El juego ha terminado: el capitalismo o la vida. ¡Pueblos de Europa, levantaos!

 

A despecho de los posmodernos y de la instantánea cotidiana con la que los medios de comunicación pretenden impedirnos entender la realidad, con el ejecutivo gobierno de Rodriguez Zapatero – en definitiva gobierno del capital aunque con dotes de prestidigitador para manipular la realidad - asistimos a la confirmación de algunas de las categorías básicas de la filosofía marxista: los fenómenos, en su desarrollo, van mostrando su esencia cada vez con mayor claridad, al tiempo que contenido y forma van adecuándose cada vez más.
El talante del amigo de los trabajadores, del de los derechos de los homosexuales, del de las ayudas al nacimiento de un hijo, de la igualdad de las mujeres (designando a muchas ministras), se ha derrumbado como un castillo de naipes.
Las repetidas promesas de Zapatero de que no tocaría los derechos laborales ya eran todo un sarcasmo para los 5 millones de parados y el creciente número de desahuciados, ante los cientos de miles de millones de euros de dinero público cedidos amablemente por el gobierno a la banca privada y ante los miles de millones dejados de ingresar por las arcas públicas como resultado de las sucesivas reformas fiscales, de las rebajas de las cotizaciones empresariales y del descomunal fraude fiscal del capital.
Toda la línea de flotación de una puesta en escena basada en el embaucamiento, en las apariencias y, sobre todo, en una “paz social” suficientemente engrasada con subvenciones a las burocracias sindicales, ha saltado por los aires. De la forma más descarnada, los verdaderos amos, el gran capital euro-estadounidense, de la mano de Obama, el FMI y la UE, han barrido las tímidas resistencias de Zapatero a aplicar su programa, y con ello cualquier atisbo de soberanía, dejando en evidencia al reino bananero de España.
Lo mismo puede decirse de la máscara legitimadora con la que el capitalismo ha cubierto hasta ahora a sus instituciones fundamentales ( FMI, UE, Bancos Centrales, etc) para intentar ocultar que son meras piezas del engranaje que sólo sirve a la ley suprema: la obtención del máximo beneficio.
En momentos de crisis, y todo indica que estamos ante la mayor crisis de la historia del capitalismo, no hay lugar para diletantismos. Como en una auténtica guerra social, y precisamente se trata de arrebatar a la clase obrera todas sus conquistas anteriores, la disciplina militar se impone en las filas del capital y se traslada sin rechistar a los políticos que lo representan.

El ataque no ha hecho más que empezar

El Congreso de los Diputados acaba de refrendar con un sólo voto de diferencia las medidas del gobierno para recortar un déficit gestado a conciencia por las generosas transferencias de fondos públicos al capital. Todas ellas van dirigidas contra los trabajadores y trabajadoras, incluida la congelación de las pensiones. Todos los grupos políticos, excepto el PSOE han votado en contra, y sólo la abstención de CiU (según sus palabras, para evitar la quiebra del estado y una intervención como en Grecia), ha permitido que se aprobaran. Las palabras de Durán y Lleida expresan con claridad el programa de la burguesía: el gobierno debe acabar sus deberes, aprobar la reforma laboral y convocar elecciones anticipadas en 2011, es decir, ya con CiU en el gobierno de Cataluña.
Un PSOE con perspectivas de voto en caída libre ha asumido obedientemente en solitario el coste electoral, su propio suicidio como gobierno, del ataque contra salarios y derechos sociales, y con toda probabilidad, aprobará, también por decreto la nueva contrarreforma laboral. Se acabaron las veleidades y la mano dura de los verdaderos intereses a los que representa se impondrán sin pestañear: abaratamiento del despido, eliminación de la negociación colectiva, rebaja de las prestaciones por desempleo, plena introducción de las empresas de trabajo temporal en las administraciones públicas, prolongación de la edad de jubilación y nueva ampliación del periodo de cálculo para el cómputo de las pensiones. Por supuesto, los tímidos planteamientos de incrementar la presión fiscal a las grandes fortunas y a las grandes empresas, o al menos tomar medidas contra el fraude fiscal, han sido barridos de un plumazo. Quien manda, manda.
La presión del capital no termina ahí. El listado de exigencias, “para empezar” es amplio. La patronal ya reclama la reducción del 5% de los salarios de todos los trabajadores, al igual que se ha hecho con los empleados públicos, la plena trasposición de la Directiva Bolkestein para privatizar completamente los servicios públicos, la privatización de Cajas de Ahorro y televisiones autonómicas, la introducción del copago en la sanidad pública y en los medicamentos para pensionistas, abaratar la energía para las empresas,..etc.
La ofensiva contra la clase obrera y los sectores populares es aplastante. Todo ello sin que aparezca en el horizonte perspectiva alguna de reconstrucción de la economía en el marco del capitalismo, que no sea explotar al máximo la fuerza de trabajo y liquidar derechos sociales y laborales. Nadie se molesta en señalar a cambio de qué, durante cuánto tiempo, ni que perspectiva económica se vislumbra. Es la guerra social total, sin paliativos.
El asunto central es cómo se enfrenta esta brutal ofensiva por la clase obrera y el conjunto de sectores sociales contra los que va dirigida. Es evidente que las clases dominantes cuentan con las grandes bazas de un sindicalismo “oficial” debilitado y desprestigiado y de una izquierda institucional prácticamente inexistente, porque han renunciado ambos desde hace tiempo a representar con firmeza y coherencia los intereses de las clases oprimidas. Además el cambio de partitura del gobierno les ha pillado totalmente desprevenidos. No es nada fácil enfrentar una ofensiva en todos los frentes con un ejército de burócratas. Una huelga general en estas condiciones, si bien debe ser apoyada con toda la fuerza posible por todo el sindicalismo de clase y combativo, lejos de ser suficiente o el final de la lucha, debe plantearse como el caldo de cultivo, como el comienzo de un imprescindible resurgimiento de la movilización social, local y general, que permita la construcción de un nuevo movimiento obrero y popular.

