¿Qué es lo que tenemos que agradecer a Ricardo Fort?

 

Fort es un empresario que exhibe en el programa de mayor audiencia de televisión sus desorbitados gastos y lujos

Ricardo Fort es un personaje que tiene mucha presencia en el programa actualmente más visto de la TV argentina, y en consecuencia además aparece reiteradas veces al día en programas de chimentos y de actualidad o del espectáculo. Suele mostrar frente a las cámaras relojes de oro y diamantes que usa, o las botas de 3.000 dólares que se ha comprado, y relata que en una noche de diversión puede gastar hasta 8.000 dólares. Los relatos pormenorizados de sus desorbitantes gastos y lujos son abundantes, acompañados frecuentemente de una simpática admiración del periodista que le hace la entrevista. Ricardo es hijo de los dueños de la fábrica de chocolate más grande de la Argentina, Felfort y aunque no trabaja ni ha trabajado en ella, disfruta descontroladamente de sus beneficios y de relatar a la sociedad argentina sus lujos de millonario.
Cada tanto aparecen en la TV personajes que fugazmente levantan el rating de la industria del entretenimiento y comienzan a circular en casi toda conversación que recorra temas de actualidad. Analizar por qué se produce esto puede ser una excelente oportunidad para indagar el estado anímico, psíquico y político de nuestra sociedad.
¿Qué es lo que hace que Ricardo Fort, un hijo de millonarios que no ha movido un solo pelo para merecerlo, aparezca en reiteradas oportunidades ostentando su riqueza frente a las cámaras?
Primero destituyamos el mito de que los contenidos de los medios están determinados por el rating. ¿Tinelli, o Fort estén en la TV porque la gente los elige?. El concepto de "elección" es muy complejo, y extremadamente relativo. La gente elige entre las opciones que se le ofrecen. Y esas opciones las decide un puñado de personas adineradas, y a decir verdad, son no son demasiado diferentes enre sí. Parece más realista pensar que la gente los ve porque no tiene muchas más opciones.
Si uno recorre opiniones, incluso de quienes los miran, puede ver que una gran proporción coincide en que Tinelli, Fort, y otros tantos son personajes y programas extremadamente superficiales. En gran cantidad de casos los miran porque "no hay otra cosa", y porque en cierta manera mirar un programa al que la mayoria mira, permite poder incluirse en las conversaciones que se dan al día siguiente en los espacios de trabajo, educativos, etc. Paradójicamente mirar a Tinelli puede ser una manera de luchar contra el aislamiento y la fragmentación que son inducidas por los mismos medios a través de sus modelos y valores, individualistas, competitivos, superficiales.
En lás últimas décadas el rol político, psicológico, ideológico que juegan los medios en la sociedad ha crecido a un ritmo extremadamente rápido. En casi el 100% de los hogares desde los más ricos a los más pobres hay una TV encendida durante varias horas al día. Todos mirando a una pantalla, detrás de la cual hay un reducido grupo de millonarios -dueños de los medios y sus auspiciantes-, pagando a psicólogos y expertos en márketing para que generen contenidos que, aunque en apariencia diversos, vayan siempre en una misma dirección: Convencernos a todos de una mentira, es decir, que los intereses de ese reducido grupo son los intereses de toda la sociedad.
Hemos consumido valores y principios durante decenios que no corresponden con nuestras necesidades e intereses, sino con las de ellos. Toda una concepción del mundo y del hombre que justifica el orden actual de la sociedad, su profunda desigualdad, el saqueo sistemático de nuestras riquezas, todos mostrados como algo que es universal, natural, e inmodificable, o directamente ocultados.
Si uno pudiera contemplar toda nuestra sociedad desde una mirada amplia, abarcativa, seguramente debería tener en cuenta los enormes millones que viven en la pobreza, los -al menos- 8 chicos que mueren diariamente por desnutrición, es decir los graves problemas que atraviesa una gran proporción de nosotros. Para que nos demos una idea, un 70% de la población que trabaja gana menos de 1500 $ al mes. Si ahora comparamoslo anterior con lo que nos muestran los medios masivos, lo que vemos es que nada de esto se refleja, parecería más bien que sistemáticamente ellos enfocan sus cámaras en los sectores más pudientes y sus vidas lujosas, para decirnos, entre líneas "¿Ven que está todo bien? ¡La estamos pasando bárbaro!".
