La guerra de guerrillas
Capítulo I

Principios generales de la lucha guerrillera


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1. Esencia de la lucha guerrillera

La victoria armada del pueblo cubano sobre la dictadura batistiana ha sido, además del triunfo épico recogido por los noticieros del mundo entero, un modificador de viejos dogmas sobre la conducta de las masas populares de la América Latina, demostrando palpablemente la capacidad del pueblo para liberarse de un gobierno que lo atenaza, a través de la lucha guerrillera.

Consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América, son ellas:

1. Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército.

2. No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas.

3. En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo.

De estas tres aportaciones, las dos primeras luchan contra la actitud quietista de revolucionarios o seudorrevolucionarios que se refugian, y refugian su inactividad, en el pretexto de que contra el ejército profesional nada se puede hacer, y algunos otros que se sientan a esperar a que, en una forma mecánica, se den todas las condiciones objetivas y subjetivas necesarias, sin preocuparse de acelerarlas. Claro como resulta hoy para todo el mundo, estas dos verdades indubitables fueron antes

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discutidas en Cuba y probablemente sean discutidas en América también.

Naturalmente, cuando se habla de las condiciones para la revolución no se puede pensar que todas ellas se vayan a crear por el impulso dado a las mismas por el foco guerrillero. Hay que considerar siempre que existe un mínimo de necesidades que hagan factible el establecimiento y consolidación del primer foco. Es decir, es necesario demostrar claramente ante el pueblo la imposibilidad de mantener la lucha por las reivindicaciones sociales dentro del plano de la contienda cívica. Precisamente, la paz es rota por las fuerzas opresoras que se mantienen en el poder contra el derecho establecido.

En estas condiciones, el descontento popular va tomando formas y proyecciones cada vez más afirmativas y un estado de resistencia que cristaliza en un momento dado en el brote de lucha provocado inicialmente por la actitud de las autoridades.

Donde un gobierno haya subido al poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta o no, y se mantenga al menos una apariencia de legalidad constitucional, el brote guerrillero es imposible de producir por no haberse agotado las posibilidades de la lucha cívica.

El tercer aporte es fundamentalmente de índole estratégica y debe ser una llamada de atención a quienes pretenden con criterios dogmáticos centrar la lucha de las masas en los movimientos de las ciudades, olvidando totalmente la inmensa participación de la gente del campo en la vida de todos los países subdesarrollados de América. No es que se desprecie las luchas de masas obreras organizadas, simplemente se analiza con criterio realista las posibilidades, en las condiciones difíciles de la lucha armada, donde las garantías que suelen adornar nuestras constituciones están suspendidas o ignoradas. En estas condiciones los movimientos obreros deben hacerse clandestinos, sin armas, en la ilegalidad y arrastrando peligros enormes; no es tan difícil la situación en campo abierto, apoyados los habitantes por la guerrilla armada y en lugares donde las fuerzas represivas no pueden llegar.

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Independientemente de que después hagamos un cuidadoso análisis, estas tres conclusiones que se desprenden de la experiencia revolucionaria cubana las apuntamos hoy a la cabeza de este trabajo por considerarlas nuestro aporte fundamental.

La guerra de guerrilla, base de la lucha de un pueblo por redimirse, tiene diversas características, facetas distintas, aun cuando exista siempre la misma voluntad esencial de liberación. Es obvio, y los tratadistas sobre el tema lo han dicho sobradamente, que la guerra responde a una determinada serie de leyes científicas, y quien quiera que vaya contra ellas, irá a la derrota. La guerra de guerrillas, como fase de la misma, debe regirse por todas ellas; pero por su aspecto especial, tiene, además, una serie de leyes accesorias que es preciso seguir para llevarla hacia adelante. Es natural que las condiciones geográficas y sociales de cada país determinen el modo y las formas peculiares que adoptará la guerra de guerrillas, pero sus leyes esenciales tienen vigencia para cualquier lucha de este tipo.

Encontrar las bases en que se apoya este tipo de lucha, las reglas a seguir por los pueblos que buscan su liberación; teorizar lo hecho, estructurar y generalizar esta experiencia para el aprovechamiento de otros, es nuestra tarea del momento.

Lo primero que hay que establecer es quiénes son los combatientes en una guerra de guerrillas. De un lado tenemos el núcleo opresor y su agente, el ejército profesional, bien armado y disciplinado, que, en muchos casos, puede contar con el apoyo extranjero y el de pequeños núcleos burocráticos, paniaguados al servicio de ese núcleo opresor. Del otro, la población de la nación o región de que se trate. Es importante destacar que la lucha guerrillera es una lucha de masas, es una lucha de pueblo: la guerrilla, como núcleo armado, es la vanguardia combatiente del mismo, su gran fuerza radica en la masa de la población. No debe considerarse a la guerrilla numéricamente inferior al ejército contra el cual combate, aunque sea inferior su potencia de fuego. Por esto es preciso acudir a la guerra de guerrillas cuando se tiene junto a sí un núcleo mayoritario y para defenderse de la opresión un número infinitamente menor de armas.

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El guerrillero cuenta, entonces, con todo el apoyo de la población del lugar. Es una cualidad sine qua non. Y se ve muy claro, tomando como ejemplo gavillas de bandoleros que operan en una región; tienen todas las características del ejército guerrillero: homogeneidad, respeto al jefe, valentía, conocimiento del terreno, y muchas veces, hasta cabal apreciación de la táctica a emplear. Falta sólo el apoyo del pueblo; e inevitablemente estas gavillas son detenidas o exterminadas por la fuerza pública.

Analizado el modo operacional de la guerrilla, su forma de lucha y comprendiendo su base de masas sólo nos resta preguntar: ¿por qué lucha el guerrillero? Tenemos que llegar a la conclusión inevitable de que el guerrillero es un reformador social, que empuña las armas respondiendo a la protesta airada del pueblo contra sus opresores y que lucha por cambiar el régimen social que mantiene a todos sus hermanos desarmados en el oprobio o la miseria. Se lanza contra las condiciones especiales de la institucionalidad de un momento dado y se dedica a romper, con todo el vigor que las circunstancias permitan, los moldes de esa institucionalidad. Cuando analicemos más a fondo la táctica de guerra de guerrillas, veremos que el guerrillero debe tener un conocimiento cabal del terreno que pisa, sus trillos de acceso y escape, posibilidades de maniobrar con rapidez, apoyo del pueblo, naturalmente y lugares donde esconderse. Todo esto indica que el guerrillero ejercerá su acción en lugares agrestes y poco poblados, y en estos parajes, la lucha del pueblo por sus reivindicaciones se sitúa preferentemente y, hasta casi exclusivamente, en el plano del cambio de la composición social de la tenencia de la tierra, es decir, el guerrillero es, ante todo, un revolucionario agrario. Interpreta los deseos de la gran masa campesina de ser dueña de la tierra, dueña de sus medios de producción, de sus animales, de todo aquello que ha anhelado durante años, de lo que constituye su vida y constituirá también su cementerio.

