Seminario por el reagrupamiento de la izquierda y los luchadores

Documentos de la Corriente Socialista El Militante

 

AMÉRICA LATINA EN REVOLUCIÓN

América Latina es actualmente la región más avanzada del mundo desde un punto de vista revolucionario. Esto refleja el callejón sin salida del capitalismo en América Latina. Todo el continente se está movimiento en dirección a la revolución y este movimiento está adquiriendo un ritmo vertiginoso. Millones de personas están reducidas a la pobreza, la degradación y el hambre. Pese a las cifras de crecimiento económico, las masas no se benefician del mismo. De esta manera, una zona potencialmente próspera del globo es desangrada por el imperialismo y las burguesías locales. Estas son las bases objetivas para el rápido auge del movimiento revolucionario que se está extendiendo de un país a otro. Hace un año vimos una insurrección en Ecuador, que derrocó a Lucio Gutiérrez y ahora se está repitiendo la historia con el gobierno de Alfredo Palacio. También vimos un movimiento insurreccional en Bolivia, donde sólo una cosa impidió la toma del poder por la clase obrera, y fue la ausencia de una dirección. Anteriormente, tuvimos las victorias electorales históricas de la izquierda en Brasil y Uruguay. En Uruguay, la burguesía pretende utilizar al Frente Amplio para que le haga el trabajo sucio, como Lula en Brasil. La profundización de la política de contrarreformas del gobierno de Tabaré creará las condiciones para el surgimiento de una fuerte oposición de izquierda dentro del Frente Amplio.

Brasil

En Brasil, el país más poderoso de la región, Lula ha puesto en práctica una política procapitalista. Existe el desarrollo de un ambiente crítico en el movimiento de la clase obrera y los campesinos sin tierra. Esto ha llevado a un proceso creciente de diferenciación interna produciéndose toda una serie de divisiones y crisis dentro del PT. Un sector de los activistas está amargamente desilusionado con Lula y su capitulación a la presión del imperialismo y las grandes empresas. Sin embargo, entre las masas las cosas son diferentes. No ven, por ahora, una alternativa a Lula y al PT. Los escándalos recientes han sacado a la luz la corrupción de los dirigentes reformistas. Eso ha profundizado la crisis interna del PT. Si existiera una fuerte oposición de izquierda en el PT, habría ganado un gran apoyo y ahora estaría acumulando una importante base dentro del partido. Desgraciadamente, las escisiones prematuras por izquierda que se han producido han desperdiciado la oportunidad de emerger dentro del partido como un punto de referencia frente a la dirección derechista de Lula. Pero nuevas oportunidades se presentarán dentro del PT para la construcción de una genuina corriente socialista de oposición a la dirección.

¿Una “tercera vía”?

Todos los intentos de descubrir una “tercera vía” entre el capitalismo y el socialismo han fracasado y necesariamente deben fracasar. O los trabajadores toman el poder en sus manos y emprenden la reconstrucción radical de la sociedad o, tarde o temprano, la reacción capitalista estrangulará a la revolución. No hay excepciones a esta férrea ley histórica. Sin embargo, en ausencia de poderosos partidos socialistas revolucionarios, las masas deben intentar encontrar una salida, buscando una alternativa a la actual situación que las condena a la servidumbre y la miseria. Giran hacia partidos como el PRD en México, el humalismo en Perú y el Movimiento Bolivariano en Venezuela. Las masas exigen soluciones a sus problemas. Probarán estos partidos, a estos dirigentes y movimientos. Sólo sobre la base de la experiencia pueden llegar a las conclusiones necesarias. La actitud de los socialistas hacia las masas es marchar hombro con hombro junto a ellas, explicando lo que es necesario en cada etapa y ayudándolas a sacar conclusiones correctas, mientras que el mismo tiempo intentamos impulsar el movimiento hacia adelante. Sólo por este camino se puede encontrar el camino hacia las masas trabajadoras.

El MERCOSUR

El fracaso del gobierno de los EEUU en la pasada Cumbre de Mar del Plata, en la que no pudo imponer un acuerdo en relación al ALCA, y el anuncio del ingreso de Venezuela en el MERCOSUR, parecen haber resucitado la idea de una integración latinoamericana al margen de los grandes bloques comerciales imperialistas de EEUU y Europa. Pero esto es un espejismo. El MERCOSUR enfrenta la crisis más profunda de su historia. En el último año, el gobierno argentino impuso reiteradas veces cupos restrictivos y aranceles para la importación de calzado, textiles, autopartes y electrodomésticos procedentes de Brasil. La patronal argentina (UIA) está reclamando una reformulación del MERCOSUR para permitir que cada país pueda establecer por su cuenta tratados de libre comercio bilaterales con otros países de Asia, Europa, y con EEUU. Paraguay y Uruguay, presionadas por EEUU, avanzan en la misma línea. Vista esta situación, la perspectiva para el MERCOSUR no es muy halagüeña. Si el MERCOSUR todavía se mantiene se debe a dos circunstancias. Por supuesto, al interés de las multinacionales radicadas en la zona que, de esta manera, pagan un arancel interno reducido en el intercambio de partes y componentes entre ellas. En segundo lugar, al interés político de la burguesía brasileña que de esta manera puede utilizar al MERCOSUR en la arena internacional como un bloque económico-político donde ella sea la cabeza dirigente para favorecer su política de prestigio y exigir un lugar en la diplomacia mundial. En cualquier caso, a largo plazo, las perspectivas son más bien sombrías. En el contexto de una fuerte recesión económica mundial, que es inevitable, con un impacto acentuado en el Cono Sur, las contradicciones económicas y comerciales actuales entre Argentina y Brasil se multiplicarían por mil, dada la reducción de los mercados. Estas tensiones, que ya hoy tienen un carácter de semi-guerra comercial, alcanzarían un clímax imposible de sostener. En esas condiciones, la eventual ruptura y desaparición del MERCOSUR aparece como una posibilidad probable. El ingreso de Venezuela al MERCOSUR no va a cambiar esta perspectiva. Hay que decir que, más que buscar una ganancia económica, el gobierno de Chávez pretende utilizar su ingreso al MERCOSUR como un arma diplomática para utilizarla contra los intentos del imperialismo norteamericano de aislarla internacionalmente. Frente a la depredación rapaz de los tratados comerciales imperialistas, como el ALCA o los TLC, es verdad que el gobierno de Chávez propone como alternativa mecanismos de integración, ayuda y solidaridad entre los países latinoamericanos (ALBA), intercambiando petróleo por alimentos, o por servicios educativos y de salud. Pero esto es impracticable bajo el capitalismo. El MERCOSUR no es un tratado de asistencia mutua sino la arena de un circo donde cada burguesía nacional trata de arrebatar a las demás sus mercados y sus fuentes de materias primas. Sobre bases capitalistas, es imposible una real unidad e integración económica de América Latina debido a los intereses nacionales antagónicos de las burguesías locales y a las presiones del imperialismo.

