Ni con uno ni con otro

El gobierno y la patronal del campo, dos caras de la misma moneda

 

 

Las mayorías populares en argentina asisten como víctimas y rehenes a la pulseada entre el gobierno y la patronal del campo. Es una pelea para ver quién se queda con la mayor parte de la renta agraria, entre dos sectores de la burguesía explotadora.

Es indudable que el gobierno es el responsable político de esta situación, pues ha implementado un modelo de país basado en un tipo de dólar alto, exportador de materias primas, subsidiador de las empresas que producen y dan servicio en el país, y financiamiento externo para la obra y el sector público  (esto a costa de endeudamiento permanente con los organismos financieros internacionales). Este modelo, que el gobierno K presenta como exitoso, pues la economía ha venido creciendo en forma sostenida desde el 2003, con superávit fiscal, gran acumulación de reservas (que han llegado a u$s 50.000 millones en este primer trimestre del año), apoyado en condiciones internacionales excepcionales, ha logrado que el sector patronal del campo (tanto los grandes como los chicos) obtuvieran ganancias como nunca antes en la historia del país, al tiempo que la brecha entre los pocos que más ganan y las mayorías populares que menos tienen se ha agrandado a niveles nunca antes vistos. Hasta resulta paradójico que los que protesten sean los más beneficiados. El hecho de que tanto el gobierno como los enardecidos patrones rurales sean de la misma clase (explotadora) queda en evidencia en que, después de veinte días de protestas y cortes de rutas que han desabastecido los centros poblados de todo el país, y hasta se ha llegado al oprobio de tirar alimentos en una sociedad donde muchos de sus miembros padecen el flagelo del hambre, no se han utilizado las fuerzas “del orden” para reprimir. Nada que ver con la actitud hacia los trabajadores, que apenas se movilizan son reprimidos y no sólo eso, sino procesados y encarcelados.

Miente el gobierno cuando dice que su interés al aplicar las retenciones es redistribuir la riqueza. Como se ha dicho, la administración del matrimonio kirchnerista ha ampliado la brecha entre los que más ganan y los que menos tienen. La realidad es que necesita recursos para seguir pagando los vencimientos de la Deuda Externa (sólo este año debe pagar alrededor de 12 mil millones de dólares, además de los 6 mil millones de la misma moneda que debe saldar con el Club de París) y continuar la política de subsidios para las empresas. Que poco le importa el bienestar popular queda plasmado en el abandono de los hospitales y las escuelas públicas, en el nulo control a la contaminación producida por las empresas y sobre todo por la explotación minera, en los magros montos de las jubilaciones, en los humillantes planes para los desocupados, en que, por ejemplo, de la riqueza que produce el campo nada va a parar a las manos de la peonada rural. Si el gobierno estuviese realmente interesado en distribuir, no necesitaría mentir como miente descaradamente con los índices económicos, para lo cual ha intervenido el Indec en un conflicto vergonzoso que ya parece interminable.

El problema del campo es un complejo dilema en la consciencia de la sociedad argentina. Nos han enseñado desde chicos que vivimos del campo –cosa que es cierta- pero siempre nos han ocultado cómo se estructura la explotación agraria en nuestro país. En este conflicto, puntualmente, se habla de “el Campo” como el “sujeto agredido”, pero en realidad los que se sienten perjudicados son los patrones. Para los grupos en pugna, no es prioridad resolver los problemas de los 1.300.000 peones rurales que viven en la miseria, de los cuales el 75% trabaja en negro por salarios promedio de $600 mensuales, los más bajos de la clase trabajadora. Nada se habla de los derechos pisoteados y mancillados de los Pueblos Originarios, cuyas tierras de propiedad milenaria son saqueados por la patria sojera con la complicidad del estado y el gobierno argentinos. Para dar una visión más aproximada a la realidad, veamos cuál es el reparto de la tierra apta para la siembra:

 

74.000.000 de hectáreas están en manos de 4000 dueños

35.000.000 de hectáreas están en manos de 936 dueños (35.000 hectáreas cada uno)

Mientras que

2.300.000 hectáreas están en manos de 137.000 propietarios, a un promedio de 16 hectáreas cada uno.

 

Muchos se amparan, para defender la protesta patronal, en la denominación de “pequeños propietarios” o “pequeños productores” que se ven perjudicados por la medida gubernamental de elevar las retenciones a las exportaciones. Hablan desde el total desconocimiento de la realidad del campo. No es lo mismo pequeño propietario que pequeño productor-exportador. Los pequeños propietarios no exportan. Los pequeños “productores” que exportan no son pequeños propietarios, necesitan en promedio 300 hectáreas para tener una producción que les dé réditos, y 300 ha. son un gran capital.  En todo caso, los pequeños o medianos productores lo son en relación a los grandes productores, pero no son pobres, ni mucho menos explotados. Hay que tener bien en claro esto para poder tomar una posición coherente en el conflicto. Otro dato más que importante para tener en cuenta: como los pequeños propietarios no pueden sembrar para exportar porque las dimensiones de sus propiedades no se lo permiten (porque no es redituable debido a los costos) entonces deben arrendarlas a los pooles de siembra, que empezaron como cooperativas empresarias, pero que fueron reemplazadas por grandes empresas que vieron la posibilidad de grandes ganancias: así es como hoy Grobocopatel o El Tejar explotan alrededor de 150.000 de hectáreas cada uno, pero casi ninguna es propia (Grobo posee sólo el 10% de los terrenos que explota). La concentración en el campo no es sino otro eslabón más en la inevitable concentración dentro del Capitalismo.

Los cuadros descriptos no hacen más que revelar la realidad de los sectores en pugna, claramente dos fracciones burguesas explotadoras. Es más, cuando –como es lo más probable- solucionen su conflicto, las mayorías populares seguirán penando la realidad que les toca vivir.

No se puede, desde un punto de vista clasista, avalar a ninguna de ellas. Es de lamentar, una vez más, que la dispersión de la izquierda haya repartido bajo la confusión que impera desde hace décadas en el movimiento revolucionario, las posturas entre gobierno y patronal agraria. Los que apoyan al gobierno, apoyan su política de represión y saqueo del patrimonio del pueblo. Los que van detrás de la protesta del campo, quedan alineados detrás de la derecha más reaccionaria, bajo la dirección de la oligarquía terrateniente, propiciadora y aliada de todos los golpes de estado aniquiladores de los movimientos populares. Ambos son furgón de cola de los intereses de la burguesía.

La verdadera izquierda debe tener una postura independiente de los bloques burgueses en pugna. Porque la salida de este conflicto para las mayorías populares no está dentro de los límites del sistema capitalista. Sólo el socialismo podrá lograr una sociedad justa, una donde la propiedad social de la tierra reemplace a la propiedad privada que genera la concentración y el latifundio. En definitiva, una sociedad donde la equidad y la fraternidad reemplacen al insaciable egoísmo inhumano del sistema de explotación capitalista.

 

 

Gustavo Robles

 

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