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Para la corriente interpretación de la guerra de guerrillas debe establecerse que hay dos tipos diferentes, uno de los cuales, el de ser una forma de lucha complementaria a la de los grandes ejércitos regulares tal como el caso de las guerrillas ukranianas en la Unión Soviética, no interesa para este análisis. Nos interesa el caso de un grupo armado que va progresando en la lucha contra el poder constituido, sea colonial o no, que se establece como base única y que va progresando en los medios rurales. En todos estos casos, cualquiera que sea la estructura ideológica que anime la lucha, la base económica está dada por la aspiración a la tenencia de la tierra.

La China de Mao se inicia como un brote de los núcleos obreros del Sur que es derrotado y casi aniquilado. Solamente se estabiliza e inicia su marcha ascendente cuando después de la gran marcha del Yenán se asienta en territorios rurales y coloca como base de reivindicaciones la reforma agraria. La lucha de Ho Chi Minh en Indochina se basa en los campesinos arroceros oprimidos por el yugo colonial francés y con esa fuerza va progresando hasta derrotar a los colonialistas. En ambos casos hay un paréntesis de guerra patriótica contra el invasor japonés, pero no se desvanece la base económica de lucha por la tierra. En el caso de Argelia, la gran idea del nacionalismo árabe tiene su réplica económica en el usufructo de la casi totalidad de las tierras laborables de Argelia por un millón de colonos franceses, y en algunos países como Puerto Rico, donde las condiciones particulares de la Isla no han permitido un brote guerrillero, el espíritu nacionalista herido en lo más profundo por la discriminación que se comete a diario contra ellos tiene como base la aspiración del campesino (aunque ya muchas veces esté proletarizado) por la tierra que le arrebata el invasor yanqui y esta misma idea central fue la que animaba, aunque en diferentes proyecciones, a los hacendados pequeños, campesinos y esclavos de las haciendas orientales de Cuba que cerraron filas para defender juntos el derecho a la posesión de la tierra, durante la guerra de liberación de los 30 años.

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Pese a características especiales que la convierten en un tipo de guerra, y teniendo en cuenta las posibilidades de desarrollo de la guerra de guerrillas, que se transforma, con el aumento de la potencialidad del núcleo operante en una guerra de posiciones, debe considerarse que este tipo de lucha es un embrión de la misma, un proyecto; las posibilidades de crecimiento de la guerrilla y de cambiar el tipo de pelea hasta llegar a una guerra convencional son tantas como las posibilidades de derrotar al enemigo en cada una de las distintas batallas, combates o escaramuzas que se libren. Por eso, un principio fundamental es que no se debe dar, de ninguna manera, batalla que no se gane, combate o escaramuza que no se gane. Hay una definición antipática que expresa: «el guerrillero es el jesuita de la guerra». Indica con esto una cualidad de alevosía, de sorpresa, de nocturnidad, que son evidentemente elementos esenciales de la lucha guerrillera. Es naturalmente, un jesuitismo especial impulsado por las circunstancias que obligan a tomar en algunos momentos una determinación diferente de las concepciones románticas y deportivas con que se nos pretende hacer creer que hace la guerra.

La guerra es siempre una lucha donde ambos contendientes tratan de aniquilar uno al otro. Recurrirán entonces a todas las triquiñuelas, a todos los trucos posibles, para conseguir este resultado, además de la fuerza. Las estrategias y las tácticas militares son la representación de las aspiraciones del grupo que analiza y del modo de llevar a cabo estas aspiraciones, y este modo contempla el aprovechamiento de todos los puntos débiles del enemigo. Desmenuzando, en una guerra de posiciones, la acción de cada pelotón de un gran núcleo de ejército, se observan las mismas características, en cuanto a la lucha individual, que las que se presentarán en la guerrilla. Hay alevosía, hay nocturnidad, hay sorpresa, y cuando no se producen, es porque es imposible tomar desprevenidos a quienes están enfrente vigilando. Pero como la guerrilla es una división de por sí, y como hay grandes zonas de terrenos no vigiladas por el enemigo, siempre se pueden realizar estas tareas de manera de asegurar la sorpresa, y es deber del guerrillero hacerlo.

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«Muerde y huye» le llaman algunos despectivamente, y es exacto. Muerde y huye, espera, acecha, vuelve a morder y a huir y así sucesivamente, sin dar descanso al enemigo. Hay en todo esto, al parecer, una actitud negativa; esa actitud de retirada, de no dar combates frontales, sin embargo, todo es consecuente con la estrategia general de la guerra de guerrillas, que es igual en su fin último a la de una guerra cualquiera: lograr el triunfo, aniquilar al enemigo.

Queda bien establecido que la guerra de guerrillas es una fase la guerra que no tiene de por sí oportunidades de lograr el triunfo, es además una de las fases primarias de la guerra y se irá desenvolviendo y desarrollando hasta que el Ejército Guerrillero, en su crecimiento constante, adquiera las características de un Ejército Regular. En ese momento estará listo para aplicar golpes definitivos al enemigo y acreditarse la victoria. El triunfo será siempre el producto de un Ejército Regular, aunque sus orígenes sean el de un Ejército Guerrillero.

Ahora bien, así como el general de una división no tiene que morir en una guerra moderna al frente de sus soldados, el guerrillero, que es general de sí mismo, no debe morir en cada batalla; está dispuesto a dar su vida, pero precisamente, la cualidad positiva de esta guerra de guerrillas es que cada uno de los guerrilleros está dispuesto a morir, no por defender un ideal sino por convertirlo en realidad. Esa es la base, la esencia de la lucha de guerrillas. El milagro por el cual un pequeño núcleo de hombres, vanguardia armada del gran núcleo popular que los apoya, viendo más allá del objetivo táctico inmediato, va decididamente a lograr un ideal, a establecer una sociedad nueva, a romper los viejos moldes de la antigua, a lograr, en definitiva, la justicia social por la que la lucha.

Consideradas así todas las palabras despectivas adquieren su verdadera grandeza, la grandeza del fin a que

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están destinadas, y conste que no se hablaba de medios retorcidos para llegar al fin; la actitud de lucha, esa actitud que no debe desmayar en ningún momento, es inflexibilidad frente a los grandes problemas del objetivo final, es también la grandeza del guerrillero.

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En la terminología guerrera, se entiende por estrategia el análisis de los objetivos a lograr, considerando una situación militar total y las formas globales de lograr estos objetivos.

Para una correcta apreciación estratégica, desde el punto de vista de la guerrilla, es necesario analizar profundamente cuál será el modo de actuar del enemigo. Si en algún momento es válida la apreciación de que el objetivo final es destruir completamente la fuerza opositora, en el caso de una guerra civil de este tipo se encuentra el ejemplo clásico: el enemigo tendrá que procurar la destrucción total de cada uno de los componentes de la guerrilla; y el guerrillero, a la inversa, debe analizar los recursos con que cuenta el contrario para tratar de llegar a esa solución; los medios con que cuenta en hombres, en movilidad, en apoyo popular, en armamento y en capacidad de dirección. Debemos adecuar nuestra estrategia a estos estudios, considerando siempre el objetivo final de derrotar al ejército enemigo.