México

Hace un año, México era visto como una excepción a la inestabilidad general de América Latina. Esto ya no es así. Hemos visto la mayor movilización de masas desde la formación del PRD, en 1988 Aquí el movimiento comenzó con el intento de Fox y la clase dominante de bloquear la candidatura de López Obrador, dirigente del PRD, para las elecciones presidenciales del 2006, y llevarlo a juicio por corrupción. El movimiento de masas a favor de López Obrador alcanzó una situación insurreccional, cuando el 24 de abril del 2005, 1,2 millones de personas salieron a las calles. Al final Fox tuvo que dar marcha atrás. EEUU y la burguesía mexicana están aterrorizadas por la elección de López Obrador. En realidad, López Obrador está intentando demostrar su lealtad a Washington. Pero a pesar de sus intenciones subjetivas, López Obrador estará bajo la presión de las masas para que mejore sus condiciones. La victoria de López Obrador parece inevitable. Los partidos burgueses, el PAN y el PRI, están en crisis. Una victoria electoral de PRD impulsaría a todo el movimiento hacia delante. Representaría una ruptura en la situación. También permitiría a las masas ver en la práctica la inviabilidad de la política reformista. Podrían comparar las palabras con los hechos. Si López Obrador gana la presidencia se enfrentará a una presión formidable de las masas, pero también de la burguesía mexicana y del imperialismo, que lo obligará a elegir. Esto preparará crisis dentro del PRD y el surgimiento de tendencias de izquierda opuestas a su dirección que pueden encontrar una recepción entusiasta en sus bases obreras y campesinas.

Bolivia

Bolivia está viviendo una situación revolucionaria desde 2003. Pese a que muchos desecharon a la clase obrera como una fuerza en la sociedad, fueron las organizaciones obreras las que jugaron el papel clave la COB y los mineros organizaron lo que fue un movimiento nacional insurreccional en dos ocasiones durante un período de 18 meses derrocando a dos gobiernos: Losada y Mesa. En realidad el poder estaba en manos de los trabajadores en mayo-junio del 2005. El movimiento fue más allá de las reivindicaciones iniciales por la nacionalización del gas. Luchaban por un gobierno de trabajadores y campesinos. La clase dominante boliviana estaba suspendida en el aire. Habría sido una cuestión relativamente fácil para los dirigentes de la COB haber tomado el poder de las temblorosas manos de la burguesía. Se habría despejado el camino para llevar adelante una revolución socialista triunfante en Bolivia, que habría sido el punto de partida para una revolución socialista en la región de los Andes y América Latina en su conjunto. Lamentablemente, la dirección de la COB retrocedió y dejó pasar la ocasión. La burguesía recurrió a tácticas dilatorias y maniobras. En realidad, tuvo que aceptar el mal menor bajo la presión de las masas, anunciando elecciones para fines de diciembre. En la medida que las masas vieron bloqueado su camino a la toma revolucionaria del poder se orientaron al frente electoral para cambiar las cosas. La victoria electoral de Morales en diciembre fue aplastante, consiguiendo el 54% de los votos con una participación del 84% de los electores, pese a que un millón y medio no pudo registrarse. La victoria electoral del MAS en sí misma no resolverá nada. La única salida sería la expropiación de la tierra, los bancos y las industrias bajo el control de los trabajadores. Pero estos planes no entran en los cálculos de Evo Morales, que quiere una política conciliadora. No obstante, los imperialistas temen a un gobierno de Morales, por miedo a que ceda a las presiones de las masas y pueda ir más allá de sus intenciones. El gobierno de Morales se encontrará entre dos piedras de molino. Estará bajo la presión de las masas para que lleve a cabo reformas, para que proporcione empleo y viviendas. Si las masas no consiguen los resultados previstos saldrán de nuevo a las calles. En el MAS veremos crisis y escisiones. La revolución boliviana se prolongará por una serie de años. La orientación de la vanguardia revolucionaria debe ser ganar para el programa de la revolución socialista a las bases del MAS y la COB.

Perú

Perú también está en una crisis profunda. El triunfo de Humala en la primera vuelta de las elecciones presidenciales fue una prueba del profundo malestar social. Aunque Humala apareció vinculado a Evo Morales y Chávez, realmente es un demagogo aventurero que dice que “no es ni de izquierda, ni de derecha”. No está claro si será Alan García, del APRA, o Humala quien se imponga en el Ballotage. Aunque el APRA y los demás partidos burgueses tienen asegurada una mayoría absoluta en el Congreso, las masas en la calle no aceptarán así nomás el argumento de esta aritmética parlamentaria. Exigirán hechos para solucionar sus acuciantes problemas sociales. La inestabilidad social resultante de esto planteará tarde o temprano una crisis política e institucional enorme. Es bastante probable que, en esta situación, los capitalistas peruanos y el imperialismo no tengan otra opción que entenderse con Humala, como último recurso para conjurar un estallido social. Pero un gobierno de Humala estaría en la misma tesitura. Se enfrentaría a presiones colosales por parte de las masas trabajadoras, pero también de la clase dominante. Si, como es probable, Humala se negara a emprender un enfrentamiento frontal con la oligarquía y el imperialismo tendrá que actuar en la práctica como un agente de ellos, preparando una enorme crisis en su movimiento. Tarde o temprano, el juego parlamentario no podrá impedir lo que está implícito en toda la situación: un estallido revolucionario de las masas de trabajadores, de los campesinos pobres y del resto de capas oprimidas de la sociedad. El activismo de izquierda del Perú debe acompañar y marchar hombro con hombro con ellas, estableciendo vínculos con los sectores más activos y conscientes, tanto con aquellos mantienen ilusiones en el movimiento humalista, como también con las bases descontentas del Frente Amplio (la izquierda reformista) y los sindicatos.

