Fiebre beisbolera

Por Nuria Barbosa

 

En Cuba transcurre la final de la Serie Nacional de Béisbol, se enfrentan los equipos insignes: Santiago de Cuba e Industriales. El primero perteneciente a la región oriental y bautizado con el nombre de las Avispas, el segundo, de la capital y apodado como los leones.

Hay más rivalidad entre aficionados que entre jugadores, en el campo ambos equipos quieren ganar y en las gradas cada quien tiene sus aspiraciones centradas en uno de ellos.

Así se juega en los siete partidos donde se debe ganar cuatro para obtener la corona de campeón, en las tierras del Cuartel Moncada se jugaron los dos primeros encuentros, luego se topó en La Habana tres veces, y nuevamente a Santiago para concluir el torneo.

Ahí se ve la limpieza del deporte cubano donde no hay apuestas en las oficinas del estadio, no hay juegos vendidos, ni mafias que controlan a los jugadores y sus directores. Los peloteros no fueron comprados como mercancías por millones y defienden la tierra que los vio nacer.

Tampoco hay violencia entre los aficionados, ni agresiones físicas para los deportistas, ni trampas, ni consumo de sustancias estimulantes y mucho menos corre el dinero que comercializa el deporte. Eso si, muchas destrezas y habilidades para que gane el mejor.

Hay que ir al estadio Latinoamericano para encontrarse con esa multitud que desde muy temprano hace cola para atrapar un buen lugar en el área de su equipo. Se lleva el vestuario que identifican a las regiones defendidas: azul para los capitalinos, rojo para los orientales.

Se cargan con tambores, cajones, tumbadoras, cencerro, claves, maracas y hasta cazuelas improvisadas para armar la conga de cajón, y, en el medio del juego echar un pasito de alegría e irritar a los contrarios. Surgen frases como: "Dale paŽla calle" para incitar un jorrón ó "Oye, paŽtu casa" para desmeritar una carrera que no se logró.

Hay que reír con los disfraces, las mujeres se pintan en las mejillas con creyones de labios la letra inicial de su equipo; "S" ó "I", para identificarse a primera vista, también están los que transportan muñecos artesanales que identifican a los leones o las avispas y hay que ver al aficionado que se disfraza de león y baila encima del banco de los industriales para que la conga se desorbite con: "ruge león".

Lo mejor está en los carteles, porque ahí se muestra el ingenio de los cubanos. Antonio Pacheco, el director del equipo de Santiago, sufrió un dolor precordial al finalizar un partido en su tierra y eso fue motivo para que en el Latino se leyera: "Pacheco, de esta no pasa"; "Soy doctor, pero sigo siendo León".

Letreros como: "A los santiagueros métanlos en un tanque"; "Campaña antifocal contra las avispas"; coronas fúnebres y ataúd para cada equipo; son algo cotidiano en el gentío que se hace acompañar de preservativos hechos globos y todo artefacto de colores.

El público cubano no es pasivo y se emociona con cada jugada, luego están los expertos que evalúan como lo hubieran hecho de ser directores de los team, por suerte los mentores están bien seleccionados.

No faltan los comentarios, las discusiones subidas de tono, las ofensas una vez concluido el juego, en los parques, paradas de guagua, calles, comercios y en el barrio.

En esta temporada los autos portan letreros señalando como campeón a su equipo, pero en las casas y centros laborales también hay sellos identificativos para los seguidores de cada equipo.

No faltan los juegos de pelota callejeros donde los niños quieren apodarse con los sobrenombres de Yasser Gómez, Rudy Reyes, Alden Mesa, Héctor Olivera, Alexei Bell y los hay Antonio Pacheco y Rey Vicente Anglada, mentores de ambas selecciones.

Son buenos los momentos que se viven cuando coinciden estos espectáculos porque al final de cada torneo gana el mejor y quien más gana se llama: Cuba.

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