Hay aspectos fundamentales a estudiar: el armamento, por ejemplo, la forma de utilizar ese armamento; analizar exactamente cuál es el valor de un tanque en una lucha de este tipo, cuál el de un avión, analizar cuáles son las armas del enemigo, su parque, sus costumbres; porque el aprovisionamiento más importante de la fuerza guerrillera, está precisamente en el armamento enemigo. Si hay posibilidad de elección debe preferir el mismo tipo que el usado por éste, pues el más grande enemigo de la guerrilla es la falta de parque, que debe proveer el contrincante.

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Una vez hecho esto, graduados y analizados los objetivos a lograr, hay que ir estudiando el ordenamiento de los pasos para la consecución del objetivo final, ordenamiento que se preverá, pero que se irá modificando en el transcurso de la lucha y adecuando a la serie de circunstancias no previstas que puedan surgir durante la misma.

En el primer momento, lo esencial para el guerrillero será no dejarse destruir. Paso a paso, será más fácil para los integrantes de la guerrilla o de las diferentes guerrillas, adaptarse al medio de vida y convertir en una acción cotidiana y, como tal, fácil el huir, despistar a las fuerzas que están lanzadas en su persecución. Logrado este objetivo, tomando posiciones cuya inaccesibilidad impida al enemigo llegar hasta ellos, o consiguiendo fuerzas que disuadan a éste de atacar, debe procederse al debilitamiento gradual del mismo, debilitamiento que se provocará en el primer momento en los lugares más cercanos a los puntos de lucha activa contra la guerrilla, y, posteriormente, se irá profundizando en territorio enemigo, atacando sus comunicaciones, atacando luego, o molestando, las bases de operaciones y las bases centrales, hostigándolo en forma total en la medida de las posibilidades de las fuerzas guerrilleras.

El golpeteo debe ser constante. Al soldado enemigo que esté en un lugar de operaciones no se le debe dejar dormir, las postas deben ser atacadas y liquidadas sistemáticamente. Debe darse en todo momento la impresión de que un cerco completo rodea al adversario; en las zonas boscosas y quebradas, durante todo el día, en las zonas llanas o fácilmente permeables por patrullas adversarias, durante la noche. Para hacer todo esto, es necesaria la cooperación absoluta del pueblo y el conocimiento perfecto del terreno. Dos condiciones cuya necesidad apunta en cada minuto de la vida del guerrillero. Por eso hay que establecer, al mismo tiempo que centros de estudio de las zonas de operaciones y centros de estudio de las zonas de operaciones futuras, trabajo popular

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intensivo, explicando los motivos de la revolución, los fines de esta misma revolución y diseminando la verdad incontrovertible de que en definitiva contra el pueblo no se puede vencer. Quien no sienta esta verdad indubitable no puede ser guerrillero.

Este trabajo popular debe centralizarse en el primer momento sobre la discreción, es decir, debe pedirse a cada campesino, a cada miembro de la sociedad donde se actúa, que no comenten lo que vean u oigan; después buscará la ayuda de habitantes cuya lealtad a la revolución ofrezca mayores garantías, posteriormente se utilizará a esas personas en tareas de contacto, de transporte de mercancías o de armas de prácticos en las zonas que él conozca, y más tarde, se puede llegar a la acción de masas ya organizadas en los centros de trabajo, cuyo resultado final será la huelga general.

La huelga es un factor importantísimo en la guerra civil, pero para llegar a ella es necesario una serie de complementos que no se dan siempre y que, espontáneamente, se dan muy pocas veces, hay que ir a crear los factores necesarios y esta creación se basa en la explicación de los motivos de la revolución, en la demostración de las fuerzas del pueblo y de sus posibilidades.

Se puede también recurrir a determinados grupos muy homogéneos y que tienen que demostrar eficacia previa en labores menos peligrosas para hacer sabotaje, que es otra de las terribles armas de la guerrilla; se puede paralizar ejércitos enteros, se puede detener la vida industrial de una zona, quedando los habitantes de una ciudad sin industria, sin luz, sin agua, sin comunicaciones de ninguna clase, sin poder arriesgarse a salir sino a determinadas horas, por una carretera. Si se logra todo esto, la moral de los enemigos va decayendo, va decayendo la moral de sus unidades combatientes y se torna madura la fruta para arrancarla en el momento preciso.

Todo esto presupone un aumento del territorio, abarcado por la acción guerrillera, pero nunca se debe ir a un aumento exagerado de ese territorio. Hay que conservar siempre una base de operaciones fuerte y continuar

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fortaleciéndola durante el curso de la guerra. Hay que utilizar medidas de adoctrinamiento de los habitantes de la zona, medidas de saneamiento contra los enemigos irreconciliables de la revolución y perfeccionar todos los sistemas puramente defensivos, como trincheras, minas y comunicaciones dentro de ese territorio.

Cuando la guerrilla ha alcanzado un poderío respetable en armas y en número de combatientes, debe irse a la formación de nuevas columnas. Es un hecho parecido al de la colmena que, en determinado momento, suelta una nueva reina que se va a otra región con parte del enjambre. La colmena madre, con el jefe guerrillero más notable, quedará en lugares menos riesgosos, mientras las nuevas columnas perforarán otros territorios enemigos, siguiendo el ciclo ya descrito.

Llega un momento en que el territorio ocupado por las columnas es pequeño para contenerlas y en su avance hacia las regiones sólidamente defendidas por el enemigo, deben enfrentarse con fuerzas poderosas. En este instante, las columnas se reúnen, se ofrece un frente de lucha compacto, se llega a una guerra de posiciones, una guerra desarrollada por ejércitos regulares. Sin embargo, no puede desligarse el antiguo ejército guerrillero de su base, y se deben formar nuevas guerrillas detrás del enemigo, que actúen en la misma forma en que actuaban las primarias en el otro territorio y vayan penetrándolo hasta dominarlo.

Así se llega al ataque, al cerco de las plazas, a la derrota de los refuerzos, a la acción cada vez más enardecida de las masas en todo el territorio nacional y al objetivo final de la guerra: la victoria.

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En lenguaje militar, táctica es el modo práctico de llevar a efecto los grandes objetivos estratégicos.

Es, en algunos modos, un complemento de la estrategia y en otros una especie de reglamento de la misma; mucho más variables, mucho más flexibles que los objetivos finales, los medios deben adaptarse a cada momento de la lucha. Hay objetivos tácticos que permanecen constantes durante una guerra y otros que van variando. Lo primero que hay que considerar es el acoplamiento de la acción guerrillera a la acción del enemigo.