La revolución venezolana

La revolución venezolana se viene desarrollando con altibajos desde hace 7 años, tras la victoria electoral de Chávez en diciembre de 1998, que fue una ruptura histórica. Desde el principio, la revolución bolivariana se encontró con la hostilidad y el sabotaje de la oligarquía, con el imperialismo estadounidense detrás de ella. Los objetivos iniciales de la revolución bolivariana eran muy moderados. No mencionaban el socialismo. No amenazaban la propiedad privada. ¿Qué proponían? Una constitución genuinamente democrática y reformas para mejorar la vida de las masas, una reforma agraria y la soberanía nacional. Es decir, el programa de la revolución democrático-nacional. Pero en las condiciones modernas, las tareas de la revolución democrática nacional sólo pueden ser realizadas por la clase obrera en alianza con sus aliados naturales, el campesinado y los pobres urbanos. Para salir del atraso es necesario erradicar el poder de la oligarquía. Para llevar a cabo una reforma agraria que merezca ese nombre, es necesario romper el poder de los grandes terratenientes, nacionalizar la tierra y confiscar las grandes haciendas. La revolución bolivariana ha dado varios pasos para mejorar las condiciones de las masas. Ha introducido una constitución democrática. Ha plantado cara al imperialismo. Ha comenzado una reforma agraria y nacionalizado algunas empresas. Estos acontecimientos son progresistas pero todavía no son socialismo. La mayoría de los capitalistas no han sido expropiados. Los terratenientes todavía tienen la mayoría de la tierra. El viejo aparato del Estado ha sido en parte purgado pero todavía está intacto. En la medida que estas tareas no se lleven adelante, la revolución siempre estará en peligro. La clase obrera debe tomar el poder para completar todas las tareas de la revolución democrático-nacional y proceder directamente a poner en práctica el programa socialista. La verdadera fuerza motriz de la revolución son las masas. Las fuerzas contrarrevolucionarias están desmoralizadas, divididas y cada vez más desesperadas. La oposición está muy débil, no tiene posibilidad en el momento actual de arrebatar el poder. Por otro lado, la clase obrera carece de una dirección socialista con un programa claro. Por lo tanto, no hay posibilidad de una solución rápida a un lado u otro. Además, la suba de los precios del petróleo ha dado al gobierno cierto margen de maniobra, pese al boicot económico de la burguesía venezolana, que redujo la inversión y cerró empresas. La situación actual puede durar un tiempo. Pero tarde o temprano se producirá una crisis decisiva La correlación de fuerzas en la sociedad es favorable a la clase obrera. La confianza de los trabajadores va en aumento. La clase obrera está surgiendo ahora como una fuerza independiente. Las primeras expropiaciones ya comenzaron. Aunque al principio Chávez dijo que iban a ser una excepción, ahora habla de cientos de empresas que deberían ser nacionalizadas bajo “cogestión”. En realidad, si el movimiento de las ocupaciones de fábricas y control de los trabajadores en las empresas del sector público no ha ido más allá ha sido principalmente por la debilidad de la dirección del movimiento obrero, la UNT, que debería haber tomado enérgicamente la iniciativa en sus manos, obligando al gobierno a profundizar esta política. Por otro lado, el movimiento hacia el control obrero se encuentra con la resistencia y el sabotaje de la burocracia estatal. Los trabajadores ven el control obrero como una medida revolucionaria, un paso hacia la expropiación y la autogestión de los trabajadores. Los burócratas quieren castrar el movimiento del control obrero, desviándolo hacia los canales seguros de la “participación” inofensiva, o cooperativas burguesas que no difieren sustancialmente de la empresa privada capitalista. Como en cada uno de los demás niveles, existe una lucha feroz entre los trabajadores y los burócratas que en esencia es la lucha de clases, entre la revolución y la contrarrevolución, la clase obrera y la burguesía, que se ha infiltrado en la revolución bolivariana y está intentando destruirla desde adentro. Esta lucha se refleja incluso a nivel del gabinete, donde la división entre el ala de izquierda y el de derecha cada vez es más amplia y profunda.

