El sabihondo sambenito de Saramago
 
Sancionando zaherida y “sabiamente” el premio Nóbel de literatura de 1998 José Saramago, ha señalado señorialmente de que: “En Colombia no hay guerrilla, son bandas armadas simplemente”.
 
No se que raras y reaccionarias razones pueden haber conducido conservadoramente al lúcido literato lusitano de Saramago para que satanice santurrona y saboteadoramente a la guerrilla colombiana, calificándolas calumniosa y caligráficamente de ser simplemente bandas armadas.
 
Nadie neófitamente va a negar de que el Nóbel conseguido por José Saramago es un reivindicado reconocimiento a sus luces literarias, pero que enigmáticamente especule, y “aficionadamente” acuse además a la guerrilla colombiana con la generalizada jerga de la cruzada criminalizadora de la “Guerra contra el terrorismo” de ser bandas armadas; es cuado menos una descomedida y despectiva descripción.
 
Es como querer meter a mansalva las manos, en asuntos que descomunalmente uno desconoce, o es como borrar con el codo lo que han escrito magistralmente las manos de este erudito, pero embustero y entrometido escritor, que calumniosa y comparadamente califica a las guerrillas con bandas armadas.
 
Y es que además de demostrar descabelladamente un displicente desconocimiento de lo que es la realidad colombiana y de las consiguientes causas para la enardecida y emancipadora emergencia de la guerrilla, la reprende ranciamente, al calificarlas como bandas armadas. Pero además falazmente favorece a la a la impostura imperial de la Guerra contra el Terrorismo, que unipolar y universalizadamente humilla a los pueblos del mundo y como lo quiere hacer hoy con el asesino acometimiento del Plan Colombia.
 
Por eso mismo es que la sorprendente soberbia con la que Saramago sermonea, es la recurrente y rara recriminación que su pletórica pluma y cuando sus dúctiles dedos describen, diciendo de que: “Hoy  no veo nada mas estúpido que la izquierda”.
 
Y es que si bien se puede evidentemente entender el enojo del escritor contra instrumentalizada imposturas con la que las quintacolumnista izquierdas impostaron al Poder del Capital; no es menos cierto que simultánea y sinuosamente sirve para intentar inviabilizar el insubordinado ímpetu del de los pueblos, para rebelarse revolucionaria y radicalmente, como lo hacen las FARC y toda las contestarias corrientes contrahegémonicas, en todo el planeta contra el Nuevo Orden Imperial.
 
Y es que cuando Saramago censura a las izquierdas, es hipocondríacamente idéntico a los hipócrita y sinuosos síntomas, que les critica, a los impostores “izquierdistas” ya que con su cómoda compostura de novelista similarmente sirve para que el status quo someta sempiternamente a las sociedades.
 
Porque en todo caso el Ché, quien en la carta de despedida de Fidel y de Cuba, decía: “llevaré presente hasta el último instante de mi existencia, la heroica enseñanza de, luchar contra el imperialismo, donde quiera que esté” sería según su desconcertante descripción, también un vulgar bandido?.
 
Y es que la fetiche filiación por el “voto en blanco” es la narcisista neutralidad del novelista, que no asume compromiso por nada, pero si rinde ritualmente una platónica pleitesía hacia las plutocracias. Ya que al desconocer, despreciada y deliberadamente la realidad colombiana, que hoy por hoy ha sido estremecida por el escándalo entre el gobierno y grupos paramilitares, Saramago se subordina y se compromete cómplicemente con el conciliábulo conspirador de: el gobierno de Uribe, los paramilitares y el genocida gobierno norteamericano, que amalgamados son la absolutista amenaza que se ciernen psicópata y siniestramente, no sólo sobre soberanía y la sociedad Colombiana; sino sobre las de toda la rebelde región que limitan las levantiscas latitudes de Latinoamérica, al infame e inconfesablemente implementarse el Plan Colombia.
 
Es por ello que se hace todavía menos comprensible esta compostura acartonadamente académica con la que acusa y sentencia Saramago a las bandas armadas, porque no dice nada, absolutamente nada sobre las iniquidades del imperio, o del proteccionismo del gobierno de Uribe a los paramilitares en Colombia, sobre eso Saramago guarda un sesudo, sepulcral y socapador silencio.

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