Característica fundamental de una guerrilla es la movilidad, lo que le permite estar en pocos minutos lejos del teatro específico de la acción y en pocas horas lejos de la región de la misma, si fuera necesario; que le permite cambiar constantemente de frente y evitar cualquier tipo de cerco. De acuerdo con los momentos de la guerra, puede dedicarse la guerrilla exclusivamente a huir de un cerco, única forma de obligarla a una batalla decisiva que puede ser muy desfavorable, y también a establecer luchas de contracerco (pequeñas partidas de hombres presumiblemente están rodeadas por el enemigo cuando de pronto el enemigo está rodeado por contingentes mayores, o esos hombres, colocados en un lugar inexpugnable han servido de señuelo y todas las tropas y el abastecimiento que va para el ejército agresor, han sido cercados, han sido aniquilados de alguna manera). Característica de esta guerra de movilidad es lo que se denomina minuet, por la analogía con el baile de ese

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nombre: las guerrillas cercan una posición enemiga, una columna que avanza por ejemplo: la cercan absolutamente, por los cuatro puntos cardinales, pero con cinco o seis hombres en cada lugar y convenientemente alejados para no ser a su vez cercados; se entabla la lucha en cualquiera de los puntos y el ejército se moviliza hacia él; la guerrilla retrocede entonces, manteniendo siempre contacto visual con el enemigo y se inicia el ataque desde otro punto. El ejército repetirá la acción anterior y la guerrilla también. Así sucesivamente se puede mantener inmovilizada una columna enemiga haciéndola gastar cantidades grandes de parque, debilitándole la moral a la tropa, sin mayores peligros.

Esta misma práctica debe aplicarse a las horas de la noche, pero acercándose más, demostrando mayor agresividad, porque es mucho más difícil un cerco en esas condiciones. Es decir, la nocturnidad es otra característica importante de la guerrilla que sirve para avanzar hacia posiciones que van a ser atacadas y también para movilizarse en territorios no bien conocidos donde existe el peligro de delaciones. Naturalmente, su inferioridad numérica hace muy necesario que los ataques sean siempre por sorpresa, esa es la gran ventaja, es lo que permite al guerrillero hacer bajas al enemigo sin sufrir pérdidas porque no es lo mismo, en un combate entre cien hombres de un lado y diez del otro, tener una baja por cada lado. La baja enemiga es recuperable en cualquier momento y corresponde en este ejemplo a un uno por ciento; la baja de la guerrilla necesita más tiempo para ser recuperada porque constituye un soldado de alta especialización y es el diez por ciento del conjunto de las fuerzas operantes.

Nunca un soldado muerto de parte de las guerrillas debe ser dejado con sus armas y con su parque. El deber de todo soldado guerrillero es, inmediatamente que cae un compañero, recuperar estos preciosísimos elementos de lucha. Precisamente, el parque, el cuidado que hay que tener con él y su metodización al gastarlo, es otra característica de la guerra de guerrillas. En cualquier combate entre una fuerza regular y otra guerrillera se puede

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identificar a una y a otra por su manera de hacer fuego: grandes concentraciones de fuego de parte del ejército regular y tiros aislados y precisos de parte del guerrillero.

Cierta vez uno de nuestros héroes, ya muerto, debió emplear su ametralladora durante casi cinco minutos, ráfaga tras ráfaga, para impedir el avance de los soldados enemigos y este hecho causó una considerable desorganización en nuestras fuerzas porque consideraron, por el ritmo del fuego, que esa posición clave estaba tomada por el adversario, pues era una de las poquísimas ocasiones en que se había hecho caso omiso de la necesidad de guardar tiros, precisamente por la importancia del punto defendido.

Otra característica fundamental del soldado guerrillero es su flexibilidad para adaptarse a todas las circunstancias y convertir en favorables todos los accidentes de la acción. Frente a la rigidez de los métodos clásicos de guerrear, el guerrillero inventa su propia táctica en cada momento de la lucha y sorprende constantemente al enemigo.

En primer lugar, solamente hay posiciones elásticas, lugares específicos de donde no puede pasar el enemigo y lugares de diversión del mismo. Es frecuente observar la sorpresa con que éste nota que un avance gradual, sorteando dificultades fácilmente, se encuentra de pronto férreamente detenido y no hay posibilidades de seguir adelante. Es que las posiciones defendidas por los soldados guerrilleros, cuando se ha podido hacer un estudio cabal del terreno, son inexpugnables. No se cuenta cuántos soldados atacan sino cuántos soldados pueden defenderla, y una vez establecido ese número se defiende contra un batallón y casi siempre, por no decir siempre, con éxito. Gran tarea de los jefes es elegir adecuadamente el momento y el lugar en que una posición será defendida hasta el final.

La forma de ataque de un ejército guerrillero también es diferente; se inicia sorpresiva, furibunda, implacable, y se convierte de pronto en una pasividad total. El enemigo

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sobreviviente, reponiéndose, cree que el atacante se ha ido, empieza a tranquilizarse, a normalizar la vida interior del cuartel o de la ciudad sitiada y de pronto surge un nuevo ataque en otro lugar, con las mismas características, mientras el grueso de la guerrilla espera los refuerzos presuntos; u otra vez, una posta que defiende un cuartel es atacada de pronto, dominada, y éste cae en las manos de la guerrilla. Lo fundamental es la sorpresa y la rapidez del ataque.

Muy importantes son los actos de sabotaje. Es preciso diferenciar claramente el sabotaje, medida revolucionaria de guerra, altamente eficaz y el terrorismo, medida bastante ineficaz, en general, indiscriminada en sus consecuencias, pues hace víctimas de sus efectos a gente inocente en muchos casos y que cuesta gran número de vidas valiosas para la revolución. El terrorismo debe considerarse como factor valioso cuando se utiliza para ajusticiar algún connotado dirigente de las fuerzas opresoras, caracterizado por su crueldad, por su eficiencia en la represión, por una serie de cualidades que hacen de su supresión algo útil; pero nunca es aconsejable la muerte de personas de poca calidad que traen como consecuencia un desborde de la represión con su secuela de muertes.

Hay un punto sumamente controvertido en la apreciación de terrorismo. Muchos consideran que al usarse y exacerbar la opresión policial, impide todo contacto más o menos legal o semiclandestino de las masas e imposibilita su unión para las acciones que serían necesarias en un momento determinado. Esto, en sí, es exacto, pero sucede también que en los momentos de guerra civil y en determinadas poblaciones, ya la represión del poder gobernante es tan grande que, de hecho, está suprimida toda clase de acción legal y es imposible una acción de masas que no sea apoyada por las armas. Por eso hay que tener mucho cuidado en la adopción de medidas de este tipo y analizar las consecuencias generales favorables que pueden traer para la revolución. De todas maneras, el sabotaje es siempre un arma eficacísima, bien manejada. No debe emplearse el sabotaje en inutilizar medios

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de producción que deje paralizado algún sector de la población, es decir, que deje gente sin trabajo, sin que influya esa paralización en la vida normal de una sociedad; es ridículo un sabotaje contra una fábrica de refrescos, pero es absolutamente correcto y recomendable un sabotaje contra una central eléctrica. En el primer caso se desplazan unos cuantos obreros y no se modifica el ritmo de la vida industrial; en el segundo caso también habrá un desplazamiento de obreros, pero perfectamente justificado por la paralización total de la vida de la región. Insistiremos en la técnica del sabotaje en otro momento.

