A veces el desnudo, se torna grosero…

 

La historia del arte nos dejó como legado una serie de obras maravillosas, tanto en pintura como en  escultura, grabado, dibujo etc.

Muchas de esas obras fueron censuradas por la iglesia, por mostrar desnudos que en siglos pasados eran considerados indecorosos, u obscenos además de inmorales.

La cultura del entonces, no estaba lo suficientemente desarrollada como para permitir la exhibición pública de un cuerpo desnudo, a menos que se tratara de un ser mitológico y muchas veces hasta éstos fueron destruidos, intolerantemente, por quienes veian el arte con ojos puritanos y mal intencionados.

Porque la desnudez es mala como todo en esta vida, es decir, según el “color del cristal con que se mira…” No obstante aún se conservan los cuerpos desnudos de Apolo, Venus, Hermes, Dionisio, entre otros, siendo obras de incalculable valor.

 

La desnudez estuvo presente también en la pintura, la Maja Desnuda, de Francisco José de Goya y Lucientes, no dejó de padecer la persecución en su momento al igual que el maravilloso fresco pintado en el techo de la Capilla Sixtina por el genial Miguel Ángel, aunque luego la obra que representaba el Juicio Final fuera retocada a partir de la consideración de que se estaba ante la vista de una obra pagana.

 

El desnudo resultaba una ofensa, un daño a la moral, hasta que los calendarios fueron perdiendo sus hojas, las que a su vez fueron pariendo nuevos años y con ellos el fin de la putrefacción mental.

La censura hacia el arte se mantiene en algunos representantes eclesiásticos, así fue como el cardenal Joachin Meisner durante la inauguración del Museo Diocesano Kolumba, en Colonia, emulando a sus predecesores nazis que sólo aplaudían el Arte Heroico, escupió un tajante “Entartete Kunst” que en alemán significa “Arte Degenerado”, molesto por las obras que se exhibían en el Museo que no se correspondían con el criterio estético del nazi fascismo.

 

En los momentos que vivimos, salvo algunas excepciones como la del cardenal nazi, la censura fue agonizando y ya no sólo se muestran con naturalidad cuerpos desnudos, sino que mucha gente se gana la vida quitándose o quitando ropas.

Incluso algunos hasta llegan a desnudar su moral con la misma facilidad con que un stripper se quita todo hasta quedar en público tal como vino al mundo.

 

En el caso de la desnudez moral ya no hablamos de obra de arte, mucho menos si ésta se cierne sobre la figura de un jefe de estado, algo tan desagradable como lamentable.

Hoy existen muchos ejemplos del desnudo moral, uno de ellos es sin dudas, el que dejó en cueros la ética y los principios elementales que debería tener el presidente de Colombia, hombre que ya no tiene más nada que quitarse al punto tal que si se le cayera un arete, nadie se daría cuenta, aunque resultaría interesantísimo y loable que lograra arrebatarse la desvergüenza, a favor de su pueblo…

 

Pero ese tipo de desnudez, la moral, que es sobre la cual se centra esta nota, casualmente no recibe ninguna censura de las altas esferas de la religión predominante en Latinoamérica, hablo de la “Católica” que está demostrando conductas “caóticas” por el “silencio de claustro” que emplea ante las aberraciones más lamentables.

Es por ello que ahora la censura frente a la desnudez moral de un mandatario, la ejercen los pueblos que no saben de silencios y entienden mucho de justicia y derechos avasallados.

 

La re-desnudez moral del presidente colombiano, aparece a poco tiempo de estallado un escándalo increíble a partir del conocimiento público sobre sus estrechos vínculos con el para militarismo, sus negocios con el narcotráfico, su sometimiento frente al imperio que tantas víctimas está causando al mundo, y demás accesorios que hacen del  señor Uribe un muestrario de joyas del espanto.

 

Y re-comienza a partir del gesto de buena voluntad y extrema solidaridad del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante Hugo Chávez, quien ofreció su mediación para colaborar frente a la situación terrible que hace tantas décadas está padeciendo el pueblo colombiano.

Chávez, junto con la Senadora colombiana, Piedad Córdoba, plantean que urge el Intercambio Humanitario de Prisioneros que de por fin al padecimiento de tantas familias y que a la vez podría ser un motor para tratar bilateralmente, insurgencia y gobierno, el tema de la Paz que tanto necesita ese pueblo harto de padecer víctimas.

 

Hay prisioneros de ambos bandos, unos hacinados en las cárceles colombianas, otros como prisioneros políticos de los movimientos armados, entre ellos tres espías gringos apresados mientras estaban haciendo inteligencia sobre la selva colombiana, zona de incidencia de la guerrilla.

 

Ante la propuesta de Chávez, quien sin ningún temor pidió a Uribe el despeje del municipio del Caaguán, por un tiempo corto, proponiendo al presidente colombiano que durante ese lapso  suspenda toda agresión armada para que el diálogo con el líder guerrillero Manuel Marulanda pueda desarrollarse, Uribe no dudó en responder con un tajante “Ni pensarlo”.

 

Así encontró el presidente bolivariano un muro desnudo frente a una propuesta humanitaria, lo que puede echar por tierra todo intento de diálogo a la vez que nuevamente se juega con el sentimiento de las familias y de los retenidos.

Chávez propuso, además, la presencia de Uribe en dichas conversaciones, incluso también ofreció su participación el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, pero la que se niega a presentarse en dicha instancia es la voluntad política de Uribe, lo cual vuelve a ponerlo al desnudo sobre su desnudez anterior.

 

¿A qué se debe la negativa? Podríamos asegurar que para Uribe esa guerra absurda que viven los colombianos y colombianas, representa un redituable negocio para el narco-para-presidente y sus círculos de la muerte, aliados incondicionales a Washington.

Colombia sigue llorando, dos palabras que cumplieron las veces de puñales en el corazón de un pueblo herido de muerte, resumen la intolerancia de una conciencia cerrada que maneja los destinos de la Nación a fuerza de balas y puñales: “Ni pensarlo”…

 

El dolor añejo no cesa, las familias fragmentadas seguirán con su tortura a cuestas, los padres sin hijos, los hijos sin padres…

Se instala el Adiós.

Adiós a las esperanzas de tantas familias.

Adiós a la buena voluntad de quien trata de echar un manto de piedad sobre la poca conciencia que tiene un genocida.

Adiós a lo que podría ser el transitar de un camino hacia la PAZ que tanto necesita un pueblo sangrante por la aberración de un Estado paramilitar.

Adiós a la cordura.

 

Nuevamente y ante el mundo el presidente Uribe está desnudo, y su desnudez que se torna grosera, no ofrece sino un espectáculo desagradable y repulsivo.

 

Ya no hay más nada que quitarse, presidente, acaba usted de asesinar lo último que podría haberle quedado de hombría…

 

Ingrid Storgen

Setiembre de 2007

 

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