventuras tras los cantos de sirena de la asesina Ley de Ajuste Cubano.
Invocan cínicamente los derechos humanos que han pisoteado y pisotean hoy impunemente en diversas partes del mundo. Acusan hipócritamente a la Revolución de la muerte de una persona, preso común al que vistieron de político por obra y gracia de las campañas anticubanas y los cuantiosos recursos y medios que a ella se dedican, a quien sacrificaron para servir de punta de lanza en el propósito de denigrar a la nación que más esfuerzos ha hecho por salvar vidas en el mundo, al enviar a decenas de miles de sus abnegados trabajadores de la salud a colaborar con más de un centenar de países, en los lugares más difíciles; a la Revolución que no dudó un segundo en ofrecer sus médicos para socorrer a las ciudadanos norteamericanos en New Orleans y otras ciudades del sur tras el paso devastador del huracán Katrina; la que brinda estudios superiores a jóvenes que no hubieran podido graduarse en sus naciones, incluyendo a varios de los Estados Unidos; a la que ha puesto a disposición internacional un novedoso método de alfabetización que ha permitido a millones de personas en diversos países de América Latina y el Caribe, Europa, África y Oceanía acceder al sagrado derecho humano de la educación y el conocimiento.
La Revolución Cubana ha actuado consecuentemente bajo principios éticos, políticos y morales siguiendo las enseñanzas de Fidel. El respeto al ser humano es la esencia de nuestro sistema y ha sido una de las claves del apoyo popular al proceso desde los días heroicos de la Sierra Maestra, cuando siempre se respetó la vida de los prisioneros enemigos.
Pese a la invariable política de hostilidad y agresión constante del Imperio, desde la invasión armada, los sabotajes terroristas y los planes de atentados contra Fidel y nuestros dirigentes, hasta la promoción de la subversión y el genocida bloqueo económico, comercial y financiero que dura ya cinco décadas, la Revolución jamás ha asesinado, torturado o desaparecido a uno solo de sus enemigos.
¿Pueden decir lo mismo los gobiernos de Estados Unidos y de los países europeos que se desgañitan criticando a Cuba y condenándola cual si fueran vírgenes vestales? ¿Qué pueden decir del millón de muertos en Iraq y las decenas de miles de víctimas en Afganistán por las guerras ilegales allí ejecutadas? ¿Cómo pueden explicar las cárceles secretas y las torturas para los supuestos terroristas? ¿Qué basamento legal sustenta los asesinatos selectivos que Estados Unidos ha ejecutado contra sus enemigos en diversas partes del mundo con una fuerza especial dirigida en estos años por el mismo General que ahora comanda las tropas en Afganistán? ¿Cómo pueden justificar la muerte en los últimos 5 años de más de 100 inmigrantes que estaban bajo la custodia del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos? ¿Qué derecho humano sustenta las palizas brutales contra los representantes de los movimientos sociales que protestaban cuando la Cumbre del Clima en Copenhague o contra los estudiantes californianos que reclamaban más presupuesto y menos cobros por la educación? ¿Quién supervisa el trato vejatorio que se le da a los inmigrantes en los cientos de centros de detención que están diseminados por Europa? ¿Se han alarmado, han denunciado o han condenado estas escandalosas violaciones de los derechos humanos el Congreso de Estados Unidos, el Parlamento Europeo y los partidos de la derecha del Viejo Continente que hoy se muestran tan preocupados con Cuba?
Lo que les inquieta verdaderamente es la fortaleza moral de la Revolución, su fidelidad a los principios, su creciente prestigio en nuestra región, donde se ha convertido en importante actor de impulso al proceso de integración, su actuar inteligente y sereno para enfrentar las duras consecuencias de la crisis económica internacional y del bloqueo, su claridad en que hay que cambiar lo que deba ser cambiado en pos de conquistar para nuestro pueblo toda la justicia como nos han pedido Fidel y Raúl.
