PERONISMO, MITO Y REALIDAD



Que el peronismo es parte insoslayable de la cultura popular argentina, es algo que no se puede negar.

Que un sector importantísimo de la clase trabajadora adhiere a él más como semántica que como idea, más como religión que como razón, tampoco.

Que, como tal, es parte del poder, lo discute, dentro del sistema capitalista, es una verdad incontrastable.

Que otorgó derechos a los asalariados como ningún otro movimiento o partido político que haya gobernado en este suelo, nadie en su sano juicio puede negarlo

Que los licuó y los destruyó como las peores corrientes antiobreras, tampoco.

Que como movimiento contuvo en su interior corrientes a la derecha y a la izquierda, es tan cierto como que eso produjo violentos enfrentamientos entre esos sectores por la hegemonía, contradicción que fue resuelta en los 70 y 80 a favor de los sectores derechistas en detrimento de aquellos que pensaban que a través del peronismo podía instaurarse “La Patria Socialista”. Estos últimos son compañerxs a los que hay que reconocer y rendir honor a su lucha y su memoria por el resto de los tiempos.

Más allá de las pasiones y fanatismos, a favor y en contra, la realidad está ahí, incontrastable.

El peronismo es un movimiento que fue definido por su creador en el famoso discurso en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires en 1944.
Allí el coronel Perón le dijo a los oligarcas y burgueses que lo escuchaban: “Yo soy uno de ustedes, soy su mejor amigo. La mejor forma de controlar al obrero es sobarle el lomo. Cedan algo para no perderlo todo”.

Aquel discurso es la “declaración de principios” del peronismo, una línea de conciliación de clases que no toca un ápice del poder económico y los privilegios de los poderosos, y le impide la toma del poder como clase a los y las trabajadorxs. Mantiene a los pobres en su pobreza otorgándoles aires de “dignidad” a su condición, y fundamentalmente mantiene a los ricos en su riqueza, llenándole los bolsillos como pocos.

Ese discurso es el programa político del peronismo y es el que aún hoy condiciona la realidad del país.

¿Por qué las clases dominantes aborrecen al peronismo? Pues porque intenta convencerlos de ceder algo de lo que tienen (ceder migajas), para distribuirlo entre los explotados, que nunca dejan de serlo.
Es tan cierta la aprensión que los explotadores sienten por el peronismo, como que recurren a él cuando su sistema, el que le guarda sus privilegios, corre riesgo ante el malhumor de las mayorías explotadas y marginadas.

Las subjetividades giran alrededor de los hechos, y es allí donde terminan las palabras.

Para describir al peronismo, entonces, vale recorrer algunos de sus hechos más trascendentes y hacer una síntesis de sus contradicciones. Porque es esa síntesis la que en definitiva deja en claro para qué lado pateó y patea el movimiento político más grande de nuestra historia.

Es cierto que el peronismo concretó derechos de los que como norma carecían lxs asalariados hasta su irrupción. Aguinaldo, vacaciones, descanso dominical, sindicatos fuertes, Junta Nacional de Granos, FFCC, Flota Naval de Comercio, Empresas de Servico nacionales, fueron decisiones y consecuencias de la política peronista. Tan cierto que la destrucción de esos beneficios y herramientas se estructuró cruelmente en la década del 90, bajo el gobierno peronista de Carlos Saúl Menem, hoy venerado por la dirigencia del PJ. Seguramente esa lacra antiobrera morirá impune de sus crímenes contra el pueblo, que incluye, además de la destrucción y extranjerización del aparato productivo con la represión consecuente a la oposición obrera, la voladura de toda una ciudad para ocultar pruebas del contrabando de armas que pergeñó (Río Tercero).

El modelo gremial peronista, de sindicatos fuertes, también propició la formación de burocracias traidoras a su clase que se enriquecieron y eternizaron en el ejercicio de sus mandatos, propiciando las patotas que impedirían la conformación de cualquier oposición a través de la violencia.

El peronismo es el abrazo de Menem al Almirante Rojas, la lacra que lideró el bombardeo a la Plaza de Mayo en el 55, matando cientos de militantes peronistas.