Una de las armas favoritas del ejército, arma que se ha pretendido constituir en definitiva en los actuales momentos, es la aviación; sin embargo, ésta no tiene acción ninguna mientras la guerra de guerrillas esté en sus etapas primarias, con poca concentración de hombres en lugares abruptos. La eficacia de la aviación consiste en la destrucción sistemática de defensas organizadas y visibles; para esto debe haber grandes concentraciones de hombres que hagan estas defensas, lo que no ocurre en este tipo de guerra. También es eficaz en las marchas de columnas por lugares llanos o lugares no protegidos; sin embargo, este último problema se elude fácilmente realizando marchas nocturnas.

Uno de los puntos más débiles del enemigo es el transporte por carretera y ferrocarril. Es prácticamente imposible vigilar metro a metro un transporte, un camino, un ferrocarril. En cualquier lugar se puede poner una carga considerable de explosivo que inutilice la vía, o también explote en el momento de pasar un vehículo, provocando, además de la inutilización de las mismas, una considerable pérdida en vidas y material al enemigo.

La fuente de explosivos es variada: se puede traer de otras zonas, o pueden servir las mismas bombas tiradas por la dictadura, que no siempre estallan, o fabricarse en laboratorios clandestinos y dentro de la zona guerrillera. La técnica para hacerlas explotar es muy variada: la fabricación de los mismos también depende de las condiciones de la guerrilla.

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En nuestros laboratorios hacíamos pólvora que utilizábamos como fulminante e inventamos varios dispositivos para hacer estallar estas minas en el momento indicado. Los que daban mejor resultado eran los eléctricos, pero la primera mina que se hizo explotar fue una bomba arrojada por los aviones de la dictadura, a la que se le introdujeron varios fulminantes y se le agregó una escopeta cuyo gatillo era halado por un hilo. En el momento en que pasó un carro enemigo se disparó el arma, provocando su explosión.

Se pueden ir perfilando esas técnicas hasta un grado extremo y tenemos noticias de que en Argelia, por ejemplo, en la actualidad se usan contra el poderío colonial francés minas teleexplotables, es decir, por un sistema de radio a larga distancia del punto donde ellas están situadas.

La técnica de emboscarse en los caminos para hacer explotar minas y aniquilar a los sobrevivientes es de las más remuneradoras en cuanto a parque y armas; el enemigo sorprendido no usa sus municiones, no tiene tiempo de huir y con poco gasto de parque se consiguen resultados apreciables.

A medida que se golpea al enemigo va cambiando su táctica también y en vez de salir carros aislados transitarán verdaderas columnas motorizadas. Sin embargo, eligiendo bien el terreno se puede lograr el mismo resultado fraccionando la columna y acumulando fuerzas sobre un vehículo. Hay que considerar siempre en estos casos, los elementos esenciales de la táctica guerrillera, que son: el conocimiento absoluto del terreno, la vigilancia y previsión de los caminos de escape, el conocimiento y vigilancia de todos los caminos secundarios que pueden llevar al atacante hacia ese punto, el conocimiento de la población de la zona; el apoyo total de ésta en cuanto a abastecimientos, a transporte, a ocultación transitoria y a ocultación permanente, cuando es necesario dejar compañeros heridos, la superioridad numérica en un punto determinado de la acción, la movilidad total y la posibilidad de contar con reservas.

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Si se cumple con todos estos requisitos tácticos, la sorpresa en las vías de comunicación del enemigo da dividendos notables.

Parte fundamental de la táctica guerrillera, es el trato a todos los seres humanos de la zona. Es importante, asimismo, el trato dado al enemigo; la norma a seguir debe ser una implacabilidad absoluta en la hora del ataque, una implacabilidad absoluta con todos los elementos despreciables que se dediquen a la delación o al asesinato y una clemencia lo más absoluta posible con los soldados que van a combatir cumpliendo, o creyendo cumplir, su deber militar. Es buena norma, mientras no haya bases considerables de operaciones y lugares inexpugnables, no hacer prisioneros. Los sobrevivientes deben ser dejados en libertad. Los heridos deben ser cuidados con todos los recursos posibles en el momento de la acción. La conducta con la población civil debe estar reglada por un gran respeto a todas las tradiciones y normas de la gente de la zona, para ir a una demostración efectiva, con los hechos, de la superioridad moral del soldado guerrillero sobre el soldado opresor. No debe ajusticiarse sin dar oportunidad de descargo al reo, salvo momento especiales.

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Como ya dijimos, no siempre la lucha guerrillera se va a desarrollar en el terreno más favorable a la aplicación de sus tácticas; pero en el caso en que esto ocurra, es decir, en que el grupo guerrillero esté asentado sobre zonas de difícil acceso, ya porque el monte sea intrincado, haya montañas abruptas, desiertos intransitables, o ciénagas, la táctica general tendrá que ser siempre la misma y basarse en los postulados fundamentales de la guerra de guerrillas.

Un punto importante a considerar es el modo de hacer contacto con el enemigo. Si la zona es tan intrincada, tan adversa que no pueda llegar hasta ella en ningún momento un ejército organizado, la guerrilla deberá avanzar hasta las zonas donde pueda llegar este ejército, donde haya posibilidad de combate.

La guerrilla debe combatir pasado el primer momento después de asegurada su supervivencia. Tiene que salir constantemente de su refugio a pelear, su movilidad no tiene que ser tanta como en los casos en que el terreno es desfavorable; tendrá, que adecuarse a las condiciones del enemigo, pero no es necesario un desplazamiento como el que está implícito en lugares donde el enemigo pueda concentrar gran cantidad de hombres en pocos momentos. No es tampoco tan importante el carácter de nocturnidad de esta guerra; podrá en muchos casos hacerse operaciones de día y, sobre todo, efectuar movilizaciones diurnas, todo esto supeditado a la vigilancia enemiga por tierra y por aire. Al mismo tiempo, se puede

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persistir en una acción guerrera durante mucho más tiempo, en las montañas sobre todo; se puede entablar combates de larga duración con muy pocos elementos y es muy probable que se logre impedir la llegada de refuerzos enemigos hasta el escenario de la lucha.

La vigilancia de los posibles lugares de acceso es, sin embargo, un axioma que nunca debe olvidar el guerrillero, pero su agresividad (por las mismas dificultades que tiene el enemigo para recibir refuerzos) puede ser aún mayor, puede acercársele mucho más, hostilizarlo más directamente, combatirlo más frontalmente y durante mayor tiempo; todo esto supeditado a una serie de circunstancias como la cantidad de parque, por ejemplo.

La guerra en terreno favorable y, particularmente, en las montañas, presenta, frente a tantas ventajas, el inconveniente de que es difícil tomar en una sola operación una cantidad considerable de armas y parque debido a las precauciones que toma el enemigo en estas regiones (nunca el soldado guerrillero debe olvidar el hecho de que debe ser el enemigo la fuente de abastecimiento del parque las armas). Pero mucho más rápidamente que en terrenos desfavorables, podrá la guerrilla asentarse, sedentarizarse, es decir, formar un núcleo capaz de establecer una guerra de posiciones, donde instale, adecuadamente protegidas de la aviación o de la artillería de largo alcance, las pequeñas industrias que ha de necesitar, así como los hospitales, centros educativos y de entrenamiento, además de los almacenes, órganos de difusión, &c.