Cuando no hacen esto y enfocan sus cámaras hacia los problemas más crudos como la creciente pobreza, sólo lo hacen para desacreditar a algún gobierno de turno, porque seguramente han conocido reemplazantes de ese gobierno que serán mas fieles a sus intereses, pero nunca para enfocar o hablar de las causas más profundas que explican la extrema desigualdad, pobreza y destrucción nuestro medio ambiente: un sistema político y económico profundamente desigual, estructuralmente corrupto, que vertiginosamente beneficia a una minoría enajenada mientras prácticamente aplasta todo lo demás.
Pero vayamos de una vez por todas a Ricardito Fort: Poco sentido tiene criticar su complejo de inferioridad como causante de tantas cirugías, o su completa ineptitud para todo negocio o emprendimiento que haya iniciado, que solo ilustran la personalidad de alguien que lucha como puede y sin mucho éxito, contra sus conflictos psíquicos. Concentrémonos en "¿Qué es lo que ha interesado de esta personalidad a los empresarios de los medios y a su audiencia cautiva, voluntariamente cautiva?"
Si uno vuelve a la mirada abarcativa, probablemente pueda imaginarse frente al televisor a miles de familias pobres, quizá millones, que mientras escuchan a Ricardo decir que se gasta 8.000 mil pesos en cada" noche de joda", ellos no saben si van a poder alimentar a sus hijos al día siguiente, porque no tienen 5 pesos para comprar unos fideos.
Entendiendo esto, surge la clara conclusión de que el mensaje de Ricardo es violento. Dentro del campo de lo discursivo, podríamos decir que es extremadamente violento: Cargado de soberbia e individualismo, hablando mal y pronto, "se caga" en los que la pasan mal, en los que no tienen nada, considera -erróneamente- que eso no es asunto suyo. Ni siquiera le importa admitir que ese dinero no lo ganó trabajando, sino que lo heredó, lo cual hace al cuadro aún mas injusto y por lo tanto mas violento. Lejos de toda contemplación quedan las condiciones de opresión laboral deplorables que viven quienes realmente producen la riqueza de Fort: los trabajadores de la fábrica de chocolate.
En realidad lo que hace llamativo a Ricardo no es su dinero, ya que mucha gente, incluso aquéllos que los invitan a la TV tienen fortunas similares. Lo que lo distingue es que Fort se atreve a refregársela en la cara a los millones de personas que lo miran por TV. En ese sentido es un transgresor. Generalmente los millonarios frente a las cámaras no suelen atreverse a ostentar su riqueza, porque intuyen que hay algo de violento en eso, perciben que es chocante hacer alarde de sus bienes frente a gente que sobrevive día a día. Algún grado de conciencia acerca de que no se puede insultar tan abiertamente al concepto de comunidad les impide por lo general hacerlo.
Pero Ricardo no tiene escrúpulos. Y algo tenemos que agradecerle en ese sentido: Lo que hace, sin proponérselo, es evidenciar la extrema desigualdad de la sociedad en la que vivimos, y por lo tanto, hace que haya una mentira menos en la TV el medio masivo, omnipresente, por excelencia.
Cierto es que mucha gente tiene interés en verlo, en consumirlo. Los empresarios mediáticos no imponen los contenidos que les vienen en gana, sino que eligen la alternativa que más vende, entre opciones previamente seleccionadas que se ajustan a un bajo coste y a una afinidad ideológica.
Lo que vende de Ricardo Fort parece ser es su obsceno relato acerca de todo lo que consume y el interés que esto despierta revela que estamos frente a una sociedad completamente manipulada. Durante décadas se nos ha estado convenciendo de que la felicidad consiste en consumir, miles de publicidades diarias apuntando a que codiciemos todo tipo de bienes y servicios, desde que somos pequeños.
Nuestro deseo ha sido sistemáticamente orientado hacia el consumo, y Ricardo Fort es quien nos relata, con lujo de detalle, como en un contenido pornográfico, como él realiza diariamente aquello que nosotros anhelamos.
El consumo se nos ha impuesto mediante un mensaje omnipresente, lo vemos en cada rincón de nuestra existencia, como una acción sagrada. Pero como las acciones no pueden ser veneradas, terminamos casi venerando a quien lo puede consumir todo.
Ricardo no tiene límites, puede consumir lo que se le ocurra. Es el Dios del Consumo. Por eso lo admiramos, lo miramos, lo consumimos con veneración. Estamos programados para consumir todo lo posible, pero no podemos, entonces Ricardo lo hace por nosotros.
Por eso tenemos tanto que agradecer a Ricardo, porque él nos muestra varias características de nuestra realidad:

