Miserias de un discurso: los platos rotos los sigue pagando el Pueblo


Al abrir el periodo legislativo ordinario de este año, el pasado domingo 1° de marzo, la presidente Cristina Fernández volvió, a través de su discurso, a tratar de probar la cuadratura del círculo. Como venimos diciendo desde que el kirchnerismo asumió el control de las riendas del Estado, si algo hay que reconocerle es que ha sabido captar la simpatía de vastos sectores del “progresismo” desde el discurso, lo que le sirvió para, por lo general, hacer todo lo contrario de lo que dice ser sus intenciones. En la ensalada ideológica que intenta imponer como lo “políticamente correcto”, nunca se cansa de denostar a los “fundamentalistas del mercado”, para luego terminar defenestrando a los que, según sus palabras, “pretenden que el Estado todo lo puede”. En tan superficial análisis de la política y el mundo, adornada –eso sí- por una gran facilidad de palabra, lo que nos quiere decir la señora Fernández es que los empresarios deben dejar que sea el Estado el que intervenga explícitamente para garantizar sus intereses. De otra forma, “se les incendia el rancho”, porque el pueblo demostró y demuestra después del 2001 que no se traga los sapos que le quieren vender los patrones, mal acostumbrados por la implementación del neoliberalismo. Entonces es necesario que los funcionarios a cargo del sistema burgués vuelvan a ser lo que siempre fueron, la mascarada para hacerle creer a las mayorías populares que se están defendiendo sus intereses, cuando en realidad, es el empresariado el que se sigue llenando los bolsillos a costa de los trabajadores, aún en estos tiempos de crisis inédita e imparable. Tener brillantez discursiva no sirve, es sólo cáscara, si el contenido de las palabras sólo apunta al engaño.
La presidente, en su introducción, plantea que las instituciones mundiales (ONU, FMI, BM) “no van más” (¡correcto!), pero inmediatamente después asegura que va a llevar propuestas de cambio a la reunión del G20 (“la” institución de la globalización) ¡qué soberbia ingenuidad! En realidad, ingenuos son los que la aplauden y le creen. Cristina Fernández les vende espejitos de colores a los argentinos, pero sabe perfectamente que los líderes de las mayores potencias mundiales ni pestañean ante sus palabras, porque ellos mismos están diciendo que hay que cambiar las formas de hacer las cosas, (pero nunca la esencia), debido al estruendoso Crack económico planetario. Y lo que ella plantea, justamente, es lavarle la cara al sistema (algo así como la imposible consigna de “humanizarlo”), para mantener así la explotación y la desigualdad. Por eso no se cansa de decir, al mismo tiempo, que “está bien” que los empresarios ganen mucha plata, porque si ellos ganan “hay desarrollo de las fuerzas productivas y se distribuye la riqueza al generar trabajo”. Pura palabrería. La realidad es que los patrones lo único que persiguen es la utilidad (ganancia), les importa un bledo la “distribución”, y en lo concreto hacen que la riqueza que producen los trabajadores se concentre en sus manos. Por eso la inmensa mayoría de los asalariados gana menos que la canasta familiar oficial ($4100), y el trabajo precario (en negro) sigue por encima del 44%. Y más del 70% de los jubilados cobra el sueldo mínimo de $69O.-, mientras con toda desvergüenza se anuncia que se les va a dar un aumento de menos del 12%. Mientras tanto, y no obstante las mentiras del INDEC, sigue creciendo la inflación, es decir el robo al bolsillo del trabajador, incrementado actualmente por el aumento de los impuestos y de las tarifas. Por tal razón, se están conformando en distintos lugares amplios movimientos contra el "tarifazo", conjuntamente con todas las justas luchas que se están dando en el movimiento obrero, contra los despidos y por aumento de salarios, enfrentando como siempre a la triple alianza de los empresarios, la burocracia sindical y el Estado burgués.