El peronismo es Alejandro Olmos, que denunció la Deuda Externa como fraudulenta, pero es Menem que la multiplicó y es el kirchnerismo que barrió bajo la alfombra el fallo del juez Ballesteros en el 2000 sobre la Causa Olmos, que declaraba ilegal, ilegítima y fraudulenta esa Deuda: los Kirchner, en lugar de repudiarla con el respaldo del fallo de la Justicia Argentina, se regodearon del mote “pagadores seriales” que les cupo y les cabe por hacerle pagar al Pueblo lo que las clases dominantes fugaron y saquearon del país.

El peronismo es el Genocidio Pilagá

Es la represión al Malón Kolla (“Malón de la Paz”)

Es la Sección Especial

Es la traición y encarcelamiento a Cipriano Reyes (hablando de lealtad…)

Es la concepción de “del trabajo a casa y de casa al trabajo”

Es el intento de entrega de YPF a la Standar Oil de Rockefeller

Es el ninguneo a John Willam Cooke

Es Vandor

Es Rucci

Es Casildo Herrera

Es Lorenzo Miguel

Es la burocracia sindical traidora

Es la patota sindical

Es los Gordos de la CGT

Es López Rega

Es Osinde

Es Villar, Almirón, Rovira

Es La Triple A

Es la expulsión de la Plaza de Mayo a los Montoneros y la JP

Es el “Rodrigazo”, el fin de la “patria productiva” y el nacimiento de la “patria financiera”

Es el Decreto de Aniquilación a la Subversión firmada por Isabel Perón, Ítalo Argentino Luder y todo el tercer gobierno peronista, que le abrió la puerta a la Dictadura Genocida

Es Menem

Es “Cirugía mayor sin anestesia”

Es la entrega de las empresas y recursos naturales estratégicos al capital extranjero

Es la represión a los trabajadores que se oponían a ello en todo el país

Es las “relaciones carnales” con el imperio

Es la voladura de Río Tercero

Es “pizza con champán”

Es la convalidación de la dependencia basada en el endeudamiento y el financiamiento externos

Es el pago de una deuda ilegal, ilegítma y fraudulenta

Es el asesinato a Víctor Choque, Teresa Rodríguez, Kosteki y Santillán, Carlos Fuentealba, Mariano Ferreyra y tantxs otrxs trabajadorxs que no resignaban a la miseria a la que lxs condenaban.

Es tocar la campanita en Wall Street

Es la ridiculez de declamar un “capitalismo serio” o “un capitalismo en el que todos ganen”

Es asumir la deuda que fugaron los poderosos a sus cuentas offshore para que la pague el Pueblo, otra vez

Es hoy el temor de expropiar a corruptos como Vicentín; a ponerle un impuesto permanente a la riqueza; es pagarle a los Buitres saqueadores; es temblar ante la sedición uniformada y es dureza con los pobres de toda pobreza que toman tierras baldías porque no tienen un techo; es mantener las tarifas demenciales del macrismo; es mirar para otro lado ante los millones de despidos; es convalidar suspensiones y rebajas de salarios.

El peronismo surgido de las masacres de la Triple A y la Dictadura es este engendro extraño al que le han limado todo vestigio contestatario, dócil ante el derrumbe social y económico, dócil también ante los poderosos y duro ante los más desposeídos de nuestro suelo. Esa es la palabra que le cabe: dócil, domesticado, ante el sistema de explotación capitalista. Tanto, que de aquellas puebladas impactantes que supo protagonizar, ahora se pasea en caravana automovilística para conmemorar su fecha más preciada. Tanto, que le ha dejado las calles a la derecha más retrógrada, a la que cada vez se le parece más.

Sin dudas, hay que diferenciar entre la dirigencia y el pueblo peronista, ese integrado por millones de laburantes que aspiran a una vida digna mantenida por un trabajo digno.

Es esa misma masa que deberá despertar y abrir los ojos un día, si es que quiere concretar los sueños que el propio peronismo le impide concretar.

Gustavo Robles
17-10-20