La democracia popular pequeño-burguesa argentina

(Reformismo asistencialista tortuoso)

 

Fernando Hugo Azcurra

 El nuevo equipo de gobierno del kirchnerismo es todo un ejemplo notable de su característica política principal: el desplazamiento representacional del Peronismo tradicional y también de las ideas políticas que lo sostienen. La totalidad de Ministros designados y quienes éstos designen en Secretarías y Sub-secretarías, está colmada de profesionales universitarios en varios casos con paso en el Estado en etapas anteriores y sin paso inmediato por las empresas privadas en calidad de CEOs: abogados; arquitectos; ingenieros; ingenieros agrónomos; economistas; administradores; contadores; politólogos; doctorados en Comunicación; etc. ¡No hay ningún sindicalista ni trabajador asalariado que ocupe algún cargo de mínima responsabilidad! Ni la CGT, ni la corriente de Hugo Moyano, ni las estructuras sindicales de las dos CTA, fueron requeridos para “aportar”, al flamante elenco,  un trabajador o un profesional surgido de sus propias filas.

¿Tiene importancia esta circunstancia como indicio político y de clase? Sí, la tiene, no decisiva; pero la tiene porque muestra que la transformación del Peronismo como representación ideológico-política de la clase obrera en lucha contra la “patronal” capitalista, digamos: esa lucha del obrero asalariado industrial contra el burgués industrial en el sentido “tradicional” de la historia popular y política de Argentina  ya no lo es más así, ha dejado de serlo. Al poder político del país ha regresado el kirchnerismo no el peronismo tradicional, ya hoy desgajado, sin fuerzas, ni ideas ni programas que superen esa novedad organizativa. 

El Movimiento Obrero Organizado en las estructuras sindicales era concebido por Perón y por el Justicialismo Partidario como “la columna vertebral” del Peronismo y de sus objetivos económico-políticos para instaurar una democracia obrero-popular que superara intereses y fines sólo favorables al capital y a los capitalistas. Esto ya no es así, repetimos, y hay que reconocer este cambio en todo el planteo y discurso de Alberto Fernández que es de una claridad meridiana cuando lo reducimos a su síntesis central: a) recuperación del papel rector del Estado en la economía para la expansión del mercado interno; b) recuperación de políticas crediticias, de fomento y de subsidios para el capital en general y pyme en particular; c) recuperación de políticas dirigidas a los sectores de la clase trabajadora más castigados por el liberalismo financiero del macrismo: pobres, indigentes, vulnerables; débiles; hambreados; madres y niños desnutridos; desempleados; precarios; etc. O sea apunta a “rescatar” a quienes han “sufrido” la agresión constante del elenco macrista, algo así como el intento de eliminar los “detritus” sociales producido por el saqueo y asalto del capital al mundo del trabajo, pero no así expresados sino dicho como “las víctimas del neo-liberalismo”. Dicho así, esto no es ni una idea ni una posición de clase sino una actitud de “solidaridad social” y de “ayuda” al que “no tiene y no puede”. Y esto se explica: La fracción no-obrera de la clase asalariada “comanda” la política y el Estado desde el 10/12/2019 en Argentina.

De este modo ha desaparecido el sujeto real de la confrontación por, digamos, una variedad de “perjudicados”, que no se denominan “trabajadores asalariados” ocupados, semi-ocupados o desocupados, etc. y su pase a una especie de pauperización constante; no, no es así como son comprendidos. Ideas, lenguaje y teorías en términos difusos llenan el espacio del análisis crítico y riguroso: el reformismo “asistencialista” toma el lugar de la lucha popular de los trabajadores, que no es otra cosa que lucha de clases, sólo que ahora se adopta aquel término “eufemístico”.

¿Qué no dicen todos los bellos discursos democráticos? ¿O bien que ocultan al decir sin que haya plena conciencia por parte de quienes hablan y “explican”? Primero, que se trata de finalidades y políticas de “mejoras sociales” dentro del propio sistema que es el que produce siempre la pobreza, la miseria, las desigualdades, las injusticias, inflación, etc. y que por tanto, desde el sistema mismo, no hay políticas que “eliminen” las consecuencias inevitables originadas en la persistencia de la dirección por el capital de la sociedad; a lo sumo podrá alcanzarse  que haya descensos cuantitativos de esas consecuencias: menos inflación (¿8 % anual por ejemplo?); menos pobreza (¿10 % anual?); baja del desempleo (¿4 %?); menos “trabajo en negro”; menos trabajo precarios, etc. etc.

¿No serían buenos números? ¿No significarían “mejoras”? sobre todo respecto de la administración de los hampones y gánsteres anteriores, no cabe duda que serían logros estupendos; pero siempre queda la oscuridad: se acepta sin nombrarlo el sistema del capital y de su despotismo que nunca se dan por vencidos y, lamentablemente, a cada tanto regresan al Estado y a sus políticas de clase, que él jamás olvida y del que nunca se baja: son la clase privilegiada, por tanto, la que debe conducir el Estado y la economía sin ceder al “distribucionismo” y la “demagogia populista”; ¿regresarán? ¿Quién se atreverá a negarlo? ¡No les será fácil! Muy probablemente sea así, pero no importa, esa clase tiene descomunales recursos como para simplificar problemas y reformular sus posturas para generar nuevamente condiciones de “retorno”. Son las representaciones políticas, institucionales, ONG, fomentistas, etc. quienes tienen la “obligación” de “aprender” para lo futuro.   

Segundo, en verdad, todo el programa F – F no es otra cosa que una reforma (no una transformación) de la sociedad por vía democrática, pero una reforma dentro del marco de clase específico de la pequeña burguesía, comercio, acuerdos, armonía, equilibrio, dar a cada uno lo que le corresponde, llegar al “justo medio” en todo, ni la opresión de las grandes corporaciones capitalistas ni la exageración de las demandas de los trabajadores asalariados. No debe creerse que los representantes políticos democráticos de esta clase son sólo comerciantes o pymes. Esos “representantes” políticos y profesionales pueden estar a un mundo de distancia de esa clase y de su fracción asalariada no-obrera, por su cultura y su situación individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía a pesar de todo es que no van más allá, en cuanto a mentalidad y propósitos, de donde van los pequeño burgueses en su sistema de vida cotidiana  arrastrando tras de sí a aquella fracción asalariada que no se ve, no se siente, ni se admite como “trabajadora” y hermana de la otra fracción; peor aún, se considera “por encima” de ella.  Esta fracción de clase y sus concepciones permite anticipar que mostrará, nuevamente, su doble faz: su caridad y benevolencia para con el pueblo (ya lo ha anunciado), y su “realismo político-diplomático” ante el capital mundial y sus voceros locales (también lo ha anunciado).  Actitud política oscilante, de avance-retroceso, de rechazo-negociación, firmeza hoy blandura mañana, etc. Es la tortuosidad permanente del reformismo pequeño burgués  capitalista.

Diciembre 11/2019