Cien años de perdón para Madoff

 


Si tienes dinero y el glamour suficiente como para ser mi cliente, tendrás el honor de que te invierta tu dinero, a cambio te ofreceré más de un 10% en rentabilidad. Con similares palabras nuestro amigo Bernard Madoff vendía sus servicios en el selecto club Palm Beach de Florida y en el resto de la internacional de clubs de golf -y golfos- donde abunda la gente que no sabe que hacer con tanto dinero que tiene. Nuestro viejo corredor de Bolsa lo que realmente hacía era coger con una mano el dinero del nuevo inversor y con la otra pagaba las rentabilidades del viejo, así hasta construir una pirámide que sólo se sostenía con la inyección continua de nuevos fondos de nuevos clientes. Mientras tanto a gastar y vivir la vida.

 

¿De donde sale el personaje?

Probablemente el joven Madoff, a finales de los años 50, siendo socorrista de las playas de Long Island de Nueva York se sintiera ya tentado de robar a turistas acaudalados, pero no será hasta entrado el siglo XXI cuando construya su particular máquina de sacar dinero a los poderosos.
Su imagen de austeridad, su cartera VIP de clientes y su estancia en el consejo de administración del Nasdaq, le dotaban de una aureola de gurú infalible al que se le podía confiar dinero, mucho dinero. Madoff pasará a la historia por méritos propios por haber sido capaz de timar a las mayores fortunas del mundo, a los grandes bancos internacionales y los opacos hedge founds (fondos de inversión libre), entre los cuales había mucho dinero de origen sionista. Hollywood también ha recibido su particular: ¡Eso es todo amigos!. Otra celebridad, y no por cine, sino por poseer la mayor mansión de EEUU, el pobre señor Ira Rennert, lleva una semana sin dormir y ha colocado a Bernard en una diana improvisada en su casa.

50.000 millones dólares que se han ido para no volver

En euros estamos hablando de 37.000 millones. Para ser exactos los que se salieran a tiempo consiguieron rentabilidades hasta del 200% en 10 años, y los que no lo hicieran, como ocurre en todo juego financiero, los últimos son los tontos: los que pagan los platos rotos. No es descartable, -cuidado trabajadores de Timofónica- que haya pillado a planes privados de pensiones que de ningún modo pueden ser una alternativa a un sistema público digno, y menos, en crisis.
Centrándonos en los más perjudicados, los magnates, la colección de pardillos que tienen apellidos españoles son: Ortega, Abelló, Koplowitz, Del Pino, el hijo de Botín... y además, un tipo de sociedades de inversión colectivas llamadas SICAV, muy entrañables, del que sólo tributan al 1% de impuesto de sociedades, y que de facto son el refugio de las grandes fortunas para evitar el IRPF y el extinto Impuesto de Patrimonio.

El antihéroe capitalista

“Quién roba a un ladrón, tiene 100 años de perdón”, dice el refranero popular castellano. ¿Se lo podemos aplicar a Madoff?. Tengo la convicción de que sí, aunque Bernard no sea un Robin Hood ni mucho menos. ¿Y el lucro? Es cierto, tiene un desorbitado afán de lucro, pero no un lucro homologable; su pecado es el lucro sobre los mayores explotadores del planeta. Así pues se puede considerar que ha tenido el mérito de servir una ración de la medicina que le da todos los días la burguesía a los trabajadores. ¿Es un héroe? De entrada, al caer en desgracia, se ha convertido en un antihéroe capitalista, que no por ello le hace automáticamente héroe socialista, pero sí, en mi opinión, le hace mejor persona.
Alguien que sabía que el ‘pastel’ tarde o temprano iba a salir a la luz, ya sea una década más o una menos (en este caso ha durado una década), es alguien que toma una decisión deliberada un tanto punk: el mañana no importa, hoy lo es todo. Quizá a sus 70 años pensara en agotar la edad límite para entrar a la cárcel, diciéndose aquello de que le quiten lo bailao. Si a eso le sumamos que la fuente de su enriquecimiento es la estafa del rico, estamos ante un personaje que se merece algo más que darle un óscar al “mayor cara dura de todos los tiempos”, puesto que, entre otros motivos, los hay mayores y con buena prensa.
En un momento en que la cólera de la aristocracia financiera internacional se cierne sobre su cabeza, merece al menos que conservemos de él un grato recuerdo. Que fuera un filántropo sionista, lo cual es en sí mismo contradictorio, no merece mayor interés. Madoff es simplemente otro nombre diabólico al trauma histórico de la burguesía ante la expropiación. Bernard engrosará ese top ten de castigadores de la burguesía cuyo primer puesto siempre tendrá el endiablado hombre de acero ruso.

El socorrista Madoff ante el descenso de la marea

La crisis capitalista eleva a la superficie muchos movimientos subterráneos. En palabras de otro gurú financiero, éste todavía sin pirámide a la vista, Warren Buffet: “cuando baja la marea es cuando se sabe quien nadaba en bañador y quien a calzón quitado”. La crisis ha expuesto las vergüenzas del señor Madoff a la intemperie. Sin embargo, y me dirijo a ti, Bernard, mereces de reconocimiento porque en todo este tiempo te pudiste sobreponer a tu instinto de socorrista para que finalmente con el máximo de dignidad ESTAFASES a los grandes magnates hasta la módica cantidad de... (redoble).... ¡50.000 millones de dólares!. Dejas el listón alto. Preferiste la aguadilla a la burguesía que el boca a boca de los Bancos Centrales y los Estados al decrépito capitalismo.
Estas navidades brindaremos por ti, o mejor, brindaremos por lo que realmente nos importa, que no eres tú, sino: la histórica colleja que le has dado a la gran burguesía a escala internacional.
100 años de perdón para Madoff, ninguno a la burguesía.

Comandante Recalcio

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