Por ello el imperio y sus aliados europeos concertan planes, coordinan el trabajo de sus servicios especiales, envían a sus diplomáticos a las calles a monitorear el trabajo de sus asalariados en la isla, incrementan los fondos para la subversión en Cuba. Solo la USAID tiene asignado 20 millones de dólares este año para suministrarle a los grupúsculos contrarrevolucionarios y para financiar el acoso mediático contra Cuba.
Ahora centran su cínica campaña en un nuevo huelguista -cuyos delitos comunes y actos contrarrevolucionarios fueron denunciados en Granma el pasado 8 de marzo- a quien se le brinda toda la atención médica calificada.
Se mundializa su show mientras se silencian cínicamente su crueldad y antecedentes criminales, sus agresiones y amenazas de muerte a una doctora, directora del hospital donde trabajó, y la golpiza a un anciano indefenso al que hubo que operar de urgencia por las lesiones recibidas.
Arman alharaca también alrededor de las autodenominadas Damas de Blanco, quienes se prestan al juego enemigo y se sustentan con dólares salpicados de sangre cubana, suministrados entre otros por el terrorista Santiago Álvarez Fernández Magriñá, quien pretendió volar el Cabaret “Tropicana” y es el “benefactor” en Miami de Luis Posada Carriles. No es de extrañar por eso que el autor de la voladura de un avión de pasajeros de Cubana de Aviación y de otros execrables actos saliera hace unos días en Miami a expresar su apoyo a estas “damas”, cuya única sanción hasta hoy ha sido el repudio contundente y enérgico de nuestro pueblo en las calles.
Recibir dinero de una organización terrorista es una felonía severamente castigada en Estados Unidos. Actuar al servicio de una potencia extranjera lo es también. Los delitos de los llamados “disidentes” no tienen nada que ver con la libertad de opinar, sino con la colaboración a sueldo de la superpotencia enemiga en sus planes contra nuestra nación. A todos se les ha probado la recepción, directa o indirecta, de fondos del gobierno de Estados Unidos y de no pocas fundaciones europeas que colaboran con la política de guerra contra Cuba.
¿Qué les pasaría a estos “disidentes” si hicieran en el país de su amo las acciones que realizan en Cuba? El Código Penal de Estados Unidos prevé una pena de 20 años para quien preconice el derrocamiento del gobierno o del orden establecido; 10 años para quien emita falsas declaraciones con el objetivo de atentar contra los intereses nacionales en sus relaciones con otra nación, y 3 años a quien mantenga “correspondencia o relación con un gobierno extranjero (…) con la intención de influir en su conducta (…) respecto a un conflicto o una controversia con Estados Unidos”.
El enemigo usa todas las armas de presión. Utiliza el chantaje político y ordena el aniquilamiento mediático de quienes pretendan ser solidarios con Cuba. Intenta acallar cualquier voz que discrepe de su dictado. Olvida hasta su cacareada “Libertad de expresión” para obligar a Google a cerrar el blog digital de un intelectual cubano que ha denunciado con irrebatibles argumentos los verdaderos propósitos políticos de la campaña contra nuestra Patria.
Nada nos sorprende. Son los mismos métodos perversos puestos en práctica desde hace 50 años cuando el presidente Eisenhower aprobó el Plan de acciones encubiertas contra Cuba.
Como dijo el compañero Raúl en la clausura del IX Congreso de la UJC:
“Más de medio siglo de combate permanente ha enseñado a nuestro pueblo que la vacilación es sinónimo de derrota.
“No cederemos jamás al chantaje, de ningún país o conjunto de naciones por poderosas que sean, pase lo que pase. Tenemos derecho a defendernos. Si pretenden acorralarnos, sepan que sabremos parapetarnos, en primer lugar en la verdad y los principios”… “¡Sobran los ejemplos en nuestra historia!”
Daremos la pelea con nuestras ideas, en nuestras calles y en todos los escenarios internacionales.

¡El próximo 1º de Mayo recibirán de nuestro pueblo y sus trabajadores una contundente e inequívoca respuesta del apoyo a la Revolución!

¡Defenderemos la verdad con nuestra moral y nuestros principios!

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