El pueblo griego marca el camino

La tarea es difícil, pero la clase obrera y el pueblo griego están ahí marcándonos el camino y eliminando sentimientos de derrota preventiva e impotencia que hasta ahora han prevalecido en muchos sectores, haciendo realidad la profecía. La cosa va en serio y no se puede mirar a otro lado: son ellos o nosotros, el capitalismo o la vida.
Hemos tenido la gran suerte de que el resurgir de la lucha obrera se haya producido en un país como Grecia, con grandes similitudes históricas con la lucha de los pueblos del Estado español: el combate popular contra el fascismo, la lucha contra la dictadura, la importante movilización contra la OTAN y las bases y la resistencia popular. Tantas son las similitudes que muy probablemente la victoria del pueblo griego en el referéndum de 1974 por el que se abolió la monarquía y que expulsó del país a la familia de la reina Sofía, fue uno de los factores decisivos por el que las clases dominantes españolas, con el vergonzoso acuerdo de la izquierda, decidieron impedir que semejante derrota se reprodujera en el Estado español con el rey heredero de Franco.
La firme respuesta del pueblo griego ante los ataques orquestados, al igual que aquí, por un gobierno “socialista”,de la mano del FMI y de la UE, está mostrándonos el camino. También allí los sindicatos controlados por el poder quisieron acotar y debilitar la movilización social. La respuesta fue la creación de un movimiento político social unitario, el PAME, Frente Militante de Todos los Trabajadores que el pasado 20 de mayo convocó con creciente éxito la novena huelga general en cinco meses. No obstante, es preciso tener en cuenta que además de las semejanzas también hay diferencias que hacen más difícil nuestra lucha. En Grecia la memoria no ha sido traicionada y existe un Partido Comunista lo suficientemente fuerte y organizado como para haber contribuido a superar los mecanismo de control sindical y social que el poder ha puesto en marcha para socavar la respuesta de clase.

La unidad en la lucha es la única salida

En el Estado español están dándose pasos importantes hacia la celebración de un Encuentro del sindicalismo de clase y combativo que, encabezado por aquellos sectores que se han ganado un merecido prestigio por su coherencia y dignidad en la lucha, pueda convocar y organizar a los miles y miles de trabajadores y trabajadoras que buscan con urgencia una alternativa al sindicalismo corrupto y cooptado.
Al mismo tiempo, urge la construcción de un referente político social unitario que, en relación dialéctica constante con el movimiento obrero y popular, sirva como horizonte y alternativa, ante la disyuntiva general que se presenta a todos los pueblos: o el camino que el capital ha decidido para nosotros, o el que puede construir la lucha obrera y popular. Este Frente de la Izquierda, cuya necesidad ha sido planteada recientemente por organizaciones de ámbito estatal como Corriente Roja y el PCPE, debe agrupar a organizaciones políticas, movimientos sociales y sindicalismo alternativo, organizados de la base. Sin desdeñar la lucha por objetivos parciales como la protección social plena y la condonación de las hipotecas para todos los parados, la creación de empleo público, …etc, el Frente debe elaborar un programa general que plantee la respuesta de clase a la crisis, la necesaria ruptura con la UE y la construcción de una Europa de los Trabajadores y de los Pueblos.
Medidas indispensables de ese programa deben ser: la expropiación y socialización de la banca, las empresas estratégicas y los recursos naturales; la reforma agraria y la soberanía alimentaria; sanidad, educación y demás servicios sociales exclusivamente públicos, planificación democrática de la economía; medidas concretas para la libertad e igualdad real de las mujeres; cambio del modelo energético y de transporte, etc. Además debe plantarse la derogación de la Constitución de 1978, de la Monarquía, de la Ley de Amnistía, de toda la legislación antiterrorista y de la Ley de Extranjería; reconocer y hacer posible el ejercicio del Derecho de Autodeterminación de los Pueblos; la salida de la OTAN, el desmantelamiento de las bases, el regreso de todas las tropas de ocupación y el apoyo irrestricto a la resistencia antiimperialista de los pueblos.
Este Frente o Bloque de Izquierdas, aunque parta del acuerdo de algunas organizaciones de ámbito estatal, debe construirse de abajo a arriba, desde la base, en centros de trabajo y estudio en barrios y pueblos, con el objetivo de impulsar la movilización y la organización social, propiciando la máxima participación de las mujeres.
Una de las tareas centrales del Frente debe ser la potenciación y la coordinación de la lucha internacionalista, especialmente en el ámbito europeo contra la UE y por la Europa de los Trabajadores y los Pueblos, y en ese marco, y en lo que se refiere al Estado español, proponer a las izquierdas independentistas formas de lucha conjunta contra la monarquía y los aparatos del estado herederos del franquismo e institucionalizados en la Transición.
La imborrable imagen del Partenón rodeado de banderas rojas y la enorme pancarta del KKE con el lema: ¡Pueblos de Europa, levantaos!, nos convoca con toda la urgencia, la dureza y también, con la única esperanza posible en estos tiempos.

Ángeles Maestro

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