SOY COMUNISTA

 

Sí, soy comunista

A pesar de la propaganda en contra de las clases dominantes y sus lacayos, de la imagen demoníaca que nos endilgan los que siembran hambre y guerras en el mundo.

Soy comunista

Lo soy y los burgueses blasfeman sobre mí y mis camaradas y mis banderas y mis símbolos y mis luchas. Claro, cómo iba a ser de otra manera, si soy el enemigo que lo combate no para intentar la imposible tarea de humanizarlo, sino para destruir las bases del mundo oprobioso que han modelado.

En este mundo rendido a los pies del capitalismo, donde hasta algunos que dicen ser mis camaradas aplican su modo de producción o se acomodan en sus instituciones…

Soy comunista

Soy comunista porque en este planeta de espanto que han sabido construir las clases dominantes, siempre las minorías poderosas sometieron a las mayorías que laboriosas, para vivir en la opulencia a costa del sacrificio ajeno.

Se dice que en toda la Historia Humana han vivido alrededor de 110.000 millones de seres humanos: de ellos, 109.000 millones fueron explotados, esclavizados, siervos, asalariados, sometidos, torturados, vejados, asesinados, empobrecidos, hambreados, usados como carne de cañón, por sus amos – señores – patrones.

La historia de la Humanidad es la historia de su lucha contra sus opresores, la minoría que resta. Hay que dar vuelta la tortilla.

Soy comunista porque el capitalismo ha profundizado y sofisticado el sometimiento de los que sólo pueden vender su fuerza de trabajo, concentrando la riqueza de manera tan aberrante que hoy en el mundo 10 familias reúnen la riqueza de la mitad de la población mundial, es decir, de 4.000 millones de personas.

¿Cómo ser indiferente ante semejante locura? ¿cómo no enfrentarla?

Soy comunista

¿cómo no serlo con un corazón sensible, con un corazón humano?

Soy comunista porque sueño con un mundo justo, igualitario, armonioso, donde no existan los privilegios ni la explotación del ser humano ni la pobreza ni el hambre.

Soy comunista porque creo que el mundo no le pertenece a nadie y nos pertenece a todos y todas y nosotros a él; y que sus riquezas deben ser repartidas por igual a cada uno y una en esta Tierra.

Que la tierra debe ser de quien la trabaja, de quien maneja el arado, de quien arría el ganado, del que siembra, del que cosecha, del que se rompe la espalda para lograr el fruto de su suelo. Y que si el suelo lo fecundan por millones, por millones debe ser comunitario entonces.

Que la herramienta debe ser de quien la blande y la utilice, que el producto de su esfuerzo debe ser suyo sin que ningún otro se lo apropie. Y que si esa producción es colectiva, colectivo debe ser el reparto sin tapujos.

Soy comunista porque sueño, anhelo en mi planeta una sociedad donde nadie reprima a otro para quedarse con lo que no le pertenece. Donde no haya más jueces que la asamblea de cada barriada o comuna, ni policías ni ejércitos ni cárceles ni palacios de gobierno o Tribunales: sé que en una comunidad como la que ilusiono no harían falta.

Soy comunista porque la sociedad de mis anhelos produce lo que consume, no depreda los recursos del vientre de la tierra y los océanos. No arrasa los montes, no aniquila las selvas, no orada con veneno las montañas y subsuelos. No poluciona, no contamina, no destruye este que es el único mundo en el que podemos vivir y desarrollarnos, al menos que sepamos.

Soy comunista porque el futuro por el que lucho no tiene sometimientos de naciones ni de raza ni de género, porque allí y entonces la mujer es igual al hombre en sus derechos, el patriarcado no existe y en la comunidad todas las voces son iguales para decir y decidir.

Soy comunista porque me duele el dolor de tanta gente, de mi pueblo humilde, de cada trabajador y trabajadora, de cada explotado y explotada, de cada marginado y marginada, de cada olvidado y olvidada de éste o del otro lado del mundo: el dolor de ellos es el mío.

Soy comunista porque son heridas abiertas la desigualdad, la soberbia explotadora, la injusticia que aplasta y que oprime y que saquea y que empobrece y que hambrea a las mayorías populares.

Soy comunista porque lucho contra el que vive del sudor ajeno, contra el que se queda con la riqueza que producen las manos laboriosas que él explota.

Soy comunista porque cada uno y una que lucha por lo mismo es mi hermano y mi hermana y los llamo camaradas y me organizo con ellos para golpear a los explotadores con un solo puño.

Soy comunista porque en esa lucha me va la vida, porque no tiene sentido la existencia de rodillas, y la dignidad unívoca es siempre vivir y sobre todo morir de pie y con la frente alta.

Soy comunista porque asumo los riesgos de pelear por un mundo justo y cada trabajador explotado es una estaca en mi pecho, y cada camarada encarcelado o muerto o mutilado es parte de mi cuerpo que se pierde en cada herida.

Soy comunista porque a pesar de lo que digan y quieran instalar como verdad los que siempre mienten, soy lo más humano entre lo humano, porque no me conforma mi bienestar: soy capaz de dar mi vida para que otros vivan mejor. No hay acto de amor más grande en este entuerto.

Soy comunista porque amo a la Humanidad y odio a los que la mancillan.

Soy comunista porque abogo por la propiedad comunal y aborrezco la propiedad privada, el origen de todos los males de este mundo.

Soy comunista porque quiero la paz pero sé que tengo que luchar por ella, aunque tenga que armarme hasta los dientes para destruir su máquina de guerra, porque no hay paz cuando un ser humano es explotado y obligado a humillarse para poder llevar el pan a su mesa. Esa es la paz de los que gozan de la vida apoyados en el sudor de millones, y nos llaman violentos cuando nos alzamos para detener la verdadera violencia que es la suya.

Soy comunista y me diferencio de las ratas que odian a los humildes, a los marginados, a los de piel y credos y latitudes diferentes, a los que alzan la voz, a los que cortan las calles porque tienen hambre, porque piden pan y techo y trabajo y respeto y dignidad. Su lucha es la mía. Sus heridas también.

Soy comunista porque escupo en la cara de los que se creen y se dicen superiores, de los que miden a las personas por lo que tienen y no por lo que son –cuando son ellos los que impiden que tengan algo-; de los patrones que se quedan con la plusvalía; de los banqueros que viven de la usura; de los que legalizan el robo a los humildes; de los que ocultan el sufrimiento de millones detrás de frías estadísticas; de los que utilizan el Estado para enriquecerse, de los que sobornan para engrosar sus fortunas a costa de empobrecer a los demás, de los que saquean a los pueblos con sus corporaciones, de los que hacen la guerra para esquilmar a las naciones.

Soy comunista porque me indignan la injusticia y la desigualdad y porque es evidente para cualquiera con un mínimo de sensibilidad que este mundo hay que darlo vuelta como a una media, que hay que dar vuelta la tortilla de una vez aunque nos quieran hacer creer que es cosa vieja y del pasado, para que de una vez por todas sean las mayorías las que decidan sus destinos y repartan con equidad la riqueza de esta Tierra que es de todos.

Soy comunista porque mi Patria es el mundo, pero amo a mi querencia y la quiero liberada.

Soy comunista porque soy humano y estoy convencido de luchar por ese sueño, hasta que mi corazón diga basta y en ese último latido, le deje la posta a las generaciones que vendrán.

Ese día, en el póstumo suspiro, serán mis palabras las de Marx y el Manifiesto:

“Proletarios del mundo uníos”. No tenemos que perder más que nuestras cadenas.

 

Socialismo o Barbarie

 

Gustavo Robles