¿Será que no hay justicia para los pobres?

Claudia Korol


La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.

Marcos Ana


Seis militantes campesinos paraguayos están presos en la cárcel
argentina de Marcos Paz.  Agustín Acosta González, Roque Rodríguez
Torales, Basiliano Cardozo Jiménez, Arístides Vera Silguero, Simeon
Bordon Salinas y Gustavo Lezcano Espinola llegaron a nuestro país
buscando refugio hace ya más de un año. Ellos nos escriben en una
carta: "Erróneamente, por cierto, llegamos a la Argentina confiados en
las instituciones de este país, alertados por la prédica supuestamente
derecho-humanística del Presidente Kirchner, y terminamos presos en la
cárcel de la injusticia. Hoy nos damos cuenta que los acuerdos
internacionales del MERCOSUR están por encima o merman los derechos de
las personas que habitan los países del Mercorsur. Tantas veces nos
hemos preguntado: ¿Será que no hay justicia para los pobres?".

¿Será que no hay justicia para los pobres? Resuena la pregunta cuando
nos encontramos en una sala de visitas de la cárcel. Mientras el mate
pasa de mano en mano, los campesinos comparten las nostalgias de su
tierra, de sus familias, de sus compañeros y compañeras. Piden
noticias de su país. Duelen la desaparición reciente de un compañero
de su movimiento. Buscan solidaridad. Dan solidaridad. Enseñan su
mirada del mundo. Piensan el socialismo latinoamericano, en clave
guaraní. Hablan con orgullo de sus resistencias. Ensayan gestos de
ruda ternura.

¿Será que no hay justicia para los pobres? Su pregunta nos interpela.
Quien quiera responderla, puede visitar cualquier cárcel argentina, o
paraguaya, o brasileña, o latinoamericana, o norteamericana. Son miles
de pobres hacinados, muchos de ellos y de ellas todavía sin sentencia,
procesados, es decir, sin que se haya demostrado su culpabilidad,
viviendo durante meses y a veces años en condiciones infrahumanas.
¿Quién les devolverá el tiempo perdido, las humillaciones, los
dolores, e incluso las torturas recibidas en las cárceles argentinas?
Basta pensar que en otra celda están los presos que salieron a la
calle a demostrar su indignación, cuando el gobierno de Sobisch mató a
Carlos Fuentealba. Ellos presos, Carlos asesinado, y Sobisch en
libertad. ¿Será que no hay justicia para los pobres?

En el caso de los seis campesinos paraguayos, la situación es
especialmente grave porque lo que les espera, si se confirma la
sentencia del juez Ariel Lijo, es la extradición al Paraguay, donde se
vive una situación de persecución sistemática de los militantes
populares. Los seis campesinos, fueron acusados de participar del
secuestro de Cecilia Cubas, hija del ex presidente de Paraguay Raúl
Cubas Grau. Un secuestro que como tantos otros crímenes que sacuden a
ese país, es producto de los ajustes de cuentas entre las distintas
fracciones del poder local. En una carta escrita por los presos
paraguayos en Argentina dirigida a las organizaciones de derechos
humanos de Argentina, ellos señalan que "tenemos que dejar claro que
el secuestro respondió a un ajuste de cuentas entre la oligarquía
mafiosa paraguaya, donde Patria Libre fue el chivo expiatorio, pero al
parecer esto no fue suficiente. Necesitaban aparentar la presencia de
un grupo guerrillero, que se atribuyó también a miembros de Patria
Libre, con algunas organizaciones campesinas, que fueron acusadas en
su momento de crear zonas liberadas, excusa que sirvió para atropellar
los asentamientos campesinos en todo el país en el 2005".

El defensor de los derechos humanos del Paraguay, el Dr. Martín
Almada, escribió en una carta al juez Lijo: "Estos compatriotas
cometieron la osadía de reclamar el cambio. El gobierno de Nicanor
Duarte Frutos no sabe interpretar los signos de los tiempos; por eso
arremete con furia contra estos valientes compañeros. Ellos reclamaron
con justicia transparencia, participación y mejor distribución de la
riqueza. La respuesta fue la persecución política a pesar de haber
sido declarados inocentes por el Juez Penal más respetado del
Paraguay, por su solvencia moral e intelectual, Dr. Pedro Mayor
Martínez. En el Paraguay tenemos hoy un gobierno fascista que no
ofrece ninguna garantía a los extraditables líderes campesinos porque
saca a las calles tanto al Ejército o como a la policía, le gusta
bañarse de sangre y revolverse en el discurso democrático. Penaliza
las protestas sociales y legitima la violencia. Usted al conceder la
extradición por lo visto no tuvo en cuenta nuestros argumentos sino
una vez más las razones de los poderosos".

Las razones de los poderosos son las que siguen mandando en los
tribunales argentinos. Vale recordar que antes del juicio, la madre de
Cecilia Cubas se entrevistó con el juez Ariel Lijo, y con el Ministro
del Interior, Aníbal Fernández, acompañada… de Juan Carlos Blumberg.
Las sin razones del poder… los juicios del poder… las cárceles del
poder… los ministros del poder… las complicidades del poder…  Cuando
las cárceles se llenan de pobres. Cuando los muros de las prisiones se
vuelven la última fortaleza de la exclusión. Cuando allá adentro se
encuentran los rehenes del capitalismo… no hay derecho a la
indiferencia… no podemos mirar hacia otro lado, ni decir que no
sabemos, ni que por algo será, ni mantenga limpia buenos aires. No
queda lugar para jugar al distraído.

Podría terminar estas líneas pidiendo que nos pronunciemos para evitar
la extradición de los presos políticos paraguayos, para luchar por que
el Gobierno argentino les otorgue el refugio, para impedir que los
envíen a las cárceles –centros de tortura y muerte- del Paraguay.
Podría decir que es necesario encontrar el lenguaje común que nos
permita recuperar, en las organizaciones del pueblo, la palabra
solidaridad; no como una versión metamorfoseada de la caridad, sino
como un gesto de vida, frente a un sistema de muerte; como un signo de
rebeldía frente a tantas complicidades. Como una manera de que
nuestros sueños no queden encerrados entre los muros del
individualismo y de la fragmentación del campo popular. Pero no voy a
hacer nada de esto.

Lo que ahora escribo, todavía con el calor del abrazo de los
compañeros, cuando nos despedimos al finalizar la visita, no es un
llamado a nada. No es una exhortación a la lucha. Es la invitación
para que quienes sientan impaciencia frente a las injusticias, visiten
a los campesinos paraguayos en la cárcel. Para que los conozcan. Para
que escuchen sus palabras. Para que sientan sus miradas. Para que
piensen sus posibles razones. Tal vez entonces, podamos conjugar
juntos la palabra libertad.
 

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