Entrevista con Thiago de Mello
Este lugar que amamos tanto, que es la morada del hombre, que se llama Tierra, está ética y materialmente cada día más sucio
Jorge Timossi • La Habana
 
 
Jorge Timossi: Querido amigo Thiago, acaba usted de participar en un Coloquio fundamental que abordó la relación entre la Cultura y la Amazonia, que tuvo lugar en Casa de las Américas. Inauguró ese evento, con un texto que se llama Amazonas, patria del agua. En primer lugar me interesaría saber, ya que está en estos temas, cómo ve el mundo ambiental en el día de hoy, qué está pasando en nuestro mundo, en esa casa llamada Tierra.

 
Thiago de Mello: Yo consagro mi vida a tres causas: la primera, la preservación de la selva amazónica, tan peligrosamente amenazada por la codicia del imperio norteamericano, pero también por algunos países europeos. La segunda causa es la integración cultural de nuestra América, sin la cual, a mi juicio, jamás habrá una verdadera integración económica. Son dos causas utópicas, pero hace tiempo, querido compañero, hice una elección y creo que cada persona en el mundo feroz de hoy día, con todo lo que piensa, lo que siente, sus actitudes, su comportamiento, está haciendo una elección entre el apocalipsis o la utopía. Hace tiempo opté por la utopía, tú me conoces. Entonces, la tercera causa, a la cual me consagro y trato de hacer mi parte, es que creo posible, sí, la construcción de una sociedad humana solidaria. Y debo decir que donde encuentro más fuerza para creer en eso, es en el ejemplo luminoso de la Revolución Cubana. Cada vez que vengo a Cuba, no sé cuántas veces, unas 20 veces, salgo más fortalecido para seguir haciendo mi parte.

 
Pero voy a la primera pregunta tuya.

 
Este lugar que amamos tanto, que es la morada del hombre, que se llama Tierra, este lugar está sucio, está cada vez más manchado. Está ética y materialmente cada día más sucio. Los países ricos tratan concientemente de crecer en la polución de la Tierra. La cantidad de gases maléficos, sobre todo el dióxido de carbono de las chimeneas de las industrias, de los caños de las cajas de los autos, de gases, todos ellos peligrosos, causaron el llamado efecto estufa, el aumento de la temperatura de la atmósfera, las lluvias ácidas y sobre todo hirieron una obra generosa de la naturaleza, que envolvió nuestro planeta Tierra en una capa, la capa de ozono, para protegerla, para que no entren aquí los gases muy peligrosos del sol. Sí, estos rayos, que hacen daño no a la piel solamente, no solo provocan cáncer de piel, no, hacen daños íntimos, crean cáncer en el hombre, matan a las mariposas, a los cocodrilos... y amenazan cada vez más con la destrucción, la devastación del más grande y más bello pedazo verde del planeta, que es la selva amazónica, que cubre parcialmente a ocho países de nuestra América y particularmente a Brasil, porque la selva amazónica cubre casi la mitad del territorio brasilero.

 
J.T.: Pero hay países como EE.UU. que se negaron a firmar el acuerdo de Kyoto, por ejemplo, y yo me pregunto, aparte de las ruinas que han causado en Irak con los bombardeos, en esa cultura milenaria, donde nacieron las primeras leyes de nuestra humanidad, ¿qué quedará del medio ambiente, por ejemplo, en el Medio Oriente?

 
T. de M.: El medio ambiente se quedará irrespirable. Si este hombre enfermo, que nos amenaza con su reelección en la presidencia del imperio norteamericano, es un enfermo, odia la vida, odia al ser humano..., él avanzará —ojalá que yo esté profundamente equivocado—, él avanzará sobre el mundo árabe, él irá por su primer objetivo y yo tengo el valor humilde, pero poderoso, de decir que me acuerdo de que Cuba, en su primera declaración, estaba incluida.

