La unidad de la izquierda y las elecciones

 

La mayoría de los militantes de la izquierda argentina leemos permanentemente muy buenos informes sobre situaciones nacionales e internacionales de innegable importancia. Algunos libros y editoriales de fuerzas hermanas nos hablan de crisis de representatividad de los partidos burgueses y sus descomposiciones, y de la crisis general del capitalismo a escala mundial; hasta ahí podemos decir que esos razonamientos configuran uno de los rasgos mas importantes de los análisis de la situación objetiva: hambrunas, desnutrición infantil, desocupación crónica a escala mundial, guerras globalizadoras que apuntan a quedarse con los recursos mas importantes para la humanidad, el agua dulce, hidrocarburos y la biodiversidad.

Como muchas veces se ha dicho, el objetivo de todo declamado revolucionario es, justamente, hacer la Revolución. Yendo aún más a fondo –como acostumbraba- el Che decía que era “su obligación”. El asunto es, entonces, aportar para generar las condiciones que permitan aspirar a realizarla. Tarea para nada sencilla, que exige extremar las capacidades intelectuales y humanas de aquellos que soñamos con el cambio social de raíz, para que accedan al poder político los oprimidos de hoy y de siempre.

En eso estamos aquí, en Argentina, quienes tenemos semejantes aspiraciones, enredados en madejas que poco tienen que ver con ellas.

Y es que, después de tanto remar, muchos nos encontramos con que hay algunos que quieren hacer la Revolución, pero si y sólo sí ellos la encabezan. Entonces ya no es tan “socialista” la cosa, sino que tiene más bien que ver con aspiraciones personalistas, sectarias y, por lo tanto, egoístas. A pesar de ello, y como consecuencia de permanentes fracasos y de un clamor cada vez más firme y generalizado de las bases, aquellos no han tenido otro remedio que empezar a hablar de “unidad”; y de hacer que obran en consecuencia.

Pero en realidad sólo se trata de un espejismo.

De lo contrario, ¿cómo puede explicarse que quienes decimos tener los mismos objetivos no podamos sentarnos todos juntos a debatir fraternalmente los caminos a seguir? Semejante despropósito sólo puede entenderse concluyendo que cada fracción se cree la poseedora de la única verdad, y que, por lo tanto, todos los demás deben acatar lo que cada una de ellas dice. Es decir, la parte es más importante que el todo. De esta forma, jamás habrá unidad.

El Partido Comunista de los Trabajadores propone otra cosa: convocar a un espacio de discusión para generar políticas con el derecho que tenemos de defender nuestros criterios, pero pensando a la vez que ese mismo derecho le asiste a los demás; y que, por lo tanto, puede ser que el otro tenga razón en algunas cuestiones y nosotros no. Así, creemos, los caminos hacia la unidad se verían allanados en gran medida.

Entre los aspectos que definen a toda organización revolucionaria, uno  fundamental es su postura respecto de las elecciones burguesas. Los que adherimos al marxismo sabemos que jamás podremos acceder al poder e implantar el socialismo a través de ellas; y que son, qué duda cabe, un instrumento más de dominación y engaño hacia el pueblo por parte de las clases dominantes, tanto como cualquier institución del sistema. Entonces, no podemos considerarlas de otra manera que como un mero escenario más dentro de la lucha de clases. Nuestra política hacia ellas debe ser simplemente táctica, jamás estratégica. Por consiguiente, si planteamos la unidad como una condición fundamental, es decir, desde la necesidad de un espacio estratégico (el único desde el cual se puede aspirar a concretar los cambios revolucionarios), la política de alianzas debe estar por encima de lo electoral. En síntesis: las elecciones no deben condicionar la política unitaria. Sin embargo, en la práctica las cosas no son como deberían. ¿Cómo puede ser sino que se proclamen candidaturas que condicionen las posibles unidades, antes de proponerles a las demás organizaciones sentarse a conversar sobre la potencialidad de un frente, con lo cual atentan contra él antes de que nazca? Es evidente que esas organizaciones dan más valor a lo electoral que a lo estratégico, con el agravante de poner sus criterios por encima del necesario debate. En definitiva, colocan el carro delante del caballo. El reclamo de unidad desde esas posturas se transforma en no más que histeria, gritos para la tribuna. Son, en realidad, posturas posibilistas, hegemonistas y, como tales, sectarias, y no ayudan a la generación de una subjetividad revolucionaria.

Desde el PCT proponemos una unidad estratégica a los compañeros de la izquierda, una unidad sobre una base de principios, programática, que tenga como premisa la coordinación entre todas las fuerzas para actuar en todos los terrenos donde se exprese la lucha de clases. Y, desde esa plataforma, debatir qué criterios adoptar, entre otras cosas, respecto de las elecciones.

En ese sentido, valoramos los acuerdos que hemos logrado con distintas organizaciones del campo revolucionario. Por supuesto que con algunos tenemos más coincidencias que con otros, pero la práctica demuestra que se pueden tener relaciones fraternas y acuerdos con compañeros con diferentes posicionamientos dentro del espectro de la izquierda, haciendo hincapié en lo que nos une. Sobre todo porque, más allá de nuestras convicciones, sabemos que tenemos mucho que aprender, y que la mejor manera de hacerlo es a través del debate político-ideológico y la práctica que derive de ello.

Por supuesto que éste es sólo nuestro punto de vista, y entendemos que debemos ser respetuosos de los criterios de las demás organizaciones hermanas.

Sin embargo, no podemos abstenernos de opinar sobre algunas cuestiones que nos involucran directa o indirectamente a nosotros. Y esto vale para los compañeros de los MST, con los cuales aspiramos a lograr en el futuro mayores coincidencias. Pero no podemos negar que nos duele el hecho de que estén llamando al PC del banquero Heller y Echegaray (Partido Credicoop) a revisar su ruptura con Izquierda Unida (MST “Alternativa”, n°435, 10/8/06 “Por una alternativa de la izquierda y los luchadores”) después de haber peleado juntos por salvar IU, después de haber coincidido acerca de lo claudicante y posibilista de esa burocracia que privilegió un acuerdo con el PS y la UCR, y de haber publicado en su prensa varias notas nuestras denunciando tal cosa; o que, yendo aún más lejos, los convoquen diciendo “que por culpa de haber roto IU, un conjunto de compañeros han abandonado el PC para formar el PCT” (MST “El Socialista”, n°41, 16/8/06 “Llamado al PC”). ¿Cómo, el PC, que hasta ayer no era de izquierda, ahora lo es?. No nos gusta que nos usen, y mucho menos para acercarse a una organización manejada por una dirección probadamente contrarrevolucionaria y por un banco burgués. En todo caso, háganlo sin mencionarnos. Es el mínimo respeto que nos merecemos los que rompimos con esa burocracia para defender un programa –acertado o no- de izquierda, los que estamos intentando construir un Partido Comunista verdaderamente emparentado con las exigencias de la ideología que decimos profesar.

En definitiva, lo que queremos decir es que no habrá Revolución sin unidad de los revolucionarios, y no habrá unidad sin tolerancia y respeto hacia todos los que soñamos con un mundo justo, libre de las lacras de la explotación del hombre por el hombre.