El papel de Chávez

No es necesario idealizar a Chávez para reconocer que, al menos hasta la fecha, ha jugado un papel progresista. No sólo reacciona bajo la presión de las masas (aunque ese es un factor importante), sino que él mismo ha impulsado el movimiento hacia delante. Originalmente, Chávez no tenía la perspectiva del socialismo. Pero las personas y las condiciones cambian. La resistencia de la oligarquía lo ha convencido de que si la revolución avanza, ésta debe trascender los límites del capitalismo. Sin duda es un gran paso adelante. Desde que Chávez comenzó a hablar de socialismo, el debate ha penetrado en toda la sociedad. Por supuesto, “socialismo” tiene muchos significados para muchas personas, pero la clave es que se está debatiendo y de que la izquierda debe participar en él. Después de la caída del Muro de Berlín, incluso la mención del socialismo desapareció del discurso público en el movimiento obrero internacionalmente. El debate sobre el socialismo está teniendo un efecto positivo en el movimiento obrero en todo el mundo. Ha vuelto a poner la idea del socialismo en el orden del día. También está afectando a la actitud de los imperialistas. Ellos comprenden que deben actuar contra Chávez y el movimiento revolucionario. Chávez ha planteado cuestiones importantes (nacionalización de empresas, la “cogestión” y el control obrero, el debate sobre el socialismo). No es sorprendente que algunas de sus declaraciones sean confusas y contradictorias. Lo sorprendente es que todo esto esté ocurriendo. La actitud hacia Chávez debe ser de apoyo crítico. Se deben apoyar todas las medidas progresistas que está llevando a cabo, exigirle que vaya más allá, que ataque las bases de la propiedad burguesa, que expropie a los terratenientes y a los capitalistas. Hay que intervenir enérgicamente en el debate sobre la naturaleza del socialismo, defender el marxismo y combatir las ideas confusas y oportunistas de los reformistas que buscan el compromiso con el imperialismo y la oposición. Al mismo tiempo, se debe insistir en el papel independiente de la clase obrera en la revolución. Hay que apoyar cada acción que tienda a aumentar este papel: ocupaciones de fábrica, control obrero, etc. Debemos dirigir el fuego de nuestra crítica contra los enemigos de la revolución: los terratenientes, capitalistas e imperialistas. Pero además, debemos advertir contra los elementos pro-burgueses corruptos de la burocracia bolivariana que están saboteando la revolución y socavándola desde adentro. Los imperialistas intentaron descarrilar la revolución en tres ocasiones distintas mediante un ataque frontal. En cada una de las ocasiones fueron derrotados por la intervención de las masas. Ahora están intentando basarse en el ala de derecha del movimiento bolivariano, los burócratas y socialdemócratas, algunos de los cuales actúan como una “quinta columna” dentro de la revolución. El destino de la revolución se decidirá por la lucha interna dentro del Movimiento Bolivariano. Si la izquierda quiere jugar algún papel en la revolución venezolana debe intervenir dentro del movimiento bolivariano, con sus propias banderas y programa.

¿Una intervención militar?

Los reformistas constantemente intentan asustar a los trabajadores y campesinos con el espectro de una intervención estadounidense. La invasión de Iraq ha demostrado ser una aventura militar desastrosa. La oposición a la guerra de Iraq dentro de EEUU ya es mayoritaria. ¿Cómo podría Bush convencer a la opinión pública estadounidense que apoye una aventura en Venezuela? En las condiciones actuales, EEUU no puede intervenir militarmente en Venezuela. Se encontraría con una resistencia feroz por parte de toda la población, y crearía una situación explosiva en toda América Latina. Por último, está la cuestión de los efectos en los propios EEUU, donde los hispanos representan ahora el grupo minoritario más grande, formado principalmente por explotados pobres. La única estrategia que le queda a Washington es basarse en los dirigentes reformistas de derecha de América Latina para utilizarlos contra la izquierda, la política del mal menor. El imperialismo norteamericano está interviniendo directamente, y cada vez más, en Colombia. El Plan Colombia, que se suponía era “una guerra contra la droga”, en realidad es un plan contra la insurgencia. Han enviado “asesores” para entrenar a las fuerzas armadas del “demócrata” Uribe. Es evidente que planean asesinar a Chávez con la ayuda activa de la CIA. Si todo los demás falla, ingeniarán un incidente en la frontera obligando a Colombia a entrar en guerra con Venezuela. Incluso el asesinato de Chávez planteará riesgos reales para Washington. Desataría las fuerzas revolucionarias por toda América Latina y llevaría inmediatamente al corte del suministro de petróleo a EEUU. Incluso en Colombia, a pesar de la terrible represión contra el movimiento obrero, ha habido huelgas generales y ocupaciones de fábricas. Por otro lado, la guerra de guerrillas continúa, a pesar de todos los intentos de Uribe de acabar con ella. Si EEUU empuja a Colombia a la guerra con Venezuela, agravará todas las contradicciones internas en Colombia, donde el control de Uribe del poder no es tan firme como parece.

¡Por una federación socialista!

América Latina es la clave para la revolución mundial, y la revolución venezolana es la clave de la revolución en América Latina. Por eso el imperialismo estadounidense está determinado a aplastar la revolución venezolana antes de que se extienda a otros países. La consigna: “Por una Federación Socialista de América Latina” adquiere ahora una importancia vital. Los marxistas estamos incondicionalmente a favor de la unificación de América Latina. Pero los últimos doscientos años han demostrado de manera concluyente que bajo el capitalismo no hay posibilidad de unir a América Latina. Los terratenientes, los banqueros y los capitalistas de América Latina son simplemente los funcionarios locales del imperialismo. No es posible ningún progreso mientras el poder económico esté en manos de los terratenientes y capitalistas. Su poder debe ser roto. La única clase que puede hacer esto es la clase obrera. Sólo cuando el poder esté en manos de los trabajadores podrán derribar las monstruosas fronteras artificiales y unir América Latina, como una federación socialista.