La presidente habla para la tribuna, pero trabaja para los que tienen el poder. Se vanagloria de que la Deuda Pública represente “sólo” el 49% del PBI nacional, una deuda que el kirchnerismo se ha encargado de entramar en todos los vericuetos de la economía del país por las próximas décadas, hipotecando el futuro de las generaciones venideras y socavando de hecho su soberanía. ¿Cuál es la excusa que esgrime para “honrar” una deuda ilegal, ilegítima, fraudulenta?: “no aislarnos del mundo”. Sin embargo, millones de argentinos están aislados de los “beneficios” de la sociedad capitalista. Por no aislarnos de los designios dictados por el Imperio, el gobierno “estatizó” la línea aérea de bandera, como dijo la señora Fernández K, cuidándose bien de no mencionar que en el paquete dejado por Marsans también estaba, para que nos hiciéramos cargo, una deuda de unos u$s900 millones. Eso sí: ni una palabra en el sentido de recuperar los ferrocarriles, desde hace años en manos privadas y en estado calamitoso. Claro, en avión viajan los que tienen poder adquisitivo; en tren, los pobres: los que siempre se joden.
“Este modelo (el modelo “K”) ha hecho que muchos empresarios tengan ganancias extraordinarias. Sean entonces inteligentes, cooperen con nosotros” espetó sin remordimientos la esposa de Néstor Kirchner. A confesión de parte, relevo de pruebas. Para que haya ganancias “extraordinarias” de un lado, tiene que haber pérdidas “extraordinarias” del otro (de los trabajadores), aunque nos quieran hacer ver lo contrario. Quizá por eso, después de tanta pelea y cruces y acusaciones altisonantes, unos días después del discurso, la propia presidenta se reunió con la Mesa de Enlace de la patronal agraria, y comenzó una nueva etapa donde se vislumbra un entendimiento: es lo más lógico, porque, como decíamos hace un año atrás, representan dos sectores de la explotación que se pelean por llevarse una parte más grande de la torta (que cocinan los laburantes), pero que jamás tensarían la cuerda de tal manera como para poner en riesgo las instituciones del sistema. Los patrones rurales están empezando a entender que es más provechoso un buen diálogo con el gobierno, porque ya no tienen el apoyo popular del 2008. Y, como dice Cristina, ellos obtuvieron ganancias extraordinarias gracias a las políticas del kirchnerismo. La crisis aprieta y el dólar sube pasando la barrera de los $3,60, muy cerca, sin embargo, de las aspiraciones tanto de los jefes del campo como de los industriales, mientras el gobierno parece dejar que pase. Y a la patronal no se le escapa el papel que cumplió Cristina en Venezuela, haciendo de representante de los intereses de Techint (logrando que Chávez le pague al grupo de los Rocca por la estatización de Sidor), y en Cuba, donde encabezó una comitiva empresarial para hacer negocios con la Isla ). Entonces, ¿qué problema podrían tener con que se cree un ente que controle el mercado de granos, si ellos van a ser parte de él? El gobierno ya salió, presurosamente, a aclarar que de ninguna manera pretende una “estatización”, lo que realmente ponía los pelos de punta de la patronal agraria.
El colmo del cinismo revolotea en el correcto planteo presidencial de que “hay que sacarle a los que más ganan para trasladar esos recursos a los que menos tienen”; “tienen suerte de pagar mucho de impuestos, quiere decir que ganan mucho también”. Pero por supuesto, otra vez, las palabras suenan huecas al contrastarlas con la realidad: Cristina nada dijo del impuesto que más recursos genera para el Estado, el IVA, que grava de igual manera los artículos de lujo como los alimentos, la vestimenta y los remedios, y que pagan sin distinción los habitantes de un costoso country como quienes sobreviven en un mísero asentamiento. Y que gran porcentaje de esos recursos se utilizan para el pago de Deuda Pública, es decir, van a parar a las arcas de los explotadores. Al mismo tiempo que la salud y la educación públicas constituyen un drama para quienes trabajan en esos ámbitos, y para las mayorías populares que deben recurrir a ellos.
