De la teoría de la Revolución Permanente a la salida mágica

 

A propósito de ¿A dónde va Brasil? Artículo publicado por Miguel Sorans en Rebelión del 29/11/2018 que  arranca diciendo que: ‘Brasil es, luego de Venezuela, el punto más alto de la crisis política y social en América Latina’. Esto viene a cuento del triunfo electoral de Bolsonaro en Brasil.

Hay un enfoque en las organizaciones trotskistas de nuestros días, especialmente en América Latina, a poner la artillería pesada de la crítica en otras organizaciones reformitas del llamado campo popular, dejando la conclusión de que son prácticamente los responsables de la existencia del imperialismo. De Colombia, el país tapón que ejerce la contra-revolución desde los tiempos de Santander no dicen nada. Lo mismo puede decirse de Honduras, la actual Guatemala o Paraguay. Que los progresistas sean ‘socios menores’ no da para ponerles la totalidad de la responsabilidad de la existencia de este orden. Sin la matización necesaria no hay posibilidades revolucionarias.

El enfoque histórico que desarrolla Sorans es correcto en cuanto a que un régimen social cuando agota sus posibilidades de reproducción, aparece otro para reemplazarlo, pero esto es así, universalmente hablando, no en una localía dada, como si los países, especialmente los latinoamericanos fuesen ‘independientes’. Para colmo eligió el peor ejemplo, Brasil. Sorans lo explica de esta manera: ‘Los trabajadores que votaron a Bolsonaro tienen la expectativa de que se termine con la corrupción, con la inseguridad y que mejore su nivel de vida. Nada de eso va a ocurrir. ¿Qué va a pasar cuando se acaben esas expectativas? Lo primero a tomar en cuenta es que en Brasil la clase obrera no está derrotada. El pueblo como castigo al PT puede terminar castigando en las calles a Bolsonaro’.

Muy bien. Puede… potencialmente puede. Pero cuál será el poder social que permita materializar esa fantasia. En lo inmediato, puede decirse que con varias décadas de inyección evangelista, la CIA, más la burguesía rentaria de Brasil, construyeron un bolsonaro. El armado  de las consignas burguesas de la corrupción y la inseguridad, también es una tarea de los sociólogos del régimen o ¿A los fabeleros, de pronto les agarro un brote de miedo por la corrupción y la inseguridad? No, el miedo a la punición tiene una larga tradición en Brasil. ‘La clase obrera no está derrotada’ afirma Sorans. Si esto fuera así, como hace Brasil, para tener una perfomance tan alta en materia de desigualdad social, votar a sus verdugos y pedirles que aceiten más el látigo. ¿Qué se necesita para estar derrotada, vivir peor que en Burundi o Uganda? ‘¿Qué va a pasar cuando se acaben las expectativas por Bolsonaro?’ pregunta nuestro articulista. Si no hay una transformación sustancial, producto de un profundo trabajo de masas, o de una liberación mundial. Nada. Los sociólogos inventarán nuevos candidatos. En seis meses te podrán convertir un jugador de futbol, por ejemplo, en presidente y la vida seguirá profundizando las iniquidades, como hace quinientos años.

Este tipo de análisis, tan típico de muchas organizaciones revolucionarias, donde caracterizan en todo momento y en toda circunstancia, que estamos en situación pre-revolucionaria o directamente revolucionaria. El enemigo en esta narrativa está siempre fuera de juego. Pasan las décadas y siempre estamos ganando o a punto de ganar, pero la realidad exhibe con todas sus luces que nuestra situación social, y aún política, decae. ¿Porque ocurre esto? ¿Está equivocada la realidad? ¿O es la explicación de la realidad la que se distancia de los hechos? La revolución es vista como un objeto inmediato, que puede realizarse en cualquier momento, bajo cualquier condición. Y en un punto, podría decirse, esto era así hasta mediados de la década de los setenta (hasta Nicaragua) producto de un conjunto de contradicciones inter-imperiales y una mayor centralización de nuestros equipos revolucionarios. Las revoluciones de pos-segunda guerra fueron revoluciones armadas, antes que políticas, esto lo determino el mapa confrontativo resultante de la segunda guerra, además de liberación nacional y ‘y al socialismo, después vemos ’ y no porque hayamos sido malos socialistas, simplemente es lo que se pudo hacer, no había condiciones para otra cosa (esto lo admiten hasta trotskistas como Mandel, por ej.). Al tiempo que liberamos territorios, con su población adentro, por supuesto. La batalla social se perdió en el resto del planeta. Con los 30 gloriosos años, el capitalismo gano la batalla política instalando la sociedad de consumo en el conjunto de la clase obrera desarrollada. La conformación de los trabajadores en clase media, corrompidos como sujetos aspiracionales en todo sentido –drogas, sexo y rock and Roll fue una de las consignas-.