Situación nacional y perspectivas

Introducción

La crisis general del capitalismo a nivel mundial, y en América Latina en particular, encontró su expresión local en los acontecimientos ocurridos hace más de 4 años, bautizados con el nombre de: el “Argentinazo”. El “Argentinazo” fue un punto de quiebre histórico que inauguró una etapa diferente y una nueva correlación de fuerzas en la lucha de clases de nuestro país, más favorable para que las ideas del socialismo y la revolución penetren en capas más amplias de la clase obrera y de la juventud. La crisis política que el “Argentinazo” provocó fue de una enorme profundidad. El Partido Radical, una de las patas sobre la que se apoyó la dominación política de la burguesía en el último siglo, prácticamente desapareció del escenario político, desgarrado por escisiones a derecha e izquierda, manteniéndose a duras penas en algunas provincias del interior. El Partido Justicialista fue sacudido igualmente por crisis y divisiones internas, y su influencia en la clase obrera se debilitó de manera acusada. No existe un solo político peronista fuera de Kirchner que pueda exhibir un grado mínimo de autoridad sobre las masas. El carácter del gobierno de Kirchner hunde sus raíces en el ambiente social legado por el “Argentinazo” y en las divisiones y enfrentamientos que, como resultado, se dio entre los diferentes sectores de la burguesía nacional y el imperialismo. Faltos de otra alternativa, dado el descrédito enorme de los políticos burgueses oficiales, el sector más inteligente de la burguesía debió improvisar un político como Kirchner que comprendió perfectamente lo riesgoso del volcán social sobre el que estaba asentado el sistema capitalista argentino. Kirchner ha demostrado ser un político burgués inteligente y audaz, demasiado audaz para la podrida y asustada burguesía argentina, que nunca le demostró gran entusiasmo y sí veía con bastante desconfianza sus arrebatos “izquierdistas”. Pero carecían de otra alternativa. Si Kirchner se vio obligado a imprimir este carácter a su política se debió, por un lado, a la necesidad de disciplinar a los sectores más parásitos de la burguesía y del aparato del Estado ante la profundidad de la crisis económica y de las finanzas públicas, pero sobre todo para reconstruir la autoridad de las instituciones burguesas dado el descrédito en que habían caído las mismas ante las masas de la población. Uno de los aspectos más destacados en la actual etapa es la irrupción de la clase obrera en la escena de los acontecimientos, que está desplegando un vigor extraordinario en sus luchas económicas, las de mayor envergadura de los últimos 15 ó 20 años. Una nueva camada de luchadores obreros está haciendo su experiencia, sin la rémora de las derrotas del pasado ni la fidelidad a las viejas direcciones, soportando lo fundamental de la explotación capitalista más descarnada. Este sector de la clase, el más joven y explotado, será el más abierto a las ideas revolucionarias y a la lucha por el socialismo, en el marco de los tormentosos acontecimientos que sacuden América Latina. La contradicción que se mantiene, y que debe ser resuelta, es que mientras la audiencia potencial para las ideas del socialismo revolucionario son las mejores en décadas, sin embargo la debilidad política de la clase obrera argentina es muy grande, ante la falta de un referente político de clase, de un partido socialista revolucionario con influencia de masas que acelere su experiencia y le ofrezca una salida ante el actual caos capitalista. De ahí la importancia de dar pasos firmes hacia la construcción de un genuino reagrupamiento de la izquierda que se proponga acometer esta tarea. Tarde o temprano la contradicción deberá ser resuelta: o la clase obrera argentina es capaz de forjar una herramienta política que, basada en el más amplio apoyo de los trabajadores y las capas populares oprimidas, la conduzca hacia la transformación revolucionaria de la sociedad, o la barbarie capitalista se tomará su revancha descargando su talón de hierro sobre millones de trabajadores y sectores populares postergados, con su legado de crímenes, opresión, miseria y sufrimiento.

La situación económica y las condiciones de vida

En los últimos años, la economía Argentina ha estado creciendo a tasas anuales del 9%, una cifra muy elevada. Es indudable que, producto de esta situación en los últimos dos años, en general hubo una cierta mejora en el empleo y los salarios, como indica el siguiente cuadro:

Año Desempleo (% población activa) Empleo en negro (% trabajadores) Salario promedio ($) Índice de pobreza (% población) 2004 16,5 % 48,5 % $685 42,5 % 2006 12,5 % 46,1 % $800 34,5 % Fuente: INDEC

No podía ser de otra manera ya que estamos en el pico más alto del auge económico pero, sobre todo, se lo debemos a las grandes luchas de los trabajadores por mejorar sus condiciones de vida. Lo sorprendente no es que se hayan producido mejoras en los índices sociales, cuando el nivel de creación de riqueza se ha situado por encima del que existía antes de la última crisis, en 1998; sino que estas mejoras hayan sido tan mezquinas, manteniéndose las condiciones de vida y de trabajo de la población muy por debajo de las existentes en aquel año. En términos reales; tomando en cuenta el efecto de la inflación, el salario promedio en 1998 era de $1.008, frente a los $800 de ahora. Mientras que el 46,1% de los trabajadores están "en negro", en 1998 "sólo" lo estaban el 37,4%. Mientras que el índice de pobreza afecta al 34,5% de la población, en 1998 "sólo" afectaba al 28,8%. La desigualdad social aumenta año tras año. Mientras que en los años 70 los ingresos del 10% más rico de la sociedad argentina eran 12 veces más grandes que los del 10% más pobre, ahora lo son 31 veces más grandes. La burguesía argentina pretende eternizar el modelo de relaciones laborales de los últimos años con bajos salarios y condiciones laborales precarias. Por su carácter débil y parásito la clase dominante necesita de estas condiciones para abaratar sus costos, en lugar de invertir masivamente en modernizar sus instalaciones y tecnología. Las luchas de los trabajadores para salir de la pobreza y de la precariedad laboral van contra estos intereses de la burguesía argentina que Kirchner dice querer reconstruir. Pero la política del gobierno también se posiciona contra sus supuestos deseos de justicia social. Tras cancelar la deuda con el FMI pagando 10.000 millones de dólares, este año se destinarán otros 12.000 millones al resto de acreedores de la deuda pública, con nuevos ajustes en los gastos sociales. La economía argentina atraviesa en estos momentos el pico más elevado de la actual fase alcista del ciclo económico, aun con todas sus contradicciones. Y esto está vinculado a un reanimamiento del mercado interno pero, sobre todo, al mantenimiento de la demanda exterior de China, EEUU y otros países. La economía argentina, pese a todo, es un campo minado. Las tensiones inflacionistas son una amenaza que puede afectar negativamente al crecimiento económico, reduciendo la inversión y el consumo. Por el momento, siguen sin aparecer señales claras de un aumento importante de la inversión productiva privada. Los capitalistas quieren hacer ganancias rápidas, de ahí que muestren un enojo tan descarnado contra la lucha sindical. Pero la persistencia de un aparato productivo débil como consecuencia de la falta de inversiones sólo hará que la próxima crisis económica tenga efectos más devastadores sobre la industria y la economía en general. Por supuesto, está descartado que las actuales cifras de crecimiento económico se mantengan en los próximos años. Las contradicciones insoportables que se están acumulando en la economía mundial auguran en los años inmediatos una fuerte crisis económica que afectarán a la débil economía argentina. Por lo tanto, no habrá margen para que se extienda entre la clase obrera de nuestro país una confianza en que el sistema capitalista pueda resolver sus problemas.