 
Pero yo quiero hablarte de la Amazonia... Como miembro del Comité por el centenario de Neruda, participé en varias celebraciones en diversos países de Europa y Latinoamérica: Perú, Ecuador, Colombia y en el mismo Chile. Pero fui el orador de la Semana Nerudiana en el Memorial de América Latina, en Sao Paulo, que tú conoces, esa magnífica obra de Niemeyer. Al terminar, muy fatigado, la T.V. O’Globo me viene a entrevistar, ya casi al comienzo de la madrugada, y le digo: “Ahora mismo, a las seis de la mañana, viajo a Cuba”. “Se va a Cuba?” “Sí, me voy a mi querida Cuba”. “¿Y qué va a hacer allá?” “Voy a un encuentro sobre las costumbres de la Amazonia, donde se tratará de defender la preservación de la selva amazónica”. “Pero Cuba no es un país amazónico...” “No es un país amazónico pero todo lo que hace lo hace para defender la vida de la humanidad. Eso hace la Revolución Cubana, trabaja siempre en defensa de la humanidad. No es solamente internacionalista, es un ejemplo luminoso para el mundo y se preocupa por la vida de cada ser humano en la Tierra”. Entonces les conté eso porque ningún país amazónico hizo lo que acaba de hacer Cuba, ese encuentro, trayendo científicos, pensadores, escritores, poetas, estudiosos y, sobre todo, gente que vive allá en la selva, incluso indígenas.

 
Bueno, ¿por qué preservar la selva amazónica, la selva peruana, la ecuatoriana, la colombiana, la boliviana, la venezolana y la brasileña? Primero, porque es el más precioso patrimonio que tiene nuestra América en este siglo que comienza. Es la más prodigiosa riqueza. ¿Cuál es la riqueza de nuestra selva? Bueno, yo creo que los treinta y tantos trillones de metros cúbicos de madera en pie es una gran riqueza, pero no la principal, ni tampoco la fauna inmensa. Solamente de peces tenemos más de 3 000 especies y cada día se descubre una nueva. Ahora mismo, en la pequeña ciudad donde he nacido y donde vivo repartiendo mi vida y mi esperanza con los caboclos —para los compañeros cubanos que no saben: caboclo es el hombre de la selva, mestizo de blanco con indio—, yo trato de repartir mi vida y mi esperanza con los caboclos, mis hermanos, desde que volví del exilio, hace 26 años. El exilio, que fue el precio que he pagado por mi amor a mi pueblo, el amor a la justicia y por mi indignación contra las tremendas desigualdades sociales.

 
Bueno, pero volvamos a las riquezas de la selva ¿no? No es tampoco ese río fantástico, la cuenca hidrográfica más extensa. Son millares, miles y miles de ríos, de brazos del río más extenso y caudaloso del planeta, el río Amazonas. Tampoco es su riqueza principal los minerales de su subsuelo, algunos de ellos explotados hace tiempo, antes de la Segunda Guerra Mundial, y después de la Segunda Guerra, por la codicia del imperio norteamericano. Quiero informar a mis hermanos cubanos que en el territorio amazónico brasileño llamado Amapá —es una provincia importante, el extremo norte de Brasil— hay una sierra, una sierra muy extensa donde están, perdón, estaban, los más ricos yacimientos de un mineral estratégico que es el manganeso. Bien, los norteamericanos se llevaron cantidades, toneladas y toneladas, miles de toneladas de ese mineral, porque no tienen ese mineral en su territorio y cavaron grandes silos y allí está el manganeso amazónico. Bajo la tierra de los indios yanomami, en la provincia de Joraima, provincia amazónica, hay yacimientos minerales impresionantes por su riqueza. Entonces, ¿cuál es la gran riqueza, la más poderosa, la prodigiosa? Se llama la biodiversidad de nuestra selva.

 
Te voy a decir una cosa: un gran científico, Alfredo Sioli, que trabaja en el INPA (Instituto Nacional de Investigaciones del Amazonas), afirma —y no es una metáfora poética—, que cuando un hombre pisa el suelo de la selva amazónica, está pisando, por lo menos, a mil seres vivos. La riqueza de los principios químicos de los vegetales de la selva, contienen las medicinas que pueden curar todos los males, todas las enfermedades, las más peligrosas, las ya consideradas incurables. Allí está el más rico parque genético del planeta, sin embargo, es poco conocido y estudiado aún.