La integración numérica de la guerrilla en estas condiciones puede ser mucho mayor, habrá incluso hombres que no peleen y hasta un proceso de entrenamiento para tomar armas que eventualmente caigan en poder del ejército guerrillero.

El número de hombres que puede tener una guerrilla es materia de cálculos sumamente flexibles, adecua al territorio, a las facilidades de abastecerlos, a la fuga en masa de gente oprimida de otras zonas, a las armas

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disponibles, a las necesidades mismas de la organización. Pero, en todo caso, es mucho más factible sedentarizarse y engrosarse con el aporte de nuevos elementos combatientes.

El radio de una guerrilla de este tipo puede ser tan amplio como las condiciones o las operaciones de otras guerrillas en terrenos adyacentes lo permitan. Todo estará limitado por el tiempo que se tarde en llegar desde un punto de operaciones a una zona de seguridad; es decir, calculando que las marchas deben hacerse de noche, no podrá operarse más allá de cinco o seis horas de su punto de seguridad mínimo; naturalmente, desde la zona de seguridad, pueden extenderse pequeñas guerrillas que vayan debilitando constantemente el territorio.

Las armas preferibles para este tipo de guerra son las de largo alcance, con poco gasto de balas apoyadas por un grupo de armas automáticas o semiautomáticas. De los fusiles y ametralladoras que hay en los mercados norteamericanos, una de las armas más recomendables es el fusil M-1, denominado Garand, que debe ser usado por gente con cierta experiencia, pues tiene el inconveniente de gastar demasiado parque. Se pueden usar armas de tipo semipesado como ametralladoras de trípode con más margen de seguridad para ella y sus servidores en los terrenos favorables, pero siempre debe ser un arma de contención y nunca de ataque.

Una constitución ideal para guerrilla de veinticinco hombres sería: diez a quince fusiles de un tiro y unas diez armas automáticas entre Garand y ametralladoras de mano, contando con el apoyo de armas automáticas de fácil transporte y livianas como son los fusiles ametralladoras de tipo Browning o los más modernos FAL belga y M-14. Entre las ametralladoras de mano, son preferibles las de nueve milímetros que permiten mayor transporte de parque y, cuanto más sencilla sea su construcción, más recomendable, por la facilidad de cambiarles las piezas. Todo eso adecuado al armamento que tenga el enemigo, pues el parque que éste utiliza es el

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que vamos a usar cuando esas armas caigan en nuestras manos. Las armas pesadas que pueda utilizar éste, son prácticamente desechables. La aviación no puede ver nada y es inoperante, los tanques y cañones muy poco pueden hacer debido a las dificultades de avanzar en estas zonas.

Un capítulo muy importante, es el abastecimiento; en general, las zonas de difícil acceso, por este hecho precisamente, también presentan dificultades, pues los campesinos y, por ende, el abastecimiento de tipo agropecuario directo, escasea. Hay que mantener líneas estables para poder contar siempre con un mínimo de comida en depósitos, previendo cualquier contingencia desagradable.

En esta zona de operaciones, por lo general, las posibilidades de sabotaje en gran escala no son importantes, porque, el mismo hecho ya citado de la inaccesibilidad, hace que haya pocas construcciones, pocas líneas telefónicas, acueductos, &c., que puedan ser dañados por una acción directa.

Para los abastecimientos es importante tener animales, de los cuales el mejor, tratándose de terrenos quebrados, es el mulo. Hay que contar con pastizales adecuados que permitan una buena nutrición. Este animal puede pasar por terrenos sumamente accidentados, por donde ninguna otra bestia lograría hacerlo. En los casos más difíciles se debe recurrir al transporte con hombres. Cada individuo puede transportar una carga de veinticinco kilos, durante muchas horas diarias y durante muchos días.

Las líneas de comunicaciones con el exterior deben contar con una serie de puntos intermedios de gente de entera confianza en donde se puedan ir almacenando productos y donde puedan ir a esconderse los contactos en un momento determinado; además, se pueden ir creando líneas de comunicaciones internas cuya extensión depende del grado de desarrollo alcanzado por la guerrilla. En algunas zonas de los frentes de operaciones de la pasada guerra cubana se establecieron líneas telefónicas

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de muchos kilómetros de longitud, se hicieron caminos y se tenía siempre un servicio de mensajeros adecuado para cubrir todas las zonas en el menor tiempo posible.

Hay, sin embargo, otra serie de posibilidades no aplicadas en la guerra cubana, pero perfectamente aplicables, como son las señales de humo, las señales de espejos de sol y las palomas mensajeras.

La necesidad vital de las guerrillas es mantener sus armas en buenas condiciones, conseguir parque y tener, sobre todas las cosas, zapatos adecuados. Los primeros esfuerzos industriales deben dirigirse entonces hacia estos objetivos. Las fábricas de zapatos pueden ser al principio instalaciones de remendones que coloquen medias suelas a zapatos viejos y, después, se puede ir a la constitución de diferentes fábricas de un buen promedio diario de zapatos, organizando el trabajo. La fabricación de pólvora es bastante sencilla y se puede lograr mucho teniendo un pequeño laboratorio y trayendo los materiales necesarios desde afuera. Los terrenos minados constituyen un grave peligro para el enemigo, pueden minarse grandes extensiones que exploten de una sola vez sepultando hasta cientos de hombres.

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Para hacer la guerra en este tipo de terrenos, es decir, no muy accidentados, sin bosques, con muchas vías de comunicación, deben cumplirse todos los requisitos fundamentales de la guerra de guerrillas, sólo que cambiarán las formas de hacerlo. Cambiará, digamos, la cantidad, no la calidad de la guerra de guerrillas. Por ejemplo: para seguir el mismo orden anterior, la movilidad de este tipo de guerrillas debe ser extraordinaria, el golpe dado, con preferencia nocturno, debe ser sumamente rápido, explosivo casi, y la retirada no solamente veloz sino que debe la guerrilla moverse hacia lugares distintos al de su origen, lo más lejos posible de la acción, considerando siempre que no haya una posibilidad de guarecerse en un lugar inaccesible a las fuerzas represivas.

Un hombre puede caminar durante las horas de la noche entre treinta y cincuenta kilómetros, pero durante las primeras horas del día también se puede marchar, salvo que las zonas de operaciones no estén perfectamente controladas y haya el peligro de que los vecinos del lugar vean la tropa pasar y comuniquen al ejército perseguidor la situación, en dónde la vio y el rumbo. Siempre es preferible, en estos casos, actuar de noche, en el mayor silencio posible antes y después de realizar la acción y se deben elegir las primeras horas nocturnas. También aquí los cálculos fallarán pues habrá veces que las horas de la madrugada serán mejores. Nunca conviene habituar al enemigo a una forma determinada de guerra; hay que variar constantemente los lugares y las horas de operación y las formas de hacerlo también.

