Debido a la cantidad de respuestas que me han llegado, motivadas por el escrito "Sumarísima historia del cristianismo", he decidido realizar una breve y única explicación al respecto, que espero pueda conformar a todas las inquietudes enviadas

 

Pequeña y necesaria explicación sobre “Sumarísima historia sobre el cristianismo”

 

Evidentemente, cometí un error al publicar el escrito al que refiere el título de esta nota. No porque considere que esté equivocado en alguno de los datos y opiniones que allí vertí, sino por no haber adjuntado alguna bibliografía en la que está basado (nadie tiene por qué saber que investigo sobre el tema desde hace más de veinte años).

Mi preocupación no es tanto por aquellos que, parados desde un púlpito que les ha dado alguna lectura, o un título avalado por quienes han escrito la historia con sangre de millones de seres humanos, lo han criticado, como si la historia fuese una ciencia exacta y una verdad revelada por el dios… de ellos; y a ellos.

Sino por aquellos que no han tenido la oportunidad de haber indagado en profundidad sobre los dimes y diretes que provoca aún hoy (más que nunca, diría), la historia (inventada o real) de Jesús el llamado Cristo, sus seguidores primigenios, la creación de la Iglesia Católica y todas sus consecuencias.

Porque lo cierto es que, si nos atenemos a los miles de escritos que se han realizado sobre esta historia, veremos que la subjetividad está por encima (y por lejos) de los datos objetivos (históricos). Y se puede exponer tanta bibliografía para avalar una postura como la que yo he expuesto, como para los que dicen exactamente lo contrario.

Sin embargo, nadie podrá negar que ningún historiador, ensayista, escritor o poeta contemporáneo a Jesus lo ha mencionado en alguna de sus obras. La primera aparente alusión histórica corresponde al historiador judío Flavio Josefo, quien en sus “Antigüedades Judías” lo nombra en dos pequeñísimos párrafos, recién en el año 93 de nuestra era. Otra “mención” que citan los que sostienen la existencia histórica de Jesús es la de Tácito, quien en realidad describe las persecusiones a las que fueron sometidos los seguidores de Cristo bajo el gobierno de Nerón, en su Historia de Roma, escrita en 117 d.C.

Nadie, nadie, antes del año 90, fuera de los seguidores del cristianismo. Para colmo de males para los sostenedores del Jesús histórico, los párrafos mencionados han sido cuestionados por los especialistas, y nadie niega que al menos fueron manipulados por los monjes copistas del medioevo.

Hasta los Evangelios, según la consideración de los especialistas, fueron escritos bastante después de la muerte de Jesus: se cree que el más antiguo es el de Marcos (entre 66 y 74 d.C.), luego el de Lucas (80 d.C.), Mateo (85 d.C.) - los tres llamados “sinópticos”- y el de Juan (100 d.C.).

No voy a ahondar –para no aburrir- en las disímiles teorías existentes a cerca de la mítica figura del considerado “mesías” por gran parte de la humanidad, pero sí mencionar que así como hay quienes lo consideran “el hijo de dios”, hay quienes sostienen que no existió realmente, o que fue Barrabás, o que existió 100 años antes (como “el Maestro de la Justicia”), o que no murió en la cruz y fue uno de los líderes de la resistencia judía y murió en Massada, o que se casó con María Magdalena y dejó descendencia, o que no nació en Nazareth porque este pueblo no existía en aquella época (y fue fundado alrededor del 300 d.C.), o que nació antes del año cero (en el 6 a.C., más precisamente), o que la crucificción no fue a sus 33 años sino más tarde, entre otras especulaciones.

Ni qué hablar de las diferencias que existen entre los propios evangelios, y que cualquiera puede constatar leyéndolos y comparándolos (cosa que recomiendo).

Bueno, todo esto sirve para aclarar que en esto de la historia de la legendaria figura de Jesús el llamado Cristo nada puede asegurarse con certeza. Y mucho menos debieran hacerlo quienes han resultado los ganadores de la historia a sangre y fuego, y la escribieron según su conveniencia y oficializándola, con lo que han querido ocultar –destruyendo valiosos documentos- otras historias que sostenían quienes no pudieron contarla porque fueron silenciados por ellos.

Así que, amigos y compañeros, yo les recomiendo que no nos crean a ninguno, ni a ellos ni a nosotros: investiguen, profundicen, lean ustedes mismos. Y saquen sus propias conclusiones.