 
Las riquezas medicinales, tantas de ellas comparables al noni cubano, fueron descubiertas por los indios. El guaraná, el más poderoso energético que se conoce, fue descubierto por los indios. El jurare fue descubierto por los indios. A propósito, es inevitable hablar del imperio, la Academia de Ciencias de Norteamérica acaba de patentar los principios químicos maravillosos, con los cuales yo tengo gran intimidad, que son: la savia de la copaíba, un árbol bellísimo que tú perforas y sale una savia dorada que es un cicatrizante maravilloso, no solamente de heridas externas, también de úlceras internas. Además de la copaíba, el anjiropa, que es un antinflamatorio más poderoso que la cortisona, eso lo saben los científicos del mundo. Y el jaborandi, que es un arbusto chico y cuyas hojas, sin embargo, tienen un zumo, un jugo, aplastadas tienen un jugo que puede curar la catarata y la glaucoma y será comercializado muy pronto como una marca de la industria farmacéutica Merk, que era alemana y hoy día es transnacional.

 
Muy bien, esos tres productos químicos acaban de ser patentados por el imperio norteamericano, con el argumento de que los científicos que más los estudiaron eran norteamericanos, allá en el Amazonas. No, fueron descubiertos por los indios, antes que llegaran los blancos, cuando los indios eran felices, cuando los indios podían vivir en paz, radiosamente. Y ya sabían de los poderes de esos vegetales.

 
Yo tomo, mis queridos compañeros cubanos, yo tomo la “uña de gato”. Ese mago de los huesos, cubano, que se llama Alfredo Ceballo, ya dijo hace tres años aquí, que yo padezco de la enfermedad de Pallé, en las vértebras lumbares.

 
J.T.: ¿Y qué es la “uña de gato”?

 
T. de M.: La “uña de gato” es una liana, gruesa, así, y uno corta, sale un líquido perfumado, pero con la cáscara de esa liana se hace un té... Bueno, ahora va a parecer que soy como un pescador mentiroso, que cuenta que ha pescado un inmenso no sé qué. Voy a decir que la ciencia acaba de comprobar que la “uña de gato” tiene el poder de impedir el desarrollo de las células cancerosas, si el cáncer se ha reconocido muy precozmente. Bien, por esa “uña de gato”, de unos diez meses para acá que yo empecé a tomarla, me han dejado en paz muchos de mis amigos dolores que no me abandonan nunca. Son mis amigos constantes, yo no digo que los quiero, pero convivo bien con ellos y gracias a la “uña de gato” son soportables y cada día disminuyen más.

 
Voy a concluir, para dejar de sufrir, diciendo dos cosas más sobre la selva amazónica. No es solamente EE.UU., ese imperio tremendamente feroz, también los países europeos. Con tristeza digo que Francia, en Estocolmo, el presidente Mitterrand, ha pedido abiertamente, con el apoyo de EE.UU., desde luego, que Brasil cediera parte de su soberanía sobre la selva, para ser estudiada y gobernada por un organismo internacional, con EE.UU. a la cabeza, desde luego. Ahora, otra cosa que debo decir para no cometer una gran injusticia, es que hay grandes animales amenazados de extinción por la codicia extranjera, incluso pájaros: el famoso ugalipto de la Sierra, del alto río Negro, el manatí, que es el pariente genéticamente más próximo del elefante. ¡Cómo he aprendido cosas con los científicos!, pero sobre todo he aprendido con los caboclos. Hay varios animales amenazados de extinción, sin embargo, el animal más ilustre de la selva, más ilustre y más bello, porque es capaz de amar, que se llama el hombre, el ser humano, está muy desamparado, abandonado y olvidado de forma incomprensible, por los que gobiernan mi patria.

 
J.T.: Thiago, en la apertura del Coloquio de Casa de las Américas, usted criticó mucho la frase de que la Amazonia es el pulmón del mundo. Todo el mundo dice eso... y usted lo criticó...