-Que estamos viviendo en una sociedad tan desigual que el adjetivo "extremo" resulta completamente insuficiente.
-Que estamos tan programados para ser consumidores que nos excitamos escuchando el relato obsceno de quien consume todo lo que nosotros desearíamos pero no podemos.
-Que la TV actual está comandada por una banda de empresarios sin escrúpulos que tienen entre sus principales objetivos atontarnos para sacarnos todo el dinero posible.
-Que estamos viviendo en un sistema en el que unos pocos vivos disfrutan sin límites del esfuerzo y del trabajo de una gran mayoría.
-Que mientras sigamos renegando de la dimensión política que todos tenemos, que forma parte nuestra, y nos resignemos a ver pasivamente a quienes se apropian de nuestros riquezas y recursos por la pantalla chica, deberemos soportar que un grupo de payasos se burle diariamente de nosotros en la televisión.

Enrique Grandolini
Rebelión

 

Ricky y la fábrica de chocolate

Un operario gana en tres años y medio lo que el patrón gasta en una noche. Las luces y las cámaras se prenden para el millonario banquete, mientras en la fábrica reinan la opresión y el abuso.
Cuando Menem decía en el ‘89 que iba a gobernar para “los niños pobres que tienen hambre y los niños ricos que tienen tristeza”, Ricardito tenía 20 años. Su padre, Carlos, llevaba décadas manejando la fábrica que fundara en 1912 el viejo Felipe. Hoy, 20 años después, don Carlos ya no está, Menem sólo hizo felices a los niños ricos, y Ricardo sigue disfrutando la fortuna que día a día genera la explotación de cientos de personas. Y aunque durante el menemismo haya vivido en Miami, asegura que “en los ’90 podíamos caminar sin seguridad y no había la delincuencia que hay ahora”. Hace semanas satura la pantalla cantando, bailando y viajando por el mundo con una cohorte de chetos a sueldo. Pero por más que sus bíceps recargados y sus cirugías al por mayor lloren y se sensibilicen, Ricardo Fort no puede esconder lo que es: la exacerbación decadente de la clase capitalista.