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Ya dijimos que la acción no puede ser persistente sino rápida; tiene que ser de un grado de efectividad muy grande, de pocos minutos, seguida de una retirada inmediata. Las armas empleadas aquí no serán las mismas que en los casos de terrenos favorables; es preferible tener la mayor cantidad de automáticas; en los ataques nocturnos la puntería no es un factor determinante sino la concentración de fuego; cuanto más armas automáticas tiren a menor distancia, más posibilidades hay de que el enemigo sea aniquilado.

Además, las explosiones de las minas en los caminos y la destrucción de puentes, son factores de mucha importancia a tener en cuenta; la agresividad será mucho menor en cuanto a persistencia de los ataques, en cuanto a continuidad de los mismos, pero podrán ser de mucha violencia, podrán utilizarse armas diferentes también, como las minas ya descritas y la escopeta. En vehículos descubiertos y muy cargados de hombres que son, en general, los utilizados para el transporte de tropas, e incluso en vehículos cubiertos que no tengan defensas especiales, como pueden ser ómnibus o similares, la escopeta es un arma tremenda. Una escopeta cargada con balines es de la mayor efectividad. No es este un secreto de las guerrillas, se utiliza también en las grandes guerras y los norteamericanos tenían pelotones de escopeteros con armas de gran calidad armadas de bayonetas para asaltar nidos de ametralladoras.

Hay un problema importante a dilucidar, el del parque: éste será casi siempre quitado el enemigo. De modo que hay que dar golpes donde haya la seguridad absoluta de restituir el parque gastado a menos que se cuente con provisiones grandes en lugares seguros; es decir, no se puede arriesgar un ataque aniquilador contra un grupo de hombres si esto ha de costar la totalidad del parque y no se va a poder recoger. Siempre en la táctica de la guerrilla es de considerar el grave problema del abastecimiento del material bélico fundamental para continuar

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la lucha. Por eso las armas deben adecuarse a las que tiene el enemigo salvo algunas cuyo parque pueda ser obtenido en la zona misma o el las ciudades, como son los revólveres o escopetas.

El número de hombres que pueda tener una guerrilla de este tipo no debe ser superior a diez o quince. Es de enorme importancia considerar siempre las limitaciones de número en cuanto a la integración de un solo cuerpo combativo; diez, doce, quince hombres pueden esconderse en cualquier lugar y al mismo tiempo oponer al enemigo una resistencia poderosa y apoyarse mutuamente; cuatro o cinco quizá sería un número muy pequeño, pero cuando el número pasa de diez las posibilidades de que el enemigo los localice, en su campamento de origen o en alguna marcha, son mucho mayores.

Recuérdese que, en marcha, la velocidad de la guerrilla es igual a la velocidad de su hombre más lento. Es más difícil encontrar uniformidad de marcha en veinte, treinta o cuarenta hombres, que en diez. Y el guerrillero del llano debe ser fundamentalmente un corredor. En el llano es donde la práctica del pega y huye debe adquirir su máxima expresión. Las guerrillas del llano tienen el enorme inconveniente de poder ser cercadas rápidamente, de no tener lugares seguros donde oponer una resistencia firme y, por lo tanto, deben vivir en unas condiciones de absoluta clandestinidad durante un largo tiempo del proceso, pues no se puede confiar en ningún vecino cuya fidelidad no esté perfectamente probada. Las represiones del enemigo son tan violentas, tan brutales, en general, llegando no sólo al cabeza de familia, sino muchas veces a mujeres y niños, que la presión sobre individuos no muy firmes puede determinar en cualquier momento que «aflojen» y den indicaciones de dónde está y cómo opera la guerrilla, lo que provocaría inmediatamente un cerco con consecuencias siempre desagradables, aunque no necesariamente mortales, para la misma. Cuando las condiciones, el acopio de armas, el estado insurreccional del pueblo, obliguen a aumentar el número de hombres, deben dividirse las guerrillas. Si es necesario, en un momento dado, pueden reunirse

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para dar un golpe, pero de tal forma, que inmediatamente después se haga la dispersión hacia las zonas habituales, ya divididos en pequeños grupos de diez, doce o quince hombres.

Se puede perfectamente organizar verdaderos ejércitos con un mando único y obtener el respeto y la obediencia a ese mando, sin necesidad de estar agrupados. Es por ello que es muy importante la elección del jefe de la guerrilla, y la seguridad de que este jefe va responder ideológica y personalmente al jefe máximo de la zona.

Una de las armas que pueden ser usadas por la guerrilla -arma de tipo pesado- de muy gran utilidad por su fácil transporte y manejo, es la bazooka. En la actualidad, la granada antitanque de los fusiles puede reemplazarla. Naturalmente, será un arma tomada al enemigo. Es ideal para disparar sobre vehículos blindados y aun sobre vehículos sin blindaje que estén cargados de tropas, y para tomar pequeños cuarteles con una guarnición reducida, en poco tiempo, pero es necesario apuntar que solamente se puede llevar como máximo, y haciendo ya un considerable esfuerzo, tres obuses por hombre.

En cuanto a esto de la utilización de las armas pesadas tomadas al enemigo, es natural que no se puede desperdiciar ninguna, pero hay armas, como la misma ametralladora de trípode, ametralladora pesada calibre cincuenta, &c., que si son tomadas, podrán ser utilizadas con un sentido de conformidad frente a su pérdida eventual; es decir, no podrá darse una batalla en las condiciones desfavorables que estamos analizando para defender una ametralladora pesada o algún otro utensilio de este tipo; simplemente utilizarla hasta el momento táctico en que sea preciso abandonarla en una posición. En nuestra guerra de liberación, abandonar un arma constituía un grave delito y no se dio nunca el caso de que se admitiera un pretexto como el apuntado, pese a lo cual, lo expresamos, explicando claramente la única situación en que no constituiría motivo de escarnio. El arma del guerrillero en terrenos desfavorables es la personal de tiro rápido.

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Las mismas características de fácil acceso son las que en general permiten que la zona sea habitable y que haya una buena concentración campesina en esos lugares, y eso favorecerá enormemente el abastecimiento; teniendo gente de confianza, haciendo contacto con los establecimientos encargados de expender víveres a la población, se puede mantener perfectamente una guerrilla sin tener que dedicar tiempo ni mucho dinero a líneas de comunicaciones largas y peligrosas. También en esto es bueno recalcar que cuanto más pequeño sea el número de hombres, más fácil se conseguirá la comida de éstos. Los abastecimientos esenciales, hamacas, frazadas, tela impermeable, mosquiteros, zapatos, medicinas y comida se encontrarán directamente en la zona. Son objetos de uso diario por los habitantes de la misma.

