LA INTROMISIÓN IMPERIALISTA EN VENEZUELA

 

Desde la intervención en Libia, el imperialismo norteamericano trata de no invadir países en forma directa con fuerzas propias, como acostumbraron durante doscientos años. Ahora envían mercenarios e incentivan los conflictos sociales, raciales y/o religiosos; ahí está Siria, con el antecedente ucraniano. En el caso venezolano, promueven las acciones de grupos fascistas y paramilitares, preparando el terreno para una intervención mayor. Estas operaciones fueron favorecidas por el desabastecimiento producido por los grupos económicos oligárquicos, que son quienes manejan el monopolio de la importación y distribución de aproximadamente el 80% de las mercancías que se consumen. A esto hay que sumarle la preparación de una opinión pública mundial proclive a pensar que la oposición venezolana está actuando en contra de una “dictadura” que hambrea y reprime al pueblo. Para ello se valen también de un marco legal apropiado, como las embestidas desde la OEA, las sanciones de EE.UU. en contra de siete funcionarios militares de Venezuela y el decreto de Obama declarando que el país representa una "amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad nacional y política exterior estadounidenses".

De esta manera preparan  las condiciones necesarias para una intervención militar, directa o indirecta. En el segundo caso es posible que lo hagan con una fuerza regional interamericana; parecerían apuntar, en este sentido, las negociaciones del gobierno argentino para la compra de material bélico de alta capacidad de fuego a los EE.UU.

En cualquiera de los dos casos la invasión se haría desde territorio colombiano. Para llevarla a cabo cuentan con siete bases militares, sobre todo la de Palanquero, identificada como localidad de seguridad cooperativa (CSL). Desde esta localidad, casi la mitad del continente puede ser cubierta por una aeronave de transporte C-17 sin reabastecimiento de combustible (los aviones C-17 son usados para el transporte estratégico de tropas, en los cuales pueden colocar a un ejército entero en cuestión de horas, donde quieran).
Hace algunos años el Senador republicano Paul Coverdell recomendaba: “Para controlar a Venezuela es necesario ocupar militarmente a Colombia”. Consecuentemente con este planteo, Manuel Santos confirmó el acuerdo de cooperación entre la OTAN y el gobierno colombiano, contradiciendo a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que en enero de 2014 proclamaron a América Latina y el Caribe como zona de paz.


                Hasta el año pasado las intenciones del imperialismo chocaban con la presencia armada de las FARC. Miles de guerrilleros en la retaguardia de un eventual conflicto militar entre Colombia y Venezuela imposibilitaban que Estados Unidos lanzara, desde Colombia, operaciones paramilitares o militares hacia la República Bolivariana; al no existir hoy esas fuerzas, el actual escenario es el que tuvieron los sandinistas en la frontera con Honduras, permeable a cualquier acción agresiva.

 

Ante la profunda crisis política económica y el conflicto de poderes con la Asamblea Legislativa, declarada en desacato por el Tribunal Supremo de Justicia, el Presidente Maduro resolvió convocar a Asamblea Nacional Constituyente “con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución” según marca la carta magna venezolana. Tal vez sea la última oportunidad para que la participación masiva de las clases populares ponga fin a este nuevo embate de la derecha terrorista.

De nuestra parte no nos queda otra que sumarnos a la solidaridad latinoamericana contra la violencia fascista y  apoyar toda medida del gobierno bolivariano que realmente profundice el proceso revolucionario iniciado por el Cte. Chávez, aplicando su Plan de la Patria y el Cambio de Timón, expropie a los consorcios monopólicos que sabotean la importación y distribución de alimentos y medicinas, nacionalizando al mismo tiempo la banca y el comercio exterior. Socialismo significa propiedad social sobre los medios de producción, no otra cosa.

 

Carlos Mario Martínez