 
T. de M.: Eso es un bellísimo equívoco. Ojalá fuera. No, es verdad que la selva produce oxígeno durante el día —por el fenómeno de la fotosíntesis—, eso sí que es una linda metáfora, real, ella produce oxígeno, pero cuando llega la noche reabsorbe ese oxígeno, porque lo necesita para vivir. El oxígeno mal alcanza para nosotros, los que vivimos en la selva y de la selva. La selva, así como el agua nos da el pescado gratuitamente, ese río generoso, la selva nos da la fruta, nos da la medicina y nos da el aire, pero el oxígeno no alcanza ni para el resto de Brasil, no ya del mundo, no es ni siquiera el pulmón de Brasil. El gran beneficio, el gran bien que hace la selva es absorber el dióxido de carbono, el CO2 venenoso, emitido por los gases de las industrias, que causan el efecto estufa, como hablé antes. Ella lo absorbe y por eso el interior, la osatura del árbol, es tan dura, es puro carbono. Entonces debemos aceptar la realidad. Ojalá fuera el pulmón del mundo, pero eso no quita la generosidad de la selva, porque es buena, cálida, regala muchos bienes a la vida del hombre, pero no es el pulmón del mundo.

 
J.T.: Pese a todos los males, digamos, que denunció en la apertura del encuentro, realmente termina, porque como usted es un utópico, termina con mucha fe, mucha esperanza. Usted dijo allí que finalmente cree en la inteligencia del hombre. ¿Será posible?

 
T. de M.: Sí. Repito que el ejemplo más luminoso que conozco y que me llena de esperanza y de fe en la inteligencia del hombre y en el corazón del hombre, es Cuba, es la Revolución Cubana, de la cual se conoce tan poco y se habla tan injustamente, tan mal, incluyendo esta América que no la conoce, con un trabajo muy bien organizado y bien realizado por los enemigos de Cuba, sobre todo por el imperio norteamericano. Cuando me hablan de Cuba allá, incluso en mi patria, les digo: silencio, porque estás hablando en un país donde hay más de 40 millones de hambrientos, donde la mortalidad infantil es muy alta. En Cuba no hay ningún niño que muera de hambre, allá no hay hambre. Basta ese argumento, el respeto del gobierno cubano por sus ciudadanos, por sus niños, sus seres humanos, en fin, es la más alta forma de amor, es el respeto. Como en una pareja humana que se ama, uno respeta al otro. Así el gobierno revolucionario respeta a su pueblo. Si son seres humanos iguales que los hijos de otro país, ¿cómo no voy a creer que es posible la construcción de una sociedad solidaria? Y doy el ejemplo, ¿sabe qué?, del hijo de la selva. El hombre de la selva sabe el nombre de la selva en sí, de la utilidad de cada árbol. ¿Y qué árbol es aquel?, le pregunto yo a Denisso, un caboclo chico que siempre me acompaña allá. Ah, aquel árbol es tal y tal y tal. Sabe todo y huele, huele el aire y dice: por la noche va a llover y mira las palmas altas... ¡ay!, me acuerdo de “Palma sola”, de Nicolás. Mira el temblor de la palma por el viento y dice: este viento nos va a traer calor, es un viento terral porque las hojas están bailando para el lado del río. Saben todo. Tienen la vocación de la solidaridad. Si tú llegas, mi hermano, a mi casa, en la selva, como ha pasado con nuestro hermano Cardenal, que ya fue tres veces a donde vivo, se queda un mes. Pero una vez él tuvo una gripe, una fiebre... Todo se sabe en la selva. Corrió la noticia de que el amigo del poeta, ese de pelo blanco que estaba allá con su boina, estaba con fiebre. Llegaron dos personas con hierbas, con hojas para curarlo, es la vocación de la solidaridad, de la bondad humana, allá. Estoy diciendo una cosa tan linda, pero voy a terminar con una cosa triste. Hace 10 años, aproximadamente, la televisión penetró en los más lejanos rincones de nuestra selva y está cambiando las costumbres, está llevando al hombre a practicar incluso el uso de las drogas. La relación entre hijos y padres empieza a cambiar y, sin embargo, el bien prevalece, a pesar del daño que ese instrumento maravilloso que es la televisión, que podía ser usado al servicio del bien y al servicio de la vida, para que el hombre de la selva ayude a salvar, a proteger la selva, nos lleva el mundo y la vida de las ciudades grandes como ejemplo para que una civilización tan distinta, tan sensible, tan generosa y tan sabia, quiera comportarse como los habitantes de las ciudades grandes.

