Refundación Comunista, la mentira, el delirio

y el canibalismo político al extremo

 

En primer lugar, se impone hacer una advertencia a quienes aborden la lectura de esta nota: quienes integramos el Partido Comunista de los Trabajadores hemos encarado una línea política que no se priva de la crítica hacia otras organizaciones hermanas, pero siempre, siempre, realizada desde un espíritu esencialmente fraterno. Creemos que el debate es un instrumento imprescindible para el desarrollo y la superación del movimiento revolucionario, pero el mismo valor le damos al sostenimiento de las relaciones respetuosas y fraternales entre los que declamamos luchar por el cambio social de raíz.

Sin embargo, esa correcta política tiene un límite, y es el impuesto por las actitudes y modalidades de los diferentes actores con los que interactuamos. Es decir: es difícil ser fraternos y respetuosos con quienes no respetan a quienes no piensan como ellos, con quienes apelan a las mismas bajezas del sistema que dicen combatir, con quienes mancillan la ética revolucionaria.

En esa situación estamos con la dirigencia de Refundación Comunista, y por eso el tono de esta nota no tendrá nada de fraterno.

Si bien muchos nos conocíamos o teníamos referencias desde antes, luego de la publicación de la “Carta abierta a los comunistas” y de la conformación del PCT, establecimos contactos “formales”, de fuerza a fuerza, con RC, como lo hemos hecho con muchas otras. Las primeras reuniones se hicieron en Avellaneda, con los regionales del sur de cada una, y se estableció una política conjunta de actividades, charlas y talleres, en un clima de gran camaradería. Tanto fue así que desde allí se disparó la idea de explorar la posibilidad de, en un futuro no muy lejano, unir las dos organizaciones en una sola. Por supuesto que para que se concretara semejante posibilidad debían darse las condiciones necesarias y suficientes, ideológicas y de línea, para lo cual debía encararse un proceso de debate que fuese mucho más allá de la “unidad de acción”.

Encaramos el proceso con gran alegría y entusiasmo, y de hecho se logró de inmediato en Capital un acercamiento mucho más estrecho que en el regional sur: las direcciones zonales comenzaron a reunirse para coordinar en una misma mesa. Sin embargo, al poco tiempo, algunos compañeros de Refundación Comunista pidieron una reunión con algunos miembros de la Mesa Constitutiva del PCT donde nos dejaron con la boca abierta: nos advertían que tuviéramos mucho cuidado sobre las intenciones de un sector de su propia dirigencia en el proceso encarado, dándonos a entender que podían intentar sacar algún tipo de rédito para su organización a costa de la nuestra. Eso fue un factor determinante en el ulterior desarrollo de nuestras relaciones. Por supuesto los que intervinimos en esa reunión informamos inmediatamente a los demás miembros de la Mesa Constitutiva de nuestro partido. Y se decidió seguir adelante con el proceso, pero con mucho más cuidado que antes. Era evidente que había problemas en Refundación y no podíamos meternos en ellos, pero tampoco íbamos a desestimar semejante advertencia que provenía de las propias filas de la organización con la que nos estábamos relacionando. De todos modos, nuestra intención era sondear las posibilidades de unificación, y, si eso no era posible, seguir manteniendo relaciones cordiales y fraternas de fuerza a fuerza.

Lo que siguió es por muchos conocido: de nuestra mesa de dirección, tres integrantes tomaron posición por los lineamientos políticos de Refundación, e intentaron forzar la unificación sin ningún tipo de debate, lo que fue absolutamente desaprobado por el resto de la dirección. Uno de esos tres “compañeros” fue expulsado de nuestro partido por graves faltas a la ética revolucionaria, medida que irónicamente fue propuesta por los otros dos “pro RC”, lo que los dejaba aún más en minoría. Sin embargo, en una actitud totalmente descalificadora, los ahora fraccionistas siguieron adelante con “su” política, de espaldas al mandato del colectivo partidario. Los compañeros fueron llamados a la reflexión en innumerables oportunidades, pero como persistieron en su actitud fueron separados de la Mesa Constitutiva y de cualquier tipo de representación del PCT, lo cual fue notificado oportunamente a la dirección de Refundación Comunista.