Las revoluciones fueron siempre consecuencia del efecto sorpresa y del aprovechamiento de las contradicciones al interior del campo enemigo. Pero el enemigo aprendió de sus derrotas y descubrieron que ellos también pueden armar organizaciones guerrilleras, movimientos de ‘liberación’ y así con las formaciones yijadistas, que eran tácticamente similares, en lo formal, a las de liberación nacional, pero con un programa contrarevolucionario, anclado en un mesianismo islámico reaccionario (disfrazado de liberación nacional, como estrategia publicitaria internacional). Con este modesto armado, en Afganistan, derrotaron a la URSS, que no estaba preparada para este tipo de guerras, al contrario, eran sus mentores y su  actual preparación estaba en función de las guerras espaciales. El imperialismo los contragolpeó en su lado débil, la debilidad, por supuesto era política.

Fue el momento culmine del imperialismo actual. Coronaron el éxito político, con este triunfo bélico. Ese éxtasis duro hasta la destrucción de Yugoeslavia. A partir de allí, salvo Libia perdieron todas las guerras. El yijadismo empezó a ser vencido, cayó su imagen revolucionaria y quedó en evidencia su carácter mercenario. El dólar retrocede todos los días como moneda de reserva. China, Rusia y  el conjunto de naciones recuperadas, ahora, por fin unificadas, como resultado de su propia experiencia, recuperan terreno, ganan las guerras comerciales y bélicas. Esto es importante, porque la revolución que arrancó en la Rusia del 25 de octubre de 1917, culminará con la caída del imperialismo.

En la lógica de que ‘son todos iguales’. No son tan iguales. ‘El Estalinismo’, dentro del aludido relato, lleva la mayor carga de demonización. Por supuesto, que hay dos Imperialismos (con el sentido dialéctico correspodiente). Uno, con relaciones extorsivas de suma cero, otro, con un vínculo de ganar-ganar. Digamos este sería un imperialismo político. Mientras que el real además de político es vampírico. Esto aparece cuando Sorans dice ‘Venezuela tiene una crisis superior a Brasil’. Aquí, desde un mesianismo metafísico se pretende instalar la superstición sociológica de que, detrás de Maduro vendrá ‘la izquierda’, cuando todos sabemos que la derrota de Maduro implica el triunfo del Duque-uribismo-Pentágono. El porcentaje de población que apoya una salida por izquierda es con generosidad inferior al 2%. ‘Aporrea’, como canal de propaganda lo exhibe claramente. Lo objetivo es que anteponer ‘un clasismo formal’ al antiimperialismo concreto, lo digan o no, estas corrientes propugnan un frente único con el Comando Sur. Como anteriormente ya lo hicieron en Libia y Siria.

Nuestra misión convertir, como primer paso, a Argentina en Venezuela Bolivariana, a partir de allí ya estaremos en el bando de ‘los villanos del mundo’ con eso solo ya entramos en la guerra civil, que hace ciento veinte años tenemos pendiente. El primer enemigo es el imperialismo concreto, el otro, el ‘potencial’, digamos, después lo vemos, por ahora no representan una amenaza. Además de presentarnos como voluntarios, si las amenazas se concretan en Venezuela. Avanzar por la senda inconclusa de Bolivar, y cuando se abra la compuerta social en nuestro país, la tarea será expropiar. Y cuando empiecen las expropiaciones, las relaciones sociales cambian, ni siquiera, merecen ser proclamadas. Con nacionalizar la totalidad del suelo, (que incluye el aire –espacio radioeléctrico incluido, ríos y mares) alcanza, Con el programa de Parque Centenario del 2001-2, suficiente. Con esa tarea, suficiente para empezar. La lucha de clases seguirá. Pero romper con el sometimiento al dólar, es suficiente por ahora.

 

Oscar Herrero