Las comunicaciones serán mucho más fáciles en el sentido de poder contar con mayor número de hombres, muchas más vías para llevarlas a cabo, pero serán mucho más difíciles en cuanto a la seguridad necesaria para poder llevar un mensaje a un lugar lejano, pues habrá que contar con una serie de contactos en los cuales se tendrá que confiar y existirá el peligro de una eventual captura de alguno de los mensajeros que transiten constantemente por zonas enemigas. Si los mensajes no son de mucha importancia, debe utilizarse la forma verbal, si lo son, habrá que utilizar la forma escribe y en clave, puesto que la experiencia enseña que la transmisión oral de boca en boca desfigura completamente cualquier comunicación transmitida en estas condiciones.

Por las mismas razones apuntadas, además de considerar la extrema dificultad del trabajo, las industrias adquirirán mucha menor importancia. No se podrán hacer fábricas de zapatos ni de armas. Prácticamente deberán limitarse a pequeños talleres muy bien ocultos donde se puedan recargar cartuchos de escopetas, fabricar algún tipo de mina, niples, en fin, lo adecuado para el momento. Se podrá contar, en cambio, con todos los talleres amigos de la zona para la clase de trabajo que sea necesario.

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Esto nos lleva a dos consecuencias emanadas lógicamente de lo dicho. Una de ellas es que las condiciones de sedentarización en cuanto a la guerra de guerrillas son inversas al grado de desarrollo productivo del lugar dado. Todos los medios favorables, todas las facilidades para la vida del hombre hacen tender a éste a la sedentarización, en la guerrilla sucede todo lo contrario: mientras más facilidades haya para la vida del hombre, más nómada, más incierta será la vida del guerrillero. Es que en realidad se rigen por el mismo principio. Precisamente el título de este capitulo es «La acción en terreno desfavorable» porque todo lo que es favorable a la vida humana con su secuela de comunicaciones, de núcleos urbanos y semiurbanos de grandes concentraciones de gentes, de terrenos fácilmente trabajados por la máquina, &c., colocan al guerrillero en una situación desventajosa.

La segunda conclusión es que, si el trabajo guerrillero debe traer aparejado necesariamente un importantísimo trabajo de masas, muchísimo más importante es este trabajo en la zona desfavorable, es decir, en las zonas donde un sólo ataque enemigo puede provocar una catástrofe. Debe ser allí continua la prédica, continua la lucha por la unión de los trabajadores, de los campesinos mismos, de otras clases sociales si las hubiera en la zona, para lograr una homogeneización total del frente interno con respecto a los guerrilleros. Y esta labor de masas, este trabajo constante en el aspecto masivo de las relaciones de la guerrilla y los habitantes de la zona, debe también considerar el caso individual del enemigo recalcitrante y eliminarlo sin contemplaciones cuando constituya un peligro. En esto, la guerrilla debe ser drástica. No pueden existir enemigos dentro de la zona de operaciones en lugares que no ofrezcan seguridad.

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Si en un momento dado, en la guerra de guerrillas, se llega al acoso de las ciudades, a penetrar de tal manera el campo circundante, que puedan establecerse, en condiciones de cierta seguridad, será necesario darles a éstas una educación especial o, mejor dicho, una organización especial.

Es fundamental precisar que nunca puede surgir por sí misma una guerrilla suburbana. Tendrá nacimiento después de que se creen ciertas condiciones necesarias para que pueda subsistir, y esto mismo indica que la guerrilla suburbana estará directamente a las órdenes de jefes situados en otra zona. Por tanto, la función de esta guerrilla no será llevar a cabo acciones independientes, sino de acuerdo con planes estratégicos preconcebidos, de modo tal que su función sea la de secundar la acción de los grupos mayores situados en otra área y contribuir específicamente al éxito de determinada concepción táctica, sin la amplitud operacional que tienen las guerrillas de los otros tipos. Es decir, una guerrilla suburbana no podrá optar entre tumbar teléfonos o ir a hacer atentados en otro lugar, o sorprender una patrulla de soldados en un camino lejano; hará exactamente lo que se le diga. Si su función es cortar postes de teléfono, tendidos eléctricos, alcantarillados, vías férreas, acueductos, deberá limitarse a cumplir estas funciones a cabalidad.

Su integración numérica no debe pasar de cuatro o cinco hombres. Es importante la limitación del número

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porque la guerrilla suburbana debe ser considerada como situada en terrenos excepcionalmente desfavorables, donde la vigilancia del enemigo será mucho mayor y las posibilidades de represalias aumentan enormemente así como las de una delación. Hay que contar con circunstancias agravantes el hecho de que la guerrilla suburbana no puede alejarse mucho de los lugares donde vaya a operar; a la rapidez de acción y a la rapidez de desplazamiento debe unir, sin embargo, un alejamiento relativamente pequeño del lugar de la acción, permaneciendo totalmente oculta durante el día. Es una guerrilla nocturna por excelencia, sin posibilidades de cambiar su manera de operar hasta que el avance de la insurrección sea tan grande que se pueda sitiar la ciudad y tomar participación en ello como combatiente activo.

Cualidades esenciales de este guerrillero deben ser la disciplina, en mayor grado quizás que ninguno, y la discreción. No podrá contarse con más de dos o tres casas amigas que brinden el alimento; es casi seguro que un cerco en esas condiciones equivalga a la muerte; las armas, además no serán de la misma categoría que las de los otros núcleos. Serán de defensa personal, sólo las que no obstaculicen una huida rápida y un escondite seguro. No deberán tener sino una carabina o una escopeta recortada o dos y los demás miembros, pistolas, como armas óptimas.

Nunca se realizarán hechos armados sino por sorpresa sobre uno o dos miembros de la tropa enemiga o su servicio de confidentes, centralizando la acción en el sabotaje ordenado.

Para esto necesitan un amplio equipo instrumental. El guerrillero tiene que tener sierras adecuadas, grandes cantidades de dinamita, picos y palas, aparatos de trabajo para levantar líneas férreas; en fin, un equipo mecánico adecuado al trabajo que va realizar y escondido en lugares seguros, al alcance fácil de la mano del que lo necesite.

Si hay más de una guerrilla, dependerán todas de un solo jefe, el que ordenará los trabajos necesarios a través

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de contactos de probada confianza que hagan vida civil. Podrá en ciertos casos el guerrillero mantener su trabajo de épocas de paz, pero esto es muy difícil; prácticamente, la guerrilla suburbana es un grupo de hombres que ya está fuera de la ley, que tiene complexión de ejército, situado en las condiciones tan desfavorables que hemos descrito.

La importancia de una lucha suburbana ha sido muy desestimada, pero es extraordinaria. Un buen trabajo de este tipo, extendido sobre una amplia área, paraliza casi completamente la vida comercial e industrial de ese sector y coloca a la población entera en una situación de intranquilidad, de angustia, de ansias casi del desarrollo de sucesos violentos para salir de esa espera. Si desde el primer momento del inicio de la guerra se piensa en la posibilidad futura y se van organizando especialistas en este tipo de lucha, se garantizará una acción mucho más rápida y por tanto un ahorro de vidas y del precioso tiempo de la nación.

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Tomado de Ernesto Che Guevara. Escritos y discursos, tomo 1, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1972, páginas 33-67.