El movimiento obrero

Desde hace dos años se viene registrando un auge espectacular en las luchas del movimiento obrero en nuestro país, como lo muestra el siguiente cuadro:

Año 2001 2002 2003 2004 2005 Nº paros y conflictos 358 285 122 24

Fuente: Estudio Nueva Mayoría

Vemos claramente que existe una vinculación entre el movimiento huelguístico y el ciclo económico. Esta situación no es necesariamente mala, como imaginan los ultraizquierdistas. Después de años de postración y retrocesos, este auge en la economía está ayudando a fortalecer a la clase obrera, numérica y psicológicamente, está atizando sus luchas y aumentando su confianza en sí misma. En 2005 se triplicaron los paros y conflictos laborales con respecto al año 2004, la mayor conflictividad laboral de los últimos 15 años. El carácter general de estas luchas es ofensivo, por mejores salarios y condiciones laborales. En las más resonantes se destacaron activistas obreros ligados a la izquierda, enfrentados a la burocracia sindical. Y estos sectores de vanguardia, pusieron ante los ojos de miles de trabajadores la necesidad de métodos democráticos y clasistas para encarar los conflictos, donde los pasos en la lucha se deciden en asambleas de base y no en componendas a espaldas de los trabajadores, recuperando las mejores tradiciones del movimiento obrero. Las luchas de Subterráneos, Telefónicos, Petroleros, docentes, estatales, ferroviarios y un cúmulo de conflictos salariales -aunque con diferentes ritmos y resultados- volvió a centrar las expectativas y las discusiones de las nuevas direcciones combativas y del activismo obrero que se foguea en este período, en la recuperación de las herramientas gremiales -cuerpo de delegados, comisiones internas, seccionales, sindicatos- y la necesidad de agrupar en un mismo espacio y bandera a los sectores más avanzados del movimiento obrero. Esta necesidad objetiva de la lucha de clases reivindicativa fue abriéndose paso, culminando con el agrupamiento conocido como Movimiento Intersindical Clasista (MIC). La preocupación del gobierno y la patronal es evidente. Por eso buscaron incansablemente algún tipo de pacto social que moderara los reclamos salariales. La política gobierno-patronal en materia de precios fracasó completamente, diseñada como un chantaje para depositar sobre la clase obrera la responsabilidad por la suba de precios. Los empresarios no arriesgaron nada. Ya se aseguraron sus ganancias subiendo los precios en el último año, y lo siguen haciendo, y nos vuelven a pedir a cambio que los trabajadores nos apretemos el cinturón. Por supuesto, la burocracia sindical ya mostró su disposición a alcanzar un acuerdo. Kirchner ofreció algunas migajas a cambio. De ahí las concesiones en el impuesto a las ganancias para los sueldos de más de $1.800, subiendo la base imponible, medida que fue acelerada después de la extraordinaria lucha de los petroleros de Las Heras. Puede que también haya algunas migajas para los jubilados y en el salario mínimo, como ya las hubo en los planes sociales y en el seguro de desempleo, elevando en algunas monedas estas prestaciones. Pero el "pacto social" es una apuesta arriesgada y no está claro que los trabajadores acaten un acuerdo que limite sus luchas salariales a un techo del 19%, que no da satisfacción a sus reclamos y necesidades. Además, la cuestión salarial no es lo único que inquieta a los trabajadores. Las condiciones de trabajo precarias, las largas jornadas de trabajo, las mil y una humillaciones cotidianas que están obligados a soportar en su centro de trabajo también añaden más vapor a la bronca acumulada. El malestar social va más allá de los reclamos laborales, como lo demuestran la pueblada de Las Heras y los cortes de ruta contra las subas de los impuestos municipales, o contra las papeleras en Entre Ríos. Por eso el activismo obrero y combativo, como el agrupado en el MIC, tiene una oportunidad para emerger en los próximos meses como un referente en capas más amplias de los trabajadores. Para eso debe asumir una posición más audaz y activa que la demostrada hasta ahora. Debe salir públicamente a denunciar la trampa de los acuerdos de precios entre el gobierno y las patronales. Frente al "pacto social", debe emplazar abiertamente a la dirigencia sindical para que unifique las luchas exigiendo salarios equivalentes a la canasta familiar ($1.800), la escala móvil precios-salarios, el blanqueo de todos los empleos, la reducción del IVA al 10,5% para la canasta familiar, y la jubilación con el 82% móvil. Debe posicionarse contra los intentos de las cúpulas sindicales por limitar o parar la luchas obreras. Una actitud activa y decidida del MIC acelerará su desarrollo e influencia en el seno del movimiento obrero.