Si uno lee detenidamente el discurso de Cristina pareciera que el repunte transitorio en algunas variables económicas se debió a la gestión de gobierno del oficialismo, cuando no es así. Ocultando aviesamente, es decir, mintiendo, que hasta el año pasado la administración K aprovechó para su política interna los años de crecimiento continuado de todas las economías en América Latina. Esta situación particularmente ventajosa, propia del ciclo económico capitalista, no se debió –de ninguna manera- a la intervención de los nuevos administradores del Estado y sus ministros de economía. Según un informe de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) “la región por segunda vez en los últimos 25 años logra un crecimiento en todos los países, debido a la continuada expansión de la economía mundial y la liquidez de los mercados internacionales que permitieron un crecimiento en las exportaciones y la mejora en los términos de intercambio”
Nosotros no nos comemos el verso del kirchnerismo, que se queja de los que lo abandonan “por derecha” (Solá, Reutemann, Romero), pero que insiste con reconstruir el PJ y en rodearse, como en Catamarca con Barrionuevo y Saadi, de lo peor de la clase política del país. No porque seamos opositores por el puro placer de serlo, sino porque estamos convencidos de lo que hace falta para lograr una sociedad justa, de nuestra ideología, y debemos ser coherentes con ella. Debemos no sólo defender los intereses de los asalariados, sino luchar por la conquista del poder por parte del proletariado. Podemos discutir acerca de si la clase trabajadora está mejor ahora que hace seis años atrás. Lo que no admite discusión es que en la lucha de clases de nuestro país, el modelo kirchnerista sirve a los intereses de quienes viven a costa del sudor ajeno, es decir de los patrones, como todo modelo que se proponga dentro del sistema capitalista. Y nosotros queremos otra cosa.
La crisis mundial azota al “Primer Mundo” y nuestro país no está ajeno a ello. Los dueños del Mercado, que provocaron el desastre, están haciendo lo imposible para que el costo lo paguen los trabajadores, por eso ya se perdieron cientos de miles de puestos de trabajo en todo el mundo (sólo en EEUU, más de 600.000 en los dos últimos meses), y se prevén 50 millones en lo que viene, lo que indica que lo peor está por venir. A pesar de los ruegos gubernamentales, ya son varias las empresas que están despidiendo y/o suspendiendo a su personal, y gigantes como General Motors y Volskwaken han anunciado que prescindirán de cientos de trabajadores. Los monstruos del libre mercado, que se caen a pedazos por las propias canalladas del sistema de explotación que los beneficia, que ponen el grito en el cielo contra “el gasto público” de los Estados nacionales, pretenden – y logran- que esos estados vuelquen los fondos públicos (en gran proporción aportes de los trabajadores) para salvar su propios pellejos. Si el sistema capitalista fuera algo neutro – y no la institución orgánica de la dominación de la clase burguesa- como nos quieren hacer creer, podría esperarse que se los deje caer a aquellos que especularon en la timba financiera del mercado mundial. Pero… ¿quién le pone el cascabel al gato? Seguramente, no será Obama… Por eso se siguen destinando obscenas cifras de divisas como salvataje a los poderosos, mientras millones de seres humanos padecen las lacras del hambre y la miseria.
De ese mundo no quiere aislarse el gobierno “K”.
Las mayorías populares ya sienten temor por su porvenir. La clase trabajadora, aún desmembrada, desorganizada, está en pie de lucha, como lo demuestran los conflictos a lo largo y ancho del país. Sin embargo, no existe ni el atisbo de una herramienta política que represente los intereses y los sueños de los explotados de nuestro suelo, que pueda aglutinar miles de conciencias detrás de un programa digno de esas aspiraciones y objetivos de liberación social. Es cada vez más urgente e imprescindible la unidad de sectores de izquierda y demas fuerzas populares, polìticas, sociales, estudiantiles, culturales, etc, única forma de que no quede en mera consigna el “que la crisis la paguen los capitalistas”.
Esa es la tarea de la hora.
Todo lo demás es hacerle el juego a aquellos que decimos combatir.

PARTIDO COMUNISTA DE LOS TRABAJADORES

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