 
J.T.: Con sus anuncios, con su propaganda... Bueno, en esta conversación, Thiago, yo por lo menos lo siento así, ha asumido ciencia, experiencia, cultura y también poesía. A mí me gustaría mucho que pudiéramos terminar esta gratísima conversación con la lectura de algún poema suyo.

 
T. de M.: Quiero, en homenaje a ese gesto generoso de la Revolución Cubana de promover este encuentro, para hacer lo que la selva más necesita que es la concientización, y la conciencia ecológica es un deber moral, es un deber ético de los estados de los países amazónicos. En homenaje, yo quiero leer el párrafo que abre mi libro Amazonas, patria del agua:

 
Para dónde debo mirar, para acá y para allá, no importa, miro a la Patricia de la altura extrema de la cordillera donde las nieves son eternas, el agua se desprende y traza un esbozo trémolo en la piel antigua de la piedra: el Amazonas acaba de nacer. A cada instante este río nace, desciende despacio, sinuosa luz, para crecer en la tierra. Espantando verdes inventa su camino y se acrecienta. Aguas subterráneas afloran para abrazarse con el agua que descendió de los Andes y de la barriga de las nubes albísimas tocadas por el viento, baja el agua celeste. Reunidas, ellas avanzan, multiplicadas en infinitos caminos bañando la inmensa planicie cortada por la línea del Ecuador, planicie que ocupa la vigésima parte de la superficie de este lugar llamado Tierra, donde vivimos. Verde universo ecuatorial que abraza nueve países de Latinoamérica y ocupa casi la mitad del suelo brasileño. Aquí está la mayor reserva mundial de agua dulce ramificada en millares y miles de caminos de agua, mágico laberinto que de sí mismo se recrea, incesante, atravesando miles de kilómetros cuadrados de territorio verde. Es el Amazonas, la patria del agua.”

 
Y voy a terminar dedicando a mis hermanos poetas y a cada compañero que ha participado en este encuentro, uno de mis últimos poemas, no el último, pues tiene que haber alguno más, creo, que se llama “El animal de la selva”:

 
De madera lila, nadie me cree, se hizo mi corazón.
Especie escasa de cedro por el color
y por contener en su estructura
la muerte que me amenaza.
Madera duele,
pregunta a quien me ve los brazos verdes,
los ojos llenos de alas.
Por mi contesta la luz del amanecer,
que recubre de escamas esmaltadas
las aguas grandes que me dieron raza
y cantan en el origen de mi ser.
En el crepúsculo estoy de mis barrancas,
entre el azul de las estrellas
y el verde donde canta mi corazón.
Ya no hace daño, ya no hace mal que duela
mi bravo corazón de agua y madera.
 
Septiembre de 2004

Por la izquierda. Veintidós testimonios a contracorriente. Selección y prólogo de Enrique Ubieta Gómez. Ediciones ICAIC-Editorial José Martí, 2007 

 
THIAGO DE MELLO (Barreirinha, Brasil, 1926). Poeta y activista por la conservación de la selva amazónica. Su obra, muy cuidada en la forma, muestra una honda preocupación social y política. 

 
JORGE TIMOSSI (Buenos Aires, Argentina, 1936). Escritor y periodista argentino, nacionalizado en Cuba. Miembro fundador de la Agencia de Noticias Prensa Latina. Premio Nacional de Periodismo José Martí 1999. Entre sus obras más conocidas están: Grandes Alamedas. El combate del Presidente Allende (testimonio, 1974), Poemas de un corresponsal (Mención del Premio Casa de las Américas, 1981) y Cuentecillos y otras alteraciones (1995).

 
http://www.lajiribilla.cu/2007/n332_09/332_14.html

 


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