Situación política

Es innegable que el gobierno de Kirchner salió fortalecido de las elecciones de octubre. Las fuerzas políticas y los candidatos referenciados con la derecha o con la “vieja política” de corrupción fueron derrotados. La derecha se estancó o retrocedió. El radicalismo profundizó su decadencia, manteniendo una presencia en las provincias más atrasadas políticamente del interior. No compartimos los análisis que, dentro de la izquierda, vieron en estos resultados un “giro a la derecha”, o la “inmadurez política” de las masas “porque votaron a sus explotadores”. Este tipo de “análisis” puede resultar muy tentador para tratar de evadir responsabilidades propias en el mal desempeño electoral de la izquierda. Una cosa es cómo vemos nosotros y la vanguardia la realidad, y otra cosa distinta es cómo la ven las masas. Es necesario tener una aproximación al proceso real de toma de conciencia de la clase trabajadora. Cuando Kirchner lanza discursos contra el FMI, contra los empresarios especuladores y las empresas privatizadas, o contra los corruptos que arruinaron el país, indudablemente conecta con la experiencia y la bronca acumulada de las masas en los últimos años. Toda una serie de estamentos oficiales fueron purgados parcialmente, como nunca antes lo habían sido: la casta militar, la Corte Suprema de Justicia, y a los jefes de las fuerzas policiales por corrupción. En el terreno de los derechos humanos se llegó mucho más lejos de lo que nadie hubiera imaginado hace unos años: se anularon las infames “leyes del perdón”, se expropiaron centros de detención y tortura clandestinos, se rehabilitó ante los ojos de las masas a los compañeros caídos por el genocidio militar, se declaró feriado nacional inamovible el 24 de marzo, etc. Desde luego, nosotros sabemos las limitaciones que tiene esta política de gestos. Pero las masas lo ven como pasos adelante que hay que apoyar. Por supuesto, que la situación económica lo ayudó a Kirchner permitiéndole hacer una serie de concesiones menores a las masas, con aumentos salariales por decreto, subiendo las jubilaciones mínimas, aumentando los presupuestos de salud y educación, etc. En el contexto de la lucha reivindicativa, capas importantes de trabajadores experimentaron una mejora en su nivel de vida por primera vez en años, o al menos vieron que éste dejaba de caer. Incluso, medidas absolutamente reaccionarias, como fue la cancelación de la deuda con el FMI, fueron justificadas como algo “progresista”, que fue la percepción que quedó en las masas. La pugna de Kirchner contra los empresarios por la suba de precios también dio alas a la percepción general de que se viene una política “más social” del gobierno. En política exterior, si bien cada vez está más clara la alineación del gobierno de Kirchner con el imperialismo norteamericano, su política de calculada ambigüedad, cultivando la relación diplomática y económica con Venezuela y Brasil, dando alas al llamado “eje latinoamericano” contra el ALCA, también lo ayudó en su imagen “progresista”. Es verdad, que en lo fundamental, la política de Kirchner fue garantizar las mejores condiciones para la acumulación de ganancias de los capitalistas, el haber pagado puntualmente la deuda externa, haber sostenido las privatizaciones menemistas, y cuando lo consideró necesario reprimir la protesta social como quedó patente en el caso del movimiento piquetero o, más recientemente, en Las Heras. Pero lo que es verdad es que esta política a favor de los capitalistas quedó muy diluida en el contexto de sus discursos y gestos “por izquierda”. El voto de las masas a Kirchner no fue, por lo tanto, por su política proburguesa sino a pesar de ella. Siendo claros, fuera de Kirchner las masas veían pocas alternativas. Rechazaban, en general, a la derecha y al duhaldismo que no ocultaban su discurso reaccionario. A su izquierda, estaban el ARI y el PS en algunas zonas (Santa Fe y otras), pero nada más. En estas condiciones, ante la actitud ofensiva de la derecha y el duhaldismo, y el discurso kirchnerista de “yo o el pasado”, la imagen que ofreció la izquierda, dividida en 4 ó 5 candidaturas enfrentadas, no era muy atractiva. No podía tener un eco en los trabajadores y, de hecho, no la tuvo. En estas condiciones, la izquierda ha cometido muchos errores. El principal, desde luego, fue su incapacidad para haber avanzado hasta ahora en políticas genuinas de frente único, tanto en el frente político-electoral como en el terreno sindical, piquetero, juvenil, barrial, etc. Pero tampoco son menores los errores cometidos en la caracterización del gobierno de Kirchner, identificándolo de manera infantil y estridente con los de Menem o De la Rúa, lo cual no conectaba con la experiencia de las masas y desconocía la nueva situación política y social que se abrió tras el “Argentinazo”. La propaganda debió orientarse a desnudar las contradicciones de la política demagógica del kirchnerismo, resaltando sus vínculos con la burguesía. Ante su política de “gestos progresistas”, demostrar la insuficiencia de los mismos por la imposibilidad de satisfacer por igual a empresarios y trabajadores, donde las medidas de fondo siempre beneficiaban a los primeros mientras que apenas quedaban apenas unas migajas para los segundos.

Perspectivas para el gobierno de Kirchner

Desde el punto de vista político, Kirchner podría ser definido como un socialdemócrata. La socialdemocracia se ve a sí misma como la mediadora entre las masas y la burguesía. La política socialdemócrata sólo funciona en un contexto de crecimiento económico que permite dar algunas migajas a los trabajadores a cambio de mantener y acrecentar las ganancias capitalistas, que es lo que está sucediendo. Pero en momentos de crisis económica se vuelve contra las masas, haciendo el trabajo sucio de contrarreformas a favor de los capitalistas. Estamos en la primera fase, pero será inevitable entrar a la segunda fase cuando cambie el ciclo económico. No es un secreto que, pese a todo, la burguesía no oculta su incomodidad con Kirchner. Ve con gran suspicacia su política demagógica y sus discursos “duros” contra determinados sectores de la clase dominante porque pueden estimular la imaginación de las masas. Considera que la política represiva de Kirchner es demasiado “blanda” contra el movimiento obrero. Pero Kirchner tiene sus buenas razones para mantener, por el momento, esta política, dado el ambiente social que existe en el país. Prefiere aislar al activismo de izquierda y descargar sobre él lo fundamental de la represión porque una represión más generalizada, en un contexto de auge de luchas, sería contraproducente: no detendría las luchas y además lo desprestigiarían prematuramente ante los trabajadores. Por el momento, Kirchner está obligado a mantener un cuidadoso equilibrio. Lo que más teme es un auge de las luchas obreras que lo empujen a tener que optar abiertamente a favor de los empresarios, desnudando sus intereses de clase. El mantenimiento del auge económico lo ayuda a sostener esta política de duplicidad: pequeñas concesiones a las masas y políticas de fondo a favor de la burguesía y el imperialismo. Por ahora, en general, las clases medias se agrupan alrededor del gobierno de Kirchner. Pero mañana, en un contexto de crisis económica, de aumento de la inestabilidad política y social, y ante la falta de una salida, girarán nuevamente a la derecha. En esta situación sí habrá condiciones para que la derecha empiece a aglutinar una base social de apoyo, explotando demagógicamente los prejuicios políticos de la clase media y de sectores de trabajadores desesperados con la situación económica. En ese contexto, el gobierno de Kirchner tendrá cada vez menos margen para conciliar los intereses de los capitalistas y los trabajadores. El compromiso ineludible de seguir honrando la deuda externa, coincidiendo con una disminución de los ingresos del Estado por la caída de la actividad económica y de las exportaciones, lo obligará a restringir los gastos y las inversiones estatales, afectando a los gastos sociales. Kirchner no podrá mantener la apariencia de estar por encima de las clases y hablar en nombre de toda la “nación”. La burguesía buscará otro gobierno burgués más confiable a sus intereses que no dude en aplicar la política económica, social y represiva que necesita para salvaguardar sus intereses y mantener a raya a la clase obrera. En el movimiento obrero, mientras tanto, la necesidad de una alternativa política de clase encontrará un eco cada vez mayor.