A puro pulmón… ajeno

Cuando le reprochan la ostentación que hace de su fortuna él responde que su familia “hizo la plata a puro pulmón”. Pero Ricky jamás podrá engañar a los cientos de hombres y mujeres que en la planta de Almagro producen “delicias” como Jack, Paragüitas o CerealFort. Menos aún a los miles que ya no están allí, los que fueron despedidos gracias a los contratos basura y la flexibilización vigente desde hace veinte años. De las 700 personas que hoy emplea Felfort, la mitad está contratada por “agencia”, trabajando en estas condiciones desde hace años. Mientras un efectivo cobra $14 la hora, por igual tarea un contratado percibe $9,85. Es decir, ni siquiera alcanza los $2000 mensuales. Y a las pagas miserables se suman jornadas extenuantes y pésimas condiciones.
Ricky muestra sus botas de U$S2.500 compradas en EE.UU., mientras a sus operarios ni siquiera se les dan zapatos de seguridad. Así, los dedos aplastados y hasta mutilados por pesados cajones son moneda corriente.
A Fort también le apasionan los relojes. Por eso se pasea con un Rolex de oro y brillantes, traído de Las Vegas. Pero las agujas que más le preocupan a su familia son las que marcan los ritmos de producción. Para Pascuas, por ejemplo, en la fábrica todo se acelera. Cuando se acerca la fecha y los capataces pasan con las planillas, quien rechace el “ofrecimiento” de horas extras sabe que tiene el despido asegurado. Si se quiere mantener el puesto, nadie puede negarse a cumplir jornadas de hasta 12 horas.

Como Jack, el destripador

Ricardo asegura que es como todos los mortales. Sin embargo para él no todas las vidas tienen el mismo valor. Mientras contrató a un equipo de niñeras para criar a los mellizos que adquirió en una empresa de genética californiana, en su fábrica la vida vale menos que un Jack. Viviana trabajó allí y lo sufrió en carne propia. “Cuando quedé embarazada tuve que ocultarlo, si lo decía antes de los 3 meses me echaban. Cuando declaré el embarazo y presenté los papeles, me echaron igual. Me sacaron a los empujones y me largaron sin un peso. Por haber levantado los cajones y trabajar parada desde el cuarto mes tuve que hacer reposo por amenaza de aborto”.
Ricky cuenta que de chico jugaba entre los muñequitos de Jack que llenaban un gran piletón de la fábrica. A Viviana entonces la invaden los recuerdos y la bronca. “Nos rompíamos las manos envasando, terminábamos con tendinitis y nos cortábamos todas con esos muñequitos”. Y agrega: “había que levantar los cajones de cereal, y después de 8 horas terminábamos con lumbalgias, dolores en la espalda y todo el cuerpo”.
Para las mujeres (que son mayoría en Felfort) los abusos además exceden las condiciones de trabajo. Los acosos de capataces y supervisores son una constante. Y hasta ex empleados aseguran que en el último piso de la planta, sobre todo durante el turno noche, se habría producido más de una violación.

Ratas

“Ponían cartones con pegamento debajo de las máquinas para atrapar a las ratas”; “habían cucarachas entre la mercadería y nos hacían levantar la que se caía al piso para envasarla igual”; “esa fábrica adentro es un infierno”. Todos los que pasaron por Felfort coinciden en los comentarios.
Las ratas y Ricky se parecen. Unas viven de los residuos fabriles, el otro del sacrificio de los demás. Cuando Fort muestra sus lujos algunos parecen indignarse y responde a tamaña impudicia con frases éticas y progresistas. “En un país lleno de pobres mostrarse así es escandaloso”, dicen. Pero el rechazo a la ostentación noventista termina cuando esos mismos progres aceptan sin chistar los millones que otros Rickys les ofrecen en auspicios y publicidades. Sin embargo, apenas un reality show y algunas excentricidades diferencian a Fort de otros millonarios como Fernández (Alfajores Jorgito), Georgalos o Pagani (Arcor). Él no quería ser un ignoto millonario, y ahí estaban Tinelli, Sofovich y Fantino para intentar convertir su “estilo de vida” en un objeto de deseo masivo.
Pero llegará el día que las ratas serán arrasadas. Porque los oprimidos descubrirán que todas ellas, gasten o no sus fortunas por TV, son parte de la misma clase explotadora que día a día acumula sus ganancias a costa de la sangre obrera.

(El testimonio de Viviana fue recogido del programa radial Pateando El Tablero, emisión del sábado 5 de Diciembre, Splendid AM 990. El resto de los testimonios, sobre los que se preservan la identidad por razones obvias, fueron recogidos entre trabajadores actuales y ex empleados de la empresa Felfort).

Daniel Satur
La Verdad Obrera

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