Es a partir de ese momento en que, objetivamente, RC deja de ser un “convidado de piedra” en una interna del PCT, para pasar a ser un activo factor de división. La dirección de RC dejó de tener cualquier tipo de contacto con la dirección del PCT, y eligió seguir en tratativas con los rupturistas. La actitud ya era reprochable, pero la agravaron aún más cuando, en todo caso, en vez de incorporar a los ex-PCT en su organización –cosa que de hecho es así- los asumieron como “el PCT” y firmaron la “unificación” con ellos, de espaldas al verdadero y único Partido Comunista de los Trabajadores.

Una clara actitud de canibalismo, de los vicios la vieja izquierda que tanto critican, pero llevada aún más lejos.

Y no se quedaron allí: Refundación Comunista (o mejor dicho, parte de su dirección, porque no se debe involucrar en semejante ruindad a los compañeros que militan de manera honesta en esa organización) tuvo el tupé de decidir que un minúsculo puñadito de rupturistas que no llegan a quince personas, concentrados en Malvinas Argentinas y Capital, la mayoría engañados por la prédica mentirosa de los separados de nuestra Mesa Constitutiva, eran el PCT, ninguneando a la absoluta mayoría de los verdaderos militantes del Partido Comunista de los Trabajadores. Llegando al extremo de sacar una prensa que utiliza nuestra simbología y nuestro nombre, “Perspectiva de Clase”, sumado al suyo propio, “Orientación”.

¡Estos son los “compañeros” que hablan de ética!

La realidad es que todo esto está siendo llevado a cabo por una sola organización: Refundación Comunista, que evidentemente quiere utilizar el prestigio del PCT en su provecho.

No voy a detenerme en las diferencias políticas que, hoy más claro que nunca, demuestran que jamás podríamos fusionar nuestras fuerzas. Podría mencionar que el hecho de tener abismales diferencias en cuanto a nuestro posicionamiento respecto de las elecciones burguesas es lo de menos, porque además respetamos el derecho de cada organización a tener y ejercer su propia línea. El problema es otro, y verdaderamente grave: el de dejar de lado esa ética que sólo declaman para ganarse un puñadito de militantes, el de considerar revolucionario sólo al que piensa como ellos, el de apelar a las peores bajezas propias de los peores vicios de la burguesía para lograr sus objetivos ¡en desmedro no de los patrones, sino de compañeros del movimiento revolucionario!

Los que soñamos con un mundo justo, sin hambre ni miseria, libre de las lacras de la explotación del hombre por el hombre, tenemos que tener en claro que debe haber una relación dialéctica entre los objetivos y los medios para lograrlo. Sin ética revolucionaria no podrá haber revolución.

La dirección de Refundación Comunista demostró que es capaz de recurrir a cualquier canallada para “engrosar” sus filas. La mentira, la intriga, el canibalismo y el engaño han sido sus métodos en su relación con el PCT. Un objetivo mezquino, ruin, con el que sólo ha logrado llevarse a los que piensan como ella, lo cual la condena al aislamiento propio de los que se creen los iluminados dueños de la verdad.

Sólo hace falta que se expongan.

Como lo han hecho en su “nueva” prensa, a la que le han agregado un nombre robado a la nuestra (donde hablan de “leninismo” y lo niegan en sus actos, donde alaban a Santucho y toman de él lo que les conviene, no la integridad de su pensamiento). En el texto de la tapa, en una de sus frases se puede leer: “El enemigo, la burguesía y el imperialismo, también nos observan preocupados”

¡Madre santa, qué delirio megalómano!

 

Ni la clase trabajadora, ni las masas los conocen.

Y la burguesía y el imperialismo pueden estar muy tranquilos con “enemigos” como estos.

 

Gustavo Robles

 

 

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