Nuestra tareas

El gobierno de Kirchner pudo sacar a la clase dominante del atolladero, pero debajo de la superficie de aparente normalidad, se va acumulando la bronca por los bajos salarios, la inflación y todas las injusticias sociales que dejan su marca en la conciencia de la clase obrera. La relación entre las luchas económica y política no es mecánica. Esta combinación está regulada por las condiciones generales de la sociedad capitalista, por factores políticos económicos y sociales, tanto internos como externos. A los trabajadores cada vez les quedará más clara los límites de la lucha "puramente" sindical. La necesidad de construir una organización política que permita avanzar a la clase obrera y los sectores populares en su lucha contra la explotación capitalista va a ir encontrando, de ahora en más, una receptividad mayor, comenzando por las capas más avanzadas de la clase trabajadora. Por eso, los activistas obreros combativos, los militantes de izquierda, los trabajadores y jóvenes luchadores debemos aunar esfuerzos para hacer realidad esta perspectiva.


La necesidad de un frente político común de la izquierda

La izquierda argentina enfrenta un profundo desafío. Los resultados electorales del pasado mes de octubre desnudaron dolorosamente, ante los ojos de la militancia y de la amplia periferia de seguidores y simpatizantes de la izquierda, su profunda debilidad política. Tratándose de pequeñas agrupaciones políticas con escasa inserción en la clase obrera, y sin diferencias sustanciales en el programa, fue una locura presentar 3 ó 4 listas de izquierda enfrentadas, particularmente en una situación donde la situación política estaba muy polarizada entre Kirchner y sus adversarios de derecha. Sin embargo, el fracaso en la formación de un frente único electoral no fue más que la expresión de la ausencia de un frente único real en la lucha de clases cotidiana: en el frente sindical, juvenil, piquetero y barrial. En todos estos años la experiencia demostró que los trabajadores no entienden de organizaciones pequeñas. Las luchas sectarias entre pequeños agrupamientos políticos son estériles y alejan a los trabajadores y jóvenes que se acercan a las ideas del socialismo y de la transformación social. La única forma en que pequeños grupos pueden captar la atención y el oído de los trabajadores y la juventud es confluyendo en un frente único, acordando un programa común, con libertad de corrientes y tendencias en su interior. Esta posición no tiene nada de diplomática ni de hipócrita. Los intereses de la clase trabajadora están primero. En un frente único, las diferentes tendencias políticas de izquierda tenemos más posibilidades de llegar a capas más amplias de la vanguardia y de la clase obrera y la juventud, y ayudar así a su proceso de toma de conciencia. Esto no significa necesariamente que cada tendencia se diluya en el marco de un frente más amplio. La experiencia y la práctica de una democracia obrera sana en un frente político de este tipo pondría a prueba los programas, las ideas y las tácticas de los diferentes agrupamientos políticos que convivan en su seno, confirmándose unas y rechazándose otras. Si todos están convencidos de la corrección de sus ideas, programa y tácticas nadie debería temer esta experiencia en común, que sería recibida con enorme entusiasmo por cientos de miles de trabajadores y jóvenes en todo el país. Un Frente político de la izquierda no se contrapone a la necesidad de forjar un partido socialista revolucionario de la clase obrera argentina con influencia de masas. Pero, en aras de esa perspectiva estratégica (ya que tal partido no existe aún, pese a algunos afanes autoproclamatorios), la mejor manera de acelerarla sería por medio de este camino, propiciando el acercamiento y la fusión de las tendencias más afines, en base a la experiencia de un trabajo en común. Un frente de izquierda debe tener una orientación preferente hacia la clase obrera. En la medida que las únicas organizaciones obreras que tienen una base de masas real son los sindicatos, éstos ofrecen un terreno natural para el crecimiento y desarrollo del Frente de izquierda. De ahí la importancia de ganar posiciones dirigentes en los sindicatos como la mejor manera de conseguir una autoridad suficiente ante el conjunto de los trabajadores para impulsar y estimular la organización política de la clase obrera argentina, ganando a sus elementos más avanzados para el Frente. Desde la corriente socialista agrupada en torno al periódico El Militante saludamos la iniciativa de organizar un espacio para debatir sobre el reagrupamiento de la izquierda, y le damos calurosamente la bienvenida. Creemos que empuja en la dirección correcta. Pese a que sólo está dando sus primeros pasos, nuestra corriente ha comprometido su participación en este espacio, y pondrá su mejor empeño para ayudar a hacer realidad la formación de un genuino frente político de la izquierda en nuestro país.