Literatura oficialista pueden encontrar en cualquier iglesia o convento.

Yo recomiendo leer también otro tipo de escritos:

 

-         Historia del Cristianismo,  de Poul Johnson

-         La Gran Impostura, de Emmanuel Evsing

-         El Enigma Sagrado, de Baigenet, Leigh y Lincoln

-         El Legado Mesiánico, Idem

-         Jesus o el Secreto mortal de los Templarios, de Robert Ambelain

-         El Hombre que creó a Jesucristo, Idem

-         Los secretos del Gólgota, Idem

-         Jesús murió de viejo, de Holger Kerstein

-         Historia criminal del cristianismo, de  Karlheinz Deschner

-         Los años perdidos de Jesus, de R. Aaron

-         Desnaturalización y clarificación del mensaje de Jesús, de H. Ackermann

-         Los rollos del Mar Muerto y el mito cristiano, de J.M. Allegro

-         Los manuscritos hallados junto al Mar Muerto: la secta del Qumran, Idem

-         Comenzó con Jesus de Nazareth. Sobre el interrogante del Jesús histórico, de H. Zahrnt

-         La vida histórica de Jesús, revisión crítica, de D.F. Strauss

-         Informe Jesús, protocolo de una falsificación, de Johannes Lehmann

 

y la lista sigue…

 

También recomiendo ver la película Zeitgeist

 

 

El arqueólogo Israel Finkelstein, director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, ha buscado evidencias que arrojen luz sobre los eventos narrados en el Pentateuco [...]. Basado en la evidencia arqueológica Finkelstein llegó a la conclusión que la saga histórica relatada en el Pentateuco de los cristianos y la Torá de los judíos es un brillante producto de la imaginación humana, que muchos de sus episodios parece que nunca existieron y que su origen no responde a ninguna revelación divina.

 

El profesor canadiense Earl Doherty lo ha expresado muy claramente: “Es necesario examinar el profundo silencio sobre el Jesús de Nazareth evangélico que encontramos a lo largo de casi cien años de la más primitiva correspondencia cristiana. Ni una sola vez Pablo, o cualquier otro escritor de epístolas del primer siglo, identifica su divino Cristo Jesús con el hombre histórico reciente conocido por los evangelios. Tampoco le atribuyen las enseñanzas éticas que adjudican después a dicho hombre. Virtualmente, todos los otros detalles del cuadro del Jesús de los evangelios desaparecen de forma similar.”

 

 

“Desde tiempos inmemoriales, se sabe cuán provechosa nos ha sido esta fábula de Jesús” – Papa León X, Carta al cardenal Benito

 

 

                                                                                                                                                                                               Gustavo Robles

 

 

 

A continuación, reenvío la nota que sirvió de disparador

 

 

 

 

A propósito de estas fiestas

 

Sumarísima historia del cristianismo

 

Millones de personas en el mundo – aunque cada vez menos- se consideran cristianas, a pesar de no haber leído nunca los evangelios ni mucho menos la Biblia, más allá de haber escuchado alguna vez las citas hechas por los que se autoproclaman representantes de “Dios” en la tierra.

Lo cierto es que el cristianismo – y sobre todo el catolicismo, aunque no sólo éste- está asentado sobre bases falsas: tiene pies de barro, a pesar de lo cual ha sabido mantener su poder durante casi 1700 años (desde el Concilio de Nicea), recostándose en los aposentos de los poderosos y destruyendo a todo aquél que se le opusiera.

Las fiestas navideñas y el año nuevo, están situados en fechas arbitrariamente estipuladas por los poderes de turno y sus conveniencias, y podemos describir su historia en una sumarísima síntesis.

 

La existencia de Jesús el Cristo no está probada históricamente, más allá de los evangelios citados por la Iglesia: ningún historiador de la época ha escrito nada a cerca de él, y lo que ha llegado hasta nuestros días son comprobadas falsificaciones hechas por los monjes copistas del medioevo.

 

Si existen dudas a cerca del personaje histórico de Jesús, mucho más problemática es, lógicamente, la fecha de su nacimiento. No siempre se festejó el 25 de diciembre. Hubo muchas especulaciones hasta el siglo 4°, y otras fechas: 6 de enero, 28 de marzo, 19 de abril, 20 de mayo.  Hasta que llegó Constantino y “su” Concilio de Nicea (325 d.C.).

Hasta allí, el cristianismo era perseguido y sus fieles eran torturados y asesinados por el Estado romano. Pero la insatisfacción creciente de grandes franjas de la población y la prédica humanitaria de los primeros cristianos hicieron que el culto a Jesús fuera siendo cada vez más popular.

El emperador Constantino le dio la posibilidad al cristianismo de legalizarse para solucionar el problema que éste le generaba al Estado, pero para ello la Iglesia debió hacer ciertas concesiones: por aquella época eran muy populares los cultos a Mithra y al Sol Invictus en el Imperio Romano (muy similares entre sí y que muchos confunden con un único culto); ellos festejaban su natalicio el 25 de diciembre, el nacimiento del sol en el solsticio de invierno, así que se vio con buenos ojos fusionar las creencias y adjudicar la misma fecha al nacimiento de Jesús. El cristianismo incluso adoptó muchas tradiciones paganas: las velas, el incienso, las ropas llamativas, la espectacularidad de los festejos, la incorporación de imágenes de culto. Se puede decir que a partir del Concilio de Nicea nació y se formó la iglesia que hoy conocemos. Allí se sepultó por completo al supuesto Jesús humano y se tejió una pantalla que aún hoy oculta la verdadera historia. Se juntaron y analizaron los textos que hablaban de la vida de Jesús y se le dio al Nuevo Testamento la forma que hoy le conocemos. Muchos textos fueron reescritos y otros clasificados conforme a la nueva mentalidad que se le pretendía dar al cristianismo, apartándolo del judaísmo y confluyendo en lo que hoy es el catolicismo apostólico romano. Muchos escritos fueron censurados por poco convenientes: mostraban a Jesús demasiado “humano”, cerca de la carne, lejos del dios que pretendían “crear”. Aquellos textos fueron llamados “apócrifos”, y quedaron afuera del Nuevo Testamento. De esa manera, un grupo de hombres le dio forma al libro que hoy millones consideran sagrado.

Hasta el Concilio de Nicea el cristianismo estaba dividido en innumerables corrientes, pero podían diferenciarse dos ramas principales: el judeo-cristianismo y el paulismo-pro romano. En el concilio se adoptó el universalismo de Pablo de Tarso (Saulo, o San Pablo) y se censuraron las demás corrientes, que a partir de aquél momento pasaron a llamarse herejías. Eso fue consecuencia de la conveniencia más que de la convicción o la fe religiosa: el cristianismo debía decidir entre enfrentarse al poder del Imperio Romano o acomodarse con él. La sumisión a Constantino ya estaba decidida de antemano, pues le otorgaba al cristianismo beneficios que no había tenido hasta el momento. Fue una especie de negociación en la que ambas partes se vieron beneficiadas. El Imperio buscaba terminar con el problema que le ocasionaba la rebeldía del cristianismo creciente. Y el cristianismo se romanizó.

Si hasta la divinidad de Jesús se decidió por votación de los obispos presentes: 218 a favor, 2 en contra.

A partir de Nicea se consideró herética toda idea que se apartara de los lineamientos del Concilio. Es más, la mayoría de los mártires primitivos del cristianismo hubieran sido considerados herejes por la iglesia católica romana. Por lo general, las ramas heréticas del cristianismo tenían fuerte influencia judaica, eran nacionalistas y antirromanas. La ortodoxia católica no podía tolerar esas conductas pues podían poner al Estado Romano en su contra. Además, la mayoría de ellas no aceptaba la divinidad de Jesús, seguían sus ideas pero lo consideraban un hombre, su líder político.

En definitiva, la herejía era pensar distinto de los que supieron ganarse la simpatía del Imperio.

Y a partir de allí, esa fue la doctrina de la Iglesia Católica: de perseguidos pasaron a ser perseguidores. Todo aquél que pensara en forma distinta debía ser eliminado. Consecuencia de aquella forma de pensamiento fueron las Cruzadas, la Inquisición, las conquistas de nuevas tierras y las matanzas de seres humanos “en nombre del Señor”. Millones y millones de vidas cegadas por el fanatismo religioso, por la soberbia y el salvajismo. Ninguna institución humana ha sido responsable de más muertes y torturas que la Iglesia Católica y el cristianismo en toda la historia de la humanidad.

La Iglesia cristiana ha tergiversado los hechos históricos, los ha falseado, ha mentido para obtener poder, ha destruido documentos históricos valiosísimos para ocultar la verdadera historia, y sobre ello ha edificado sus cimientos